Vaticano

Lumen fidei, la encíclica escrita a cuatro manos entre Benedicto XVI y Francisco





A las nueve de la mañana del viernes 5 de julio de 2013 la Sala de Prensa de la Santa Sede publicaba  ‘Lumen fidei, la encíclica escrita a cuatro manos entre Benedicto XVI –fallecido hoy– y Francisco, fechada el 29 de junio, festividad de los apóstoles Pedro y Pablo.



Un texto que une una impecable arquitectura teológica y una profunda actualización de la esencia de la virtud de la fe. Aunque la firma Francisco, y, por tanto, la cubre plenamente con su autoridad magisterial, en todas las páginas se percibe el entramado del teólogo de oficio que fue y sigue siendo el papa emérito.

No hay nada de extraño. Todas las encíclicas anteriores –de Benedicto XVI, de Juan Pablo II o de Pablo VI–, con rarísimas excepciones, han sido redactadas con la colaboración de expertos y teólogos. Sin ir más lejos, el cardenal Joseph Ratzinger estuvo detrás de algunas de las encíclicas de Karol Wojtyla (‘Fides et Ratio’, por citar solo una). En este caso, el “experto” era papa cuando preparaba la que hubiera sido su cuarta encíclica, y, por lo tanto, estaba asistido por el Espíritu Santo.

Tres frases marcan el texto: “La fe no es un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro”; “El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde sabiendo que más que poseerla él, es ella la que le abraza y posee. En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos”; y “Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, represiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca”.

Las 15 claves de ‘Lumen fidei’

Estructurada en una introducción y cuatro capítulos –‘Hemos creído en el amor’, ‘Si no creéis, no comprenderéis’, ‘Transmito lo que he recibido’, y ‘Dios prepara una ciudad para ellos’– la encíclica ofrece algunas frases significativas que Vida Nueva destaca a continuación:

Capítulo I: ‘Hemos creído en el amor’

  • 1. “La luz de la fe está vinculada al relato concreto de la vida, al recuerdo agradecido de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas”. Con estas palabras, correspondientes al primer capítulo, Francisco reflexiona sobre la fe personal de Abrahán y los patriarcas, así como la creencia del pueblo de Israel, para los cuales la fe es “llamada y promesa”.
  • 2. “La muerte de Cristo manifiesta la total fiabilidad del amor de Dios a la luz de la resurrección. En cuanto resucitado, Cristo es testigo fiable, digno de fe (…) ‘Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido’, dice San Pablo”. Apoyado en esta frase de Pablo, la encíclica destaca la muerte y resurrección de Jesús como principal prueba del amor divino.
  • 3. El creyente es transformado por el Amor, al que se abre por la fe, y al abrirse a este Amor que se le ofrece, su existencia se dilata más allá de sí mismo”. Con esta reflexión acerca de la salvación que llega por la fe, y la importancia de su vivencia eclesial, en la comunidad creyente, concluye el primer capítulo de “Lumen Fidei”.

Capítulo II: ‘Si no creéis, no comprenderéis’

  • 4. “El hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos”, con estas reflexiones se abre el segundo capítulo, en el que se trata la relación entre fe y verdad, una conexión es que es, para el texto pontificio, muy necesario recuperar, “precisamente por la crisis de verdad en la que nos encontramos”, en unas sociedades que miran “con sospecha” las grandes verdades.
  • 5. “Solo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo(…) El amor verdadero unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena”. Respondiendo a una cita del filósofo alemán Ludwig Wittgenstein –una de varias referencias a pensadores y literatos no religiosos que hay en la encíclica- que vincula la creencia al enamoramiento y la separa de la verdad, la encíclica revaloriza la vinculación de la verdad con el amor y la fe.
  • 6. “Gracias a la unión con la escucha, el ver también forma parte del seguimiento de Jesús y la fe se presenta como un camino de la mirada, en el que los ojos se acostumbran a ver en la oscuridad”. Con esta expresión, el texto supera la oposición entre dos formas de acercarse a la verdad, la escucha y la visión; integradas en la persona de Jesús “al que se puede ver y oír”.
  • 7. La fe cristiana, en cuanto anuncia la verdad del amor total de Dios y abre a la fuerza de este amor, llega al centro más profundo de la experiencia del  hombre, que viene a la luz gracias al amor, y está llamado a amar para permanecer en la luz”. Una experiencia sobre la que se basa el diálogo fe-razón, que “se refuerzan mutuamente”, en referencia a la encíclica ‘Fides et Ratio’ de Juan Pablo II.
  • 8. “La verdad de un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro”..

Capítulo III: ‘Transmito lo que he recibido’

  • 9. La palabra recibida se convierte en respuesta, confesión, y, de este modo, resuena para los otros, invitándolos a creer”. Así se abre el tercer capítulo, cuyo título hace referencia elocuente a la transmisión de la fe.
  • 10. “El conocimiento de uno mismo solo es posible cuando participamos en una memoria más grande. Lo mismo sucede con la fe (…) conservada viva en aquel sujeto único de memoria que es la Iglesia. La Iglesia es una Madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe”, el papel comunitario de la experiencia de fe centra los siguientes apartados de este capítulo, especialmente centrados en los sacramentos.
  • 11. “Si bien, por una parte, los sacramentos son sacramentos de la fe, también se debe decir que la fe tiene una estructura sacramental”, indica el texto, que se centra en el sacramento del Bautismo como prueba de esa transmisión de la fe. Más adelante indica “cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite”: la confesión de fe, los sacramentos, los Mandamientos y la oración.
  • 12. “Resulta difícil concebir una unidad en la misma verdad. Nos da la impresión de que una unión de este tipo se opone a la libertad de pensamiento y a la autonomía del sujeto. En cambio, la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común”, frase con la que se justifica la unidad en la fe y en la Iglesia para concluir este apartado.

Capítulo IV: ‘Dios prepara una ciudad para ellos’

  • 13. La fe no solo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás, así se abre este capítulo que afirma que la fe “no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo”.
  • 14. “En la ‘modernidad’ se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir, indica la encíclica respecto a la fe en la vida en sociedad.
  • 15. “El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y el amor”. Con esta afirmación se justifica que la fe “no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo”, y que Dios ante el sufrimiento no da “un razonamiento que explique todo”, sino que responde con “una presencia que acompaña”.
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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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