El pontífice advierte contra el “riesgo” de que “sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado”
Pasadas las restricciones de la pandemia del coronavirus, el Vaticano ha mantenido la eucaristía de Medianoche –la conocida como Misa del Gallo– de Navidad adelantada a las 19:30 h. El papa Francisco ha presidido la tradicional celebración de Nochebuena en la Basílica del San Pedro, si bien por sus limitaciones de movimiento el pontífice ha leído la homilía y seguido la celebración desde un sitio destacado en una tarima frente al Altar de la confesión y las oraciones de la plegaria eucarística fueron pronunciadas por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Por otra parte, las liturgias navideñas han recuperado su afluencia habitual tanto por parte de sacerdotes como de fieles ya que hace 12 meses aún era obligatoria la distancia de seguridad.
Una celebración concelebrada por un grupo de cardenales, obispos y unos 200 sacerdotes en la que se han mantenido los ritos marcados en el pontifical para esta Noche Santa, como son el anuncio de la Navidad con el canto de la Calenda antes de la misa –por segundo año, dentro de un amplio momento de oración a partir de las indicaciones del Martilogio– o la veneración del Niño Jesús. Se han mantenido otros ritos propios como la colocación del libro de los Evangelios junto a la imagen de Jesús o el hecho de arrodillarse en el Credo cuando se proclama el misterio de la Encarnación –que el Papa, debido a su dolor de rodilla, ha seguido con un silencio orante–.
También se ha recuperado con cierta normalidad el gesto de la paz. Otro elemento característico de esta misa es el grupo de niños –en esta ocasión de Italia, India, Congo, Filipinas, México, San Salvador y Corea– que participan en la procesión y en la ofrenda floral al Niño colocado al final de la misa en el pesebre situado en la nave lateral de la basílica, más cerca del altar que en ocasiones anteriores por lo que el propio Papa ha llevado el Niño en su silla de ruedas. También se ha colocado la figura de Jesús en el belén italiano de madera de la Plaza de San Pedro.
En la homilía, el Papa interrogó sobre el sentido de la Navidad en la vida de los fieles “después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos”, unas adherencias que llevan el “riesgo” de que “sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado”, el Niño colocado por María en “un pesebre”.
“Para encontrar de nuevo el sentido de la Navidad hay que mirar allí, al pesebre”, señaló Francisco, “porque es el signo —no casual— con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es el manifiesto con el que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia para hacer renacer la historia”, un pesebre que es signo de “la cercanía, la pobreza y lo concreto”.
“Mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos. ¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles”, denunció el Papa. “En esta Navidad, como le sucedió a Jesús, una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia. Pero Jesús llega precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él, niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la política y la historia con los ojos de los niños”, señaló.
Para Francisco, “en el pesebre del rechazo y de la incomodidad, Dios se acomoda, llega allí, porque allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa voraz de poseer y consumir. Cristo nace allí y en ese pesebre lo descubrimos cercano”. Y es que, añadió, “Dios no es un padre que devora a sus hijos, sino el Padre que en Jesús nos hace sus hijos y nos nutre de ternura. Llega para tocarnos el corazón y decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia es el amor. No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre”. “Esta noche Dios se acerca a ti porque para Él eres importante. Desde el pesebre, como alimento para tu vida, te dice: ‘Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo, Dios, estoy contigo. Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre. Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré siempre cerca de ti’”, interpeló el Papa.
Para Francisco, “el pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca. Ánimo, no te dejes vencer por el miedo, por la resignación, por el desánimo. Dios nace en un pesebre para hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano. ¡Que renazca la confianza!”
“Alrededor del pesebre, de hecho, no hay muchas cosas: maleza, algún animal y poco más. La gente no estaba en el frío establo de una vivienda, sino resguardada en los albergues. Pero Jesús nace en el pesebre y allí nos recuerda que no tuvo a nadie alrededor, sino a aquellos que lo querían: María, José y los pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades”, prosiguió. Para el Papa, “el humilde pesebre, por tanto, saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas”, y, añadió “la primera persona, la primera riqueza, es Jesús”.
“Nosotros estamos llamados a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres”, apuntó señalando una frase de san Óscar Romero. Y es que, abundó, “no es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!”, propuso.
También, añadió Bergoglio, “el pesebre nos habla de lo concreto” ya que “un niño en un pesebre representa una escena que impacta, hasta el punto de ser cruda. Nos recuerda que Dios se ha hecho verdaderamente carne. De manera que, respecto a Él, no son suficientes las teorías, los pensamientos hermosos y los sentimientos piadosos”. Para el Papa, “Jesús, que nace pobre, vivirá pobre y morirá pobre; no hizo muchos discursos sobre la pobreza, sino la vivió hasta las últimas consecuencias por nosotros. Desde el pesebre hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto: desde su nacimiento hasta su muerte, el hijo del carpintero abrazó la aspereza del leño, la rudeza de nuestra existencia. No nos amó con palabras, no nos amó en broma”, sentenció.
Por ello, destacó el Papa, Dios “no se conforma con apariencias. Él, que se hizo carne, no quiere sólo buenos propósitos. Él, que nació en el pesebre, busca una fe concreta, hecha de adoración y de caridad, no de palabrería y exterioridad. Él, que se pone al desnudo en el pesebre y se pondrá al desnudo en la cruz, nos pide verdad, que vayamos a la verdad desnuda de las cosas, que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las hipocresías. Él, que fue envuelto con ternura en pañales por María, quiere que nos revistamos de amor. Dios no quiere apariencia, sino cosas concretas. No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno”. “En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido”, propuso el Papa.
Francisco concluyó la homilía en clave de oración: “Jesús, te miramos, acurrucado en el pesebre. Te vemos tan cercano, que estás junto a nosotros por siempre. Gracias, Señor. Te contemplamos pobre, enseñándonos que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en las personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos, si no te hemos reconocido y servido en ellos. Te vemos concreto, porque concreto es tu amor por nosotros, ayúdanos a dar carne y vida a nuestra fe. Amén”.