El pasado 24 de febrero, cuando Putin decretó la invasión rusa de Ucrania, marcó un antes y un después para muchos. También en España. Así lo ha vivido en estos meses el presbítero Andréy Kordochkin, deán de la catedral de Santa María Magdalena, la principal comunidad rusa ortodoxa de Madrid y en la que conviven rusos y ucranianos.
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PREGUNTA.- ¿Cómo convive una comunidad golpeada por una herida tan profunda como una guerra entre los países de los que la mayoría son originarios?
RESPUESTA.- Nunca podremos decir que nos hemos acostumbrado a esta situación, pero, tras el primer momento de impacto, que duró varias semanas, nos hemos ido adaptando y conviviendo con ello. Es cierto que han abandonado el grupo algunos ucranianos que no querían compartir las celebraciones con rusos y, al revés, compatriotas míos que no están de acuerdo con mis críticas públicas contra la invasión. Pero, en general, el bloque de fieles se ha mantenido y, de hecho, ha aumentado. A España han llegado unos 150.000 refugiados ucranianos. Muchos de ellos son rusoparlantes y vienen a nuestra comunidad. Así, cada semana aprecio caras nuevas en nuestras celebraciones.
Momentos de tensión
P.- ¿Ha habido casos de una cierta tensión entre fieles?
R.- Los ha habido, pero han sido esporádicos y siempre en los centros donde conviven, pues hay algunos ucranianos, minoritarios, que defienden la acción de Putin. Pero, en el templo, jamás. La actitud general es de respeto y tolerancia y valoro que, dentro de las dificultades, la comunidad ha salido fortalecida de esta prueba.
P.- Como su primer referente espiritual en la realidad en la que viven, ¿en qué modo busca ejercer la figura de puente de fraternidad?
R.- En las homilías trato de no caer en un discurso político, pues no es el espacio adecuado para ello. En la convivencia comunitaria sí trato de que hablemos de la situación cuando es conveniente y siempre desde el respeto, pero sobre todo yendo más allá y aportar una visión espiritual en la que se palpen las raíces que nos unen.
Palabra de denuncia
P.- Usted se ha pronunciado claramente en contra de la invasión. Y eso que su comunidad depende del Patriarcado de Moscú, pastoreado por Kirill, quien apoya con fuerza la guerra en Ucrania. ¿Teme algún tipo de represalias?
R.- Por ahora no he sufrido ningún tipo de consecuencias. Es cierto que llevo 18 años aquí y también tengo la nacionalidad española. Prefiero vivir el día a día y no pensar en lo que podría pasar si vuelvo a Rusia, pero me da mucha tranquilidad saber que, frente a unos pocos que sí me han mostrado incluso odio, una mayoría de los fieles me apoyan. Trato de predicar siempre desde la profundidad de la fe y no puedo ignorar que los sacerdotes que viven en Rusia tienen totalmente prohibido expresar un discurso como el mío. Ellos no tienen mi libertad, por lo que, estando fuera, no puedo callarme.