En el domingo del Bautismo del Señor, el Papa ha recordado que “a orillas del Jordán, Jesús nos revela el sentido de su misión: vino a cumplir la justicia divina, que es salvar a los pecadores”
En este domingo de la fiesta del Bautismo del Señor, el papa Francisco ha reflexionado, antes del rezo del ángelus, acerca del evangelio que presenta la liturgia de hoy: “Jesús aparece en público después de su vida oculta en Nazaret, y llega a la orilla del río Jordán para ser bautizado por Juan”.
“Al ver a Jesús mezclándose con los pecadores, uno se asombra y se pregunta: ¿por qué Él, el Santo de Dios, el Hijo de Dios sin pecado, hizo esta elección?”, ha dicho Francisco, señalando que “la respuesta la encontramos en las palabras que Jesús dirige a Juan: ‘Déjalo por ahora, porque es mejor que cumplamos toda justicia'”. Pero, “¿qué significa cumplir con toda justicia?”.
“Al ser bautizado”, ha señalado Francisco, “Jesús nos revela la justicia de Dios, que Él vino a traer al mundo”, ya que “muchas veces tenemos una idea estrecha de la justicia y pensamos que significa: quien se equivoca paga y así satisface el mal que ha hecho”. Sin embargo, la justicia de Dios “es mucho mayor”, porque “su finalidad no es la condenación del culpable, sino su salvación y su renacimiento, haciéndolo justo. Es una justicia que nace del amor, de esa profundidad de compasión y misericordia que es el corazón mismo de Dios Padre que se conmueve cuando somos oprimidos por el mal y caemos bajo el peso de los pecados y debilidades”.
“Entonces comprendemos que, a orillas del Jordán, Jesús nos revela el sentido de su misión: vino a cumplir la justicia divina, que es salvar a los pecadores; vino a tomar el pecado del mundo sobre sus hombros y descender a las aguas del abismo, de la muerte, para recuperarnos y no dejar que nos ahoguemos”, ha explicado Francisco.
Para explicarlo, ha recurrido a las palabras de Benedicto XVI, quien afirmó que “Dios ha querido salvarnos yendo él mismo al fondo del abismo de la muerte, para que todo hombre, incluso el que ha caído tan bajo que ya no ve el cielo, encuentre la mano de Dios a la que agarrarse y resucite de las tinieblas para ver de nuevo la luz para la que fue creado”.
“Hermanos y hermanas, también nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ejercer la justicia de esta manera, en las relaciones con los demás, en la Iglesia, en la sociedad”, ha concluido el Papa, “no con la dureza de quien juzga y condena dividiendo a las personas en buenas y malas, sino con la misericordia de quienes acogen compartir las heridas y fragilidades de hermanas y hermanos, para resucitarlos”.