Lo que más llamó la atención de la visita de tres días del papa Benedicto XVI a México en el año 2012 “como peregrino de la fe”, fue el no haber visitado la sagrada imagen de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México, situación que fue justificada por el tema de la altura -2.250 metros sobre el nivel del mar-, lo que podría afectar su salud; sin embargo, visitó otro lugar emblemático: Guanajuato, cuna de la Independencia.
Fue el viernes 23 de marzo por la tarde cuando el papa Benedicto XVI llegó al Aeropuerto Internacional del estado de Guanajuato, donde la ceremonia de bienvenida estuvo encabezada por el entonces presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.
Benedicto XVI definió así el motivo de su visita: “Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida”.
En su discurso, el Papa también hizo un llamado a los católicos a ser “fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana… Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad”.
En el año aquella visita apostólica, el narcotráfico y la violencia eran ya problemas que aquejaban a México, por lo que Benedicto XVI se refería en particular a la responsabilidad de la Iglesia para contribuir a la solución de dicho problema.
“Educar las conciencias y educar a la responsabilidad moral y desenmascarar el mal. Desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres; desenmascarar estas falsas promesas, la mentira, el engaño. Debemos ver que el hombre tiene necesidad del infinito… educar para superar esta esquizofrenia, educar no solo a una moral individual, sino a una moral pública”, señalaba.
El segundo día de su visita, el 24 de marzo, el Papa se encontró con niños mexicanos en la Plaza de la Paz de Guanajuato, donde expresó su deseo porque México fuera “un hogar en el que todos sus hijos vivan con serenidad y armonía“.
En su mensaje expresó el deseo de que todos los niños mexicanos sepan que Dios quiere que sean felices, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre y la sequía, que aquel entones se dejaba sentir fuertemente en algunas regiones del país.
“Gracias por este encuentro de fe, por la presencia festiva y el regocijo que han expresado con los cantos. Hoy estamos llenos de júbilo, y eso es importante. Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama“.
El Santo Padre también les recordaba a los pequeños: “Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones. Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza”.
El domingo 25 tuvo un encuentro con los católicos mexicanos en el municipio de Silao, al pie del Cerro del Cubilete, donde se levanta el monumento al Cristo de la Montaña.
Unos 600.000 fieles llenaron el Parque del Bicentenario de Silao para participar en la Santa Misa presidida por el Pontífice y concelebrada con 250 cardenales, obispos mexicanos y del resto del continente, así como unos 3.000 sacerdotes.
El Papa agradeció el poder estar cercano al monumento a Cristo Rey, en lo alto del Cubilete, donde pidió que “este santuario sea un lugar de peregrinación, de oración ferviente, de conversión, de reconciliación, de búsqueda de la verdad y acogida de la gracia. A Él, a Cristo, le pedimos que reine en nuestros corazones haciéndolos puros, dóciles, esperanzados y valientes en la propia humildad”.
Asimismo, les recordó el papel de la Virgen María: “en estos momentos en que tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad, acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza“.
Benedicto XVI también aconsejó: “Pidamos a la Virgen María que siga acompañando y amparando a sus queridos hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad”.
El día 26, Benedicto XVI dejó el país para dirigirse a Cuba, no sin antes pedir al pueblo mexicano “ser fiel a sí mismo y a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valiente y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro”.
“Aliento ardientemente a los católicos mexicanos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder a la mentalidad utilitarista, que termina siempre sacrificando a los más débiles e indefensos. Los invito a un esfuerzo solidario, que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos”, añadió Benedicto XVI.