Benedicto XVI: “No puedo ni quiero copiar el modelo de Juan Pablo II en la enfermedad”

Benedicto XVI: “No puedo ni quiero copiar el modelo de Juan Pablo II en la enfermedad”

“No puedo copiar a Juan Pablo II”. Esto se dijo Benedicto XVI tras ser elegido papa o al menos así lo cuenta el que fuera su secretario fiel, el arzobispo alemán de 66 años Georg Gänswein en una amplia entrevista al diario italiano La Repubblica en la que recuerda como fue quien apagó la luz el último día del pontificado en el Palacio Apostólico en un momento que califica como “muy triste” en el que lloró porque “la presión era demasiado grande, una especie de tsunami por encima, por debajo, al lado”. También comparte confidencias como cuando el Papa emérito le dijo que “no puedo ni quiero copiar el modelo de Juan Pablo II en la enfermedad, porque tengo que ocuparme de mi propia vida, de mis propias elecciones, de mis propias fuerzas. Por eso el Papa se ha permitido hacer esta renuncia. Lo que, en mi opinión, requiere no solo mucho valor, sino también mucha humildad”.



Una renuncia “imposible”

“El papa Benedicto se encontraba en un increíble estado de tranquilidad, como en los días anteriores”, señala a la vez que cuenta cómo el pontífice le contó a finales de septiembre de 2012 su intención de renunciar, algo que él veía como “imposible”. “Hay que pensar y se puede pensar en reducir los compromisos, esto sí. Pero dejar, renunciar es imposible. El papa Benedicto me dejó hablar. Y luego dijo: puedes imaginar que he pensado bien esta elección, he reflexionado, he rezado, he luchado. Y ahora te comunico una decisión tomada, no una tesis a debatir. No es una ‘quaestio disputanda’, está decidido”, sentenció.

Y es que Gänswein llevaba viendo al Papa muy pensativo desde junio en este “desafío” una auténtica “lucha interna” personal. Pensando en el día que comunicó la renuncia recuerda que “celebramos la Santa Misa, recitamos el breviario, desayunamos y el Papa se preparó para el Consistorio. Le ayudé a ponerse la muceta con la estola y luego le acompañé en un pequeño ascensor desde el piso hasta la segunda logia. No hablamos, nada. Es decir, el silencio era absoluto, porque no era el momento de las palabras”, poco después leería en latín su renuncia. “Cuando el papa Benedicto empezó a leer en latín vi un poco de… cómo decirlo… movimiento, esfuerzos por entender mejor, luego poco a poco me di cuenta de que los cardenales percibían que había algo extraño. Creo que algunos lo entendieron enseguida, mientras que otros pedían ayuda a su vecino. Entonces, cuando el cardenal Sodano saludó brevemente al Papa en italiano, hablando de relámpagos en un cielo despejado, todo el mundo se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo”.

Un Papa entre lobos

Gänswein conoció a Ratzinger en 1995 en el Colegio Teutónico de Roma, recuerda aquel primer encuentro con “una personalidad fuerte pero muy natural. Suave pero muy, muy decisivo”. El 19 de abril de 2005 esperaba fuera de la Capilla Sixtina y oyó un aplauso por la tarde, más tarde ya vio al cardenal del que era secretario todo vestido de blanco. “En ese momento, me miró. ‘Santo Padre, murmuré, no sé qué decir, buenos deseos, oraciones’. Entonces le dije algo importante para mí: ‘Te prometo mi servicio, si lo deseas, en la vida y en la muerte. Durante toda mi vida, hasta la muerte o incluso en la muerte’”, relata.

Desde entonces el Papa se enfrentó a los “lobos” que minaban la Iglesia –una imagen empleada por el propio Benedicto al inicio del pontificado–. “Ciertamente, esa imagen significa que tampoco es fácil ser coherente, a contracorriente, y mantener esa dirección si muchos opinan diferente”, explica. “Durante el pontificado ha habido muchos problemas, Vatileaks, luego el IOR. Pero es obvio que, como diría el papa Francisco, el maligno, el demonio no duerme. Está claro, siempre intenta tocar, golpear donde los nervios están expuestos, y duele más”. Y es que entrando en las crisis del pontificado Gänswein desvela que los documentos filtrados fueron robados de su mesa y no de la del Papa: “Hablé con Benedicto, claramente, le dije Santo Padre, la responsabilidad es mía, la asumo. Le pido que me asigne otro trabajo, dimito. No, no, me respondió: verás, hubo uno que traicionó incluso en el 12, se llama Judas. Somos un grupo pequeño y nos mantenemos unidos”.

Sobre la respuesta al informe sobre un caso de abusos sexuales cometidos en 1980, cuando Ratzinger era arzobispo de Munich, nuevamente ha señalado que “hubo un error por parte de uno de nuestros colaboradores, porque tuvimos que leer 8.000 páginas de documentación, y la persona que leyó los papeles dijo que en aquella famosa reunión del 15 de enero de 1980 no estaba presente el cardenal Ratzinger”, fue una equivocación de fechas a la que Benedicto XVI respondió con “una carta personal, por lo que nadie puede decir que no se contestó a sí mismo”. Sin embargo, ratifica, la dimisión no fue por esto. “El 11 de febrero de 2013 dijo las razones: me faltaban fuerzas para gobernar. Para dirigir la Iglesia hoy se necesita fuerza, de lo contrario no funciona”.

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