Cuando Francisco imparta el jueves la bendición final y la comitiva se dirija hacia las grutas vaticanas para dar sepultura al cuerpo de Benedicto XVI, Bach se apoderará de la Plaza de San Pedro. Y lo hará a través de las manos de un español, Josep Solé, el organista de los Papas.
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Casado y con dos hijos, este músico de Sabadell es el primer organista de la basílica de San Pedro. En medio de los ensayos atiende a Vida Nueva para desvelar que él mismo ha escogido a Bach, uno de los compositores fetiche de Ratzinger, para interpretar una de sus piezas en la salida del ataúd hacia las grutas vaticanas. “He buscado algo singular, que no sea popular, pero que a él le agradaría”, confiesa, consciente de que “es una gran responsabilidad y siento un fuerte peso sobre mis hombros”.
Dos obras para Ratzinger
Dos son las piezas de su repertorio que interpretará y que desvela para Vida Nueva. Por un lado, la fantasía en Do menor BWV 562. Por otro, una canción espiritual de Bach: ‘Ven dulce muerte’. “La particular es que se trata de un arreglo del organista americano Virgil Fox”, apostilla.
Como novedad de la celebración, la misa estará entretejida por el Réquiem del compositor italiano de Giovanni Pierluigi da Palestrina. “Ya lo habíamos escogido en algunas otras ocasiones para el funeral de algún cardenal, pero ese caso como elemento especial incluiremos el ofertorio ‘O Domine Jesu Christe’”.
Por todo ello, el organista considera que la ceremonia está a la altura “de un hombre sencillo que era un gran teólogo, pero también un apasionado por la cultura”. “Los que nos movemos en el mundo artístico, teníamos en él un espejo y un punto de referencia, por lo que suponía la música para él”, defiende.
Bajo la jurisdicción de Solé está el órgano más importante del planeta, que cuenta con una peculiaridad añadida: nunca se usa ni para conciertos ni para grabaciones. Únicamente para el servicio litúrgico. Wagner corre por las venas de Josep, le pierde Puccini y le apasiona Verdi. Con tan solo 30 años se sometió a la prueba de acceso para ser organista de iglesia en el Vaticano. Sacó la plaza y a golpe de esfuerzo logró llevar las riendas musicales de las basílicas de Santa María La Mayor y San Lorenzo extramuros. Ahora, con 48 años asumirá uno de los mayores retos de su vida profesional y personal: poner la banda sonora al último adiós del 265º Papa de la historia. Y lo hará en familia, porque sus dos hijos también estarán en la ceremonia como parte del coro.