Benedicto XVI mantuvo durante todo su pontificado como portavoz al jesuita italiano Federico Lombardi, una cercanía que hizo que el papa Francisco, cuando llegase el momento de la sustitución, pusiera al religioso al frente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger–Benedicto XVI como presidente. Esta institución, constituida tras la renuncia del pontífice alemán, trata de estimular la investigación teológica en todo el mundo con premios, becas de estudio y la organización de congresos internacionales con unos fondos que proceden mayoritariamente de los derechos de autor de los libros del papa Ratzinger. En este tiempo, Lombardi ha podido seguir de cerca el interés suscitado en ambientes académicos por el magisterio de Benedicto XVI, a la vez que ha podido mantener en una relación continua con el pontífice durante su retiro.
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P.- En la última aparición pública oficial de Benedicto XVI, el 28 de junio de 2016, con motivo del 65º aniversario de su ordenación sacerdotal, utilizó la palabra griega “acción de gracias” como mensaje principal. ¿Ha sido esta actitud una constante en su vida?
R.- Como persona de fe, siempre ha tenido un sentido profundo de gratitud y así lo repite en el testamento espiritual que hemos conocido ahora, en el que toda la primera parte es un agradecimiento, por su parte, a su país, su familia, la fe católica que ha recibido y el ambiente en el que ha crecido rodeado de belleza. Ha sido una persona que, a pesar de haber vivido en tiempos muy difíciles, como fueron los del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, ha experimentado siempre una inmensa gratitud por haber podido llevar una vida enraizada en la fe, con una perspectiva muy positiva y muy clarividente.
Esta perspectiva la ha conservado siempre hasta el final, y le diré que probablemente será ella el fundamento de la serenidad y la claridad de sus enseñanzas, algo que me ha llamado la atención desde joven cuando le conocí por sus textos, especialmente por la ‘Introducción al cristianismo’. Me sorprendió que era una presentación muy positiva de la fe, consciente de los problemas de nuestro tiempo, pero a la vez inspiradora de confianza y esperanza para la vida y el compromiso de los cristianos y de la Iglesia.
Fascinación
P.- Y, visto desde la otra orilla, ¿tiene que estar ahora la Iglesia agradecida por la vida de Ratzinger?
R.- Desde luego, no hay más que ver la fascinación que ha suscitado en estos días el Papa emérito entre la cantidad de personas que han ido a honrarlo y despedirlo a San Pedro. Han venido con un recuerdo positivo de él, tienen en su memoria unas enseñanzas positivas, lúcidas y profundas al mismo tiempo, algo que es muy consolador en la vida de fe. Sin duda, tenemos que agradecerle su síntesis entre la fe y la razón, y una razón que quiere vivir con confianza porque ha descubierto lo positivo de conocer la verdad. En este nos ha guiado como Iglesia y es una aportación a la que tenemos que estar agradecidos.
P.- Ha repasado en estos días el itinerario vital del sacerdote y el cardenal prefecto. ¿Qué trasladó a su pontificado de la experiencia alemana y de su paso por Doctrina de la Fe?
R.- Él ha dicho en sus conversaciones después de la renuncia que era consciente de que sus fuerzas le restaban ímpetu para continuar su labor de presentar la fe en una forma positiva para nuestro tiempo, que ha sido la labor de su vida. Él era consciente, no solo de haber recibido la fe, sino también de haber recibido una capacidad intelectual, cultural y expresiva a través del uso del lenguaje que podía ser un servicio para toda la Iglesia. Además, esto ha sido también un servicio para la humanidad al fomentar el diálogo con el mundo y destacar la aportación que la fe puede dar para afrontar los problemas de la sociedad, no solo desde la razón, sino con una razón que se abre a la aportación de la fe y de la experiencia cristiana.
Es lo que expresa significativamente su lema episcopal, ‘Cooperatores Veritatis’, ‘cooperador de la Verdad’. Antes de ser obispo ya era un colaborador de la verdad cuando la estudiaba, la buscaba y la enseñaba; y, después, lo ha seguido siendo, tratando de guiar en su fidelidad a las personas que le habían sido confiadas. Además de una verdad que se busca siempre, que está en camino, que no es una cosa abstracta, ni que se encuentra definitivamente una vez para siempre; sino tras una búsqueda que implica toda la persona y que lleva a Cristo, la plenitud de la Verdad. Creo que este es el hilo unificador de todas las etapas de su vida.
Legado histórico
P.- ¿La historia podrá entender a Benedicto XVI sin su renuncia?
R.- Creo que la historia lo reconocerá como un pontífice con un magisterio muy rico y atento a los problemas de la cultura de hoy y con una espiritualidad muy profunda. Además, siempre será recordado por su renuncia, aunque me parece que no tenemos que reducir todo su pontificado a este momento, sino que la renuncia se integra bien en su personalidad de hombre de fe que también fue muy racional, que era capaz de afrontar de forma analítica los problemas y era consciente de su responsabilidad.
Pudo llegar a tomar esa decisión, que va mucho más allá de las circunstancias concretas que estaba viviendo en ese momento, gracias al sentido de responsabilidad con una perspectiva de fe y una racionalidad y lucidez mental. Por eso no me extraña que, con esta personalidad y esa espiritualidad, haya llegado a tomar este camino tan razonable, como luego han demostrado luego los hechos; un nuevo camino que ha sido parte de su aportación al papado en sí, colocándolo en una dimensión humana racional. Nos ayuda también a los demás a tener una imagen menos distante y no tan idealizada del papado.