El próximo 11 de febrero, la Iglesia conmemora la Jornada Mundial del Enfermo. Cuando apenas queda un mes para dicha celebración, el Vaticano ha publicado el mensaje del papa Francisco para esta fecha, en el que hace hincapié en que la enfermedad es una experiencia común a todos los seres humanos. Pero, sobre todo, en la validez de la vida bajo todas las circunstancias. A continuación, las cinco claves del mensaje de Francisco para este día:
El Papa subraya en su misiva que “la experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural”. Por ello, “no nos excluyen del pueblo de Dios; al contrario, nos llevan al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino”. Se trata, por tanto, “de aprender de Él, para ser verdaderamente una comunidad que camina unida, capaz de no dejarse contagiar por la cultura del descarte”.
Rememorando la parábola del Buen Samaritano –hilo conductor de la Encíclica Fratelli tutti–, Francisco señala que “existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad”. En particular, “el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda”. Por ello, aunque “no es fácil distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia”, no hay que perder de vista que “en realidad, el nivel de las desigualdades y la prevalencia de los intereses de unos pocos ya afectan a todos los entornos humanos, hasta tal punto que resulta difícil considerar cualquier experiencia como ‘natural'”.
Por ello, Francisco asevera que “todo sufrimiento tiene lugar en una cultura y en medio de sus contradicciones”. Sin embargo, el Papa apunta que, en este sentido, lo importante es “reconocer la condición de soledad, de abandono”, porque esto es “una atrocidad que puede superarse antes que cualquier otra injusticia”, porque, tal como apunta la parábola del Buen Samaritano, “todo lo que se necesita para eliminarla es un momento de atención, el movimiento interior de la compasión”.
Francisco señala en su mensaje que “nunca estamos preparados para la enfermedad”, y, a menudo, “ni siquiera para admitir el avance de la edad”, ya que vivimos en una cultura en el que “el mercado nos empuja” a negar la vulnerabilidad. “De este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos”, afirma. “Puede suceder, entonces, que los demás nos abandonen, o que nos parezca que debemos abandonarlos, para no ser una carga para ellos”, continúa el Papa, comenzando así “la soledad, y nos envenena el sentimiento amargo de una injusticia, por el que incluso el Cielo parece cerrarse”.
“Por eso es tan importante que toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano, para llegar a convertirse en un auténtico hospital de campaña”, asevera Francisco. “Su misión, sobre todo en las circunstancias históricas que atravesamos, se expresa, de hecho, en el ejercicio del cuidado”, ya que “todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar”. La situación de los enfermos es, por tanto, “una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos”.
Tras estos años en los que la pandemia del Covid-19 “han aumentado nuestro sentimiento de gratitud hacia quienes trabajan cada día por la salud y la investigación”, el Papa señala que “de una tragedia colectiva tan grande”, no basta salir “honrando a unos héroes”. Y es que estos años han sometido “a una dura prueba esta gran red de capacidades y de solidaridad, y mostró los límites estructurales de los actuales sistemas de bienestar”.
Por tanto, para el Papa es necesario “que la gratitud vaya acompañada de una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y de recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud”.
“La Jornada Mundial del Enfermo”, apunta el Papa, “no sólo invita a la oración y a la cercanía con los que sufren. También tiene como objetivo sensibilizar al pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias y a la sociedad civil sobre una nueva forma de avanzar juntos”.
Por ello, anima que el próximo 11 de febrero “miremos también al Santuario de Lourdes como una profecía, una lección que se encomienda a la Iglesia en el corazón de la modernidad”. Porque “no vale solamente lo que funciona, ni cuentan solamente los que producen. Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado”.