Francisco reforma la diócesis de Roma para dar ejemplo de una Iglesia sinodal. Este domingo, fiesta de la Epifanía del Señor, el Papa ‘regala’ al vicariato la nueva constitución apostólica ‘In ecclesiarum communione’ sobre su propio ordenamiento, pues a la Iglesia romana “se le confía la responsabilidad particular de acoger la fe y la caridad de Cristo y testimoniarlas de manera ejemplar”.
Con motivo del sesenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, “sentimos con particular urgencia la llamada a la conversión misionera de toda la Iglesia, acompañada de una conciencia más viva de su dimensión constitutivamente sinodal”, recuerda el Pontífice en el texto.
Jorge Mario Bergoglio recuerda ya desde el principio que esta reforma es continuista con las constituciones de sus predecesores: Pablo VI y Juan Pablo II, con ‘Vicariae potestatis’ (1977) y ‘Ecclesia in Urbe’ (1998), respectivamente.
Para Francisco, “el primer efecto del impulso evangelizador y sinodal debe ser recuperar la confianza en el Espíritu Santo que guía los diversos caminos eclesiales”. Y, “para que esto sea posible, es necesario valorar la dignidad bautismal común, también a través de instituciones, estructuras y organismos renovados”.
No solo habla el Papa de dar ejemplo en lo que a sinodalidad se refiere, también lo hace con una de sus mayores obsesiones: acoger, proteger, promover e integral al migrante. “Se debe poner un esfuerzo particular en acoger a los numerosos refugiados para que la Iglesia de Roma sea, para todas las demás Iglesias, un testimonio de que nadie debe ser excluido”, reclama.
Asimismo, el Pontífice aprovecha el documento para recordar los compromisos más “serios y “urgentes” para la Iglesia de Roma: el anuncio del Evangelio y el testimonio de la caridad hacia todos los habitantes de la ciudad y en todos los ambientes; la promoción de un estilo sinodal y de prácticas sinodales, para favorecer la escucha, la participación, la corresponsabilidad y la misión de todos los bautizados; el cuidado de las vocaciones al ministerio ordenado y a las diversas formas de vida consagrada, acompañando el discernimiento con una formación evangélicamente humanizadora de los candidatos; escuchar y apoyar a los ministros ordenados, promoviendo ocasiones periódicas de oración y reflexión común; la renovación de las modalidades de presencia parroquial en los diversos espacios de la ciudad, para que sea, al mismo tiempo, hospitalaria y solidaria con los que están lejos; la administración de los sacramentos, asegurando la formación permanente y el diálogo con los ministros ordenados y catequistas; la pastoral familiar y juvenil ante el debilitamiento de los lazos y la creciente incredulidad; la atención a las personas mayores, valorizando el patrimonio de la experiencia y estando atento a sus necesidades; cercanía con las personas solas, los enfermos y los presos; compromiso en el campo de la cultura y la comunicación, para que el pensamiento y las relaciones se nutran del Evangelio; la pastoral de la movilidad humana, ante la globalización de la indiferencia, asegurando a las comunidades extranjeras lugares de culto y de encuentro para sentirse como en casa fuera de casa, y, juntos, favoreciendo la integración progresiva; el compromiso social y el testimonio de caridad hacia las viejas y nuevas pobrezas que padecen muchas personas y familias de la ciudad”.
Y agrega: “Se debe prestar especial atención al discernimiento de la vocación al diaconado permanente, y a la formación en la perspectiva de una efectiva corresponsabilidad pastoral, y al servicio de la caridad. Además, es necesario asegurar la formación continua de catequistas, lectores, acólitos y otras figuras ministeriales, para dar plena expresión a los dones bautismales; insistir en el encuentro ecuménico y el diálogo interreligioso; prestar atención a los que no tienen fe, pero son portadores de interrogantes que interpelan nuestra autorreferencialidad; tener presente la necesidad de la reestructuración de las iglesias y la construcción de nuevas parroquias, especialmente en los suburbios de la ciudad, armonizando belleza, sobriedad y sostenibilidad ambiental y económica, y asegurando estructuras al servicio de la pastoral y del barrio”.
“Pido, por último -continúa-, que se supervise la gestión económica, para que sea prudente y responsable, confiando siempre en la divina providencia, y conducida de acuerdo con la finalidad que justifica la posesión de los bienes por la Iglesia, en apoyo de la actividad pastoral y de la caridad”.
En lo concreto, Bergoglio promueve una rotación en el personal de gestión: solo podrán ser nombrados por cinco años con un máximo de una prórroga.
Por su parte, redibuja las funciones del vicario general y del vicegerente. El auxiliar será siempre un cardenal vicario y el vicegerente un obispo auxiliar; de hecho, ha aprovechado para nombrar hoy mismo a Baldassare Reina. Así, todos estos cargos son por tiempo indefinido y cesarán de sus funciones si el Papa así lo decide.
Del mismo modo, ha promulgado hoy un decreto para la asignación de los sectores, ámbitos y servicios pastorales de los obispos auxiliares de la diócesis de Roma, que, al igual que la constitución, se hace efectivo el 31 de enero de 2023.
Tal y como se detalla en el artículo 31, “se ha constituido en el Vicariato de Roma una Comisión Independiente de Vigilancia como órgano de control interno, con su propio Reglamento aprobado por mí, compuesta por seis miembros, nombrados por mí, con competencia legal, civil y canónica certificada, financiera y administrativa, fuera de posibles conflictos de intereses, por una duración de tres años, que me informa una vez al año después de haberse reunido mensualmente, y haber verificado la marcha administrativa, económica y laboral del Vicariato. Los miembros de la Comisión podrán ser reelegidos por un solo período más, incluso consecutivo”.