El periodista alemán Peter Seewald, biógrafo y seguramente el laico que más cerca ha estado de Benedicto XVI, quien ha muerto hoy en Roma, ha destacado su “valentía” a la hora de resistir ante los intentos de convertir el mensaje de Cristo “en una religión conforme las necesidades de la ‘sociedad civil'”. El Papa emérito fue, en definitiva, un insobornable intelectual “comprometido con la verdad, incluso aunque fuera incómoda”.
Como ha destacado en declaraciones a Europa Press, visitó a Ratzinger por última vez el pasado 15 de octubre, cuando le visitó en el monasterio Mater Ecclesiae. De ese último encuentro siempre recordará “el sufrimiento que llevaba sobre sus hombros” y el “profundo dolor por lo que estaba sucediendo en el mundo y la crisis en la Iglesia, especialmente en su patria”, Alemania, donde la comunidad eclesial padece el impacto de la honda crisis de los abusos sexuales y trata de rehacerse con el Camino Sinodal, que despierta todo tipo de reacciones encontradas.
“La próxima vez nos encontraremos en el cielo”, le dijo entonces como despedida el papa emérito. Algo que impactó hondamente a Seewald: “Sabía exactamente a dónde iba el viaje y qué esperar en su destino. La promesa de Cristo de la vida eterna era uno de sus temas favoritos”.
El mismo biógrafo, ratzingeriano de proa desde hace décadas, fue alguien que llegó hasta él por primera vez cargado de prejuicios: “Como excomunista y periodista del ‘Der Spiegel’, no estaba muy cerca de Joseph Ratzinger. (…) Me sorprendió aún más conocer a un hombre que no tenía nada de un príncipe de la Iglesia. (…) Todo en él parecía modesto, sin pretensiones, accesible”.
En todos estos años, a través de numerosos encuentros y entrevistas de los que han salido varios libros publicados, Seewald ha aprendido a valorar su altura teológica, quien ha puesto su empeño en demostrar “que la religión y la ciencia, la fe y la razón, no son opuestos”. Algo que ha ofrecido con respeto por el otro: “Su forma de enseñar me recordó a los maestros espirituales que convencen, no con lecciones vanas, sino con gestos silenciosos o pistas ocultas. Sobre todo, a través del propio ejemplo, que incluye integridad, lealtad, coraje y una buena dosis de voluntad para sufrir”.
Sobre su personalidad, Ratzinger era “una persona cálida, pero también particularmente noble y reservada. (..) Nunca, en los casi treinta años que lo acompañé como periodista, me invitó a cenar. No quería socavar la distancia profesional que formó la base de nuestras entrevistas abiertas y críticas”.
Ahora, muerto su gran maestro vital y espiritual (el periodista se ha convertido al catolicismo), echará de menos “su sonrisa tímida”, así como “su elegancia, con la que hizo fácil lo pesado sin quitarle su secreto ni trivializar lo sagrado”. Y, sobre todo, su disposición a escuchar, en la que nadie podía superarlo”.
Y es que, cuando se le preguntaba cuántos caminos hay para llegar a Dios, siempre respondía: “Tantos como personas”.