En entrevista para Vida Nueva, el catedrático Gerardo Cruz González, del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, habla de las expectativas que se tienen en temas como migración, narcotráfico y violencia
Del 9 al 11 de enero se lleva a cabo en la Ciudad de México la Cumbre de Líderes de América del Norte, donde los presidentes de Canadá, Justin Trudeau; Estados Unidos, Joe Biden, y México, Andrés Manuel López Obrador, como anfitrión, así como sus respectivas delegaciones, discutirán diversos temas de política exterior que involucran a la región.
En entrevista para Vida Nueva, el maestro Gerardo Cruz González, coordinador de la maestría en pensamiento social cristiano de la Universidad Católica Lumen Gentium y el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imodosc) reflexiona sobre lo que se espera de esta cumbre, principalmente en temas de migración, narcotráfico y violencia.
Para el también coordinador de la Comisión de Formación de la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Refugio y Desplazamiento y Trata (Clamor) del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), es importante tener claro que esta cumbre se lleva a cabo en un contexto de desgaste social, principalmente en Estados Unidos y México, ocasionado por el tráfico de drogas y de armas.
Y es que –dice– resulta preocupante y escandaloso el número de jóvenes y adultos que mueren en la Unión Americana por el consumo de fentanilo, principalmente; aunque también México empieza a experimentar los estragos fatales por el consumo de estas drogas, muchas veces procesadas en nuestro país.
Aunado a ello –apunta– se tiene en Estados Unidos y en México un elevado número de personas que mueren en hechos violentos con armas de fuego:
“En México se ha hecho tan común el uso de armas, y por eso podemos ver a diario hechos donde no faltan ejecuciones extra judiciales, desapariciones y violencia; de igual modo, en Estados Unidos vemos cómo se desatan balaceras en escuelas o actos públicos. Esta violencia se tiene que atender en el contexto social, pues muchas veces es exacerbada por las drogas”, señaló.
Para el especialista, la solución no es una política punitiva, sino más bien tener una cultura en la que los jóvenes se sientan también involucrados en procesos educativos, laborales, culturales, productivos y de trabajo, que los alejen del uso de las drogas; “muchos de nuestros jóvenes lo hacen por el contexto de abandono familiar y social, y porque el gobierno los deja a la deriva del crimen organizado”, asegura.
Por ello, confió en que los tres países tomen medidas humanas que atiendan los problemas, “pues con la captura de Ovidio Guzmán no se va a acabar el problema del narcotráfico, producción de drogas, el trasiego y consumo de las mismas, sino que simplemente cambian de capo. El problema es mucho más complicado y requiere asumir políticas diversas, orgánicas, integrales que atiendan a las personas, especialmente a los grupos más vulnerables”.
En cuanto al tema migratorio, el maestro Cruz González destacó el número de personas que transitan hacia el norte del país, tratando de llegar a Estados Unidos, muchas de ellas esperando que se les dé asilo político; son migrantes provenientes de Haití, Venezuela, Nicaragua, Cuba, Centroamérica, México, pero también de países sudamericanos. Actualmente muchos de ellos están varados a lo largo del territorio nacional (ante la imposibilidad de entrar a la Unión Americana), especialmente en la frontera, donde se han instalados campamentos.
Recordó que esta situación se debe en parte a la política migratoria de Estados Unidos, especialmente el Título 42, surgido en la administración del presidente Donald Trump para impedir la entrada a migrantes, argumentando condiciones de seguridad nacional ante el Covid-19.
“Por ese motivo, muchos de los migrantes permanecieron en México, y otros que lograron entrar a Estados Unidos fueron devueltos. Nuestro país emprendió un programa que ya no está vigente, llamado ‘Permanecer en México’, que tenía como objetivo que las personas solicitantes de asilo en los Estados Unidos permanecieran en nuestro país mientras se decidía su situación jurídica; el programa se vio rebasado pues hubo un desborde de migrantes que solicitaban asilo”, detalló.
Por esta razón, aseguró que lo que se espera de esta cumbre, en términos de derechos de las personas migrantes, es que se asuma el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, elaborado bajo los auspicios de las Naciones Unidas, que pugna por una migración segura, ordenada, humana y regulada, cosa que no ha sucedido prácticamente en ningún lugar del mundo.
“Esperamos que los tres mandatarios de Norteamérica se responsabilicen de estos procesos migratorios no solamente al interior de sus países, sino en el contexto regional, y para ello deberían tomar en cuenta lo que sus gobiernos firmaron a mediados del año pasado en Los Ángeles para promover condiciones políticas, económicas y de seguridad, tanto social como ambiental, para que las personas lleven una vida pacífica, productiva y digna en sus países de origen, lo que en la doctrina social de la Iglesia se conoce como el derecho a no migrar; es decir, a tener condiciones básicas para el desarrollo personal y comunitario en sus lugares de origen”.
El especialista espera que los mandatarios de Estados Unidos, Canadá y México también atiendan los objetivos de desarrollo de la ONU para el 2030 que, en términos de migración, propone el desarrollo integral de las personas en su lugar de origen o en las comunidades de llegada, donde deben ser acogidas para que puedan integrarse en sus sociedades y su economía.
“Idealmente se esperaría que los tres presidentes se comprometan a proteger la seguridad y la dignidad de todos los migrantes, sean refugiados, solicitantes de asilo, apátridas, independientemente de su calidad migratoria, por el solo hecho de ser seres humanos”.
También consideró fundamental que la Cumbre de Norteamérica voltee a ver las necesidades de los países vecinos del sur, especialmente los centroamericanos, donde el desarrollo humano es muy bajo, y por lo tanto donde habría que invertir para que las personas puedan trabajar, educarse y tener una vida digna dentro de sus países; así como a otras naciones donde el desarrollo prácticamente es nulo, como en el caso de Haití.
En este sentido, aseguró que Biden llegó a esta cumbre con un avance al extender el Título 42, ofreciendo mensualmente 30 mil visas de asilo para personas provenientes de Venezuela, Cuba, Haití y Nicaragua, pero con las restricciones de que entren por la vía legal, lo que afecta a la mayoría de las personas que tienen que migrar forzadamente.
“Por su parte, México se ve obligado a recibir a las personas deportadas, devueltas de los Estados Unidos, cosa absolutamente injusta”, señaló.
Recordó que para organizaciones como la Red Clamor, estas cumbres son muy importantes porque pueden generar, o mayor exclusión social o aprovechar la oportunidad para construir una sociedad más justa.
Finalmente, el maestro Gerardo Cruz se refirió a la importancia del pensamiento social cristiano y de la doctrina social de la Iglesia, que aportan elementos fundamentales para tener una lectura adecuada de la realidad y no una lectura simplista donde hay buenos y malos, sino de la realidad como una complejidad social a la cual todos, creyentes o no pueden contribuir.
“Hay promotores de la paz, trabajadores por los derechos humanos, defensores de personas migrantes, de personas que trabajan en contra de la trata, a favor de restaurar la paz en sitios de mucho conflicto, que tienen en el centro de toda su actividad el Evangelio: el amor que Dios ha reflejado a todos los seres humanos y que nosotros, como bautizados, tenemos la responsabilidad de ir reflejando en todas nuestras relaciones sociales”, concluyó.