Los ceremoniales o pontificales no contemplaban un rito propio para despedir a un pontífice emérito, por lo tanto, las exequias de Benedicto XVI se han preparado a partir de los funerales de los últimos papas tratando de simplificar lo relativo a lo referido a la potestad del romano pontífice. Vida Nueva repasa algunos de los detalles que pueden pasar desapercibidos en un funeral tan solemne y seguido desde medio mundo.
La portada del folleto de la celebración que han recibido los fieles presentes en la plaza lleva un cuadro formidable: el llamado ‘Santo Entierro’ –conocido como ‘Deposizione’ en italiano por ser el momento en el que Cristo desciende de la cruz para recibir sepultura–. Una obra de Caravaggio imponente de tres metros por casi dos de ancho que se conserva en los museos vaticanos, en la zona de la pinacoteca. Era el cuadro principal de una imponente iglesia del centro de Roma, la de Santa Maria de Vallicella –llamada Chiesa Nuova–.
Dicen que este cuadro, por su calidad técnica y artística, fue alabado hasta por los críticos de Caravaggio. Aunque el evangelio elegido refleja las últimas palabras de Jesús en la cruz, el cuadro trata de inmortalizar el silencio de dolor del descendimiento. Sentimientos que contrastan con el tapiz de la resurrección que ha presidido el atrio de la basílica vaticana. ¿Dos caras de la misma moneda? Curiosa explicación pictórica de las emociones que se unen en un funeral.
Unos de los momentos donde la celebración toma cierta distancia del latín oficial es en el momento de la oración de los fieles. No es habitual que se elija el italiano para una de ellas –ya ha sido en italiano la homilía y las oraciones que introducen y cierran este momento–.
Lo único que se ha oído en alemán en este funeral ha sido la primera petición “por el Papa emérito Benedicto, que ya duerme en el Señor” y se ha pedido “para que el Padre eterno lo acoja en su reino de luz y de paz”. Luego en francés se ha pedido por el papa Francisco y todos los obispos, en árabe se ha rezado para que los políticos “trabajen por la justicia y la paz, con sabiduría y previsión”, en portugués se ha tenido un recuerdo por los necesitados y en italiano por todos los presentes para que la experiencia de Cristo muerto y resucitado “sea fermento de esperanza mientras esperamos la llegada del Reino”. En español y en inglés se han hecho las lecturas.
Puede que muchos esperaban como homilía de Francisco un panegírico glosando el pontificado o la obra teológica de Benedicto XVI. Sin embargo, solo ha habido una mención al final: “Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz”. Como en las canonizaciones presididas con Francisco, en la homilía comenta el evangelio para centrar la mirada en cristo. Esta fue la prioridad del pontificado del alemán en su empeño por favorecer el encuentro de la humanidad con Dios.
Es curioso que Francisco haya acudido directamente a las palabras de Benedicto XVI en su misa del inicio del pontificado. “Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia”, señaló citando al pontífice ya difunto. Todo está cumplido, también estas palabras del 24 de abril de 2005.
La liturgia, la teología y el protocolo vaticano a veces chocan y sirven para enviar mensajes. El arzobispo alemán Georg Gänswein, secretario particular del papa emérito Benedicto XVI, es también prefecto de la Casa Pontificia. Un cargo del que es titular, pero en el que vive una peculiar excedencia oficialmente para cuidar más al Papa emérito. En este funeral no se ha sentado en la fila de los arzobispos ni ha procesionado con los miembros de la Casa Pontificia, sino que ha acudido al puesto del prefecto con sotana y roquete junto a las consagradas que han cuidado del Papa emérito y cerca de las delegaciones que también contaban con el arzobispo inglés Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados dentro de la Secretaría de Estado, para atenderlas.
Se esperaba que Francisco participase en el último adiós aspergiendo el agua bendita e incensando el ataúd al final de la celebración. El Papa, desde la sede, hizo la oración simplificada que se ha empleado esta ocasión –se ha reducido limitando las oraciones por la Iglesia de Roma y las confesiones orientales católicas– y mostró su respeto poniéndose en pie para el responso propiamente dicho. Fue el cardenal Giovanni Battista Re como decano del Colegio Cardenalicio de cumplir este rito antes del traslado por parte de 10 sediarios vaticanos. Tras despojarse de las vestiduras Francisco se acercó a tocar directamente el féretro de cedro antes de su entrada en la basílica de San Pedro para ser enterrado en las grutas vaticanas.