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Alberto Royo: “Me toca ser ‘un poquito’ el malo de la película”

El nuevo promotor de la fe en el Dicasterio para las Causas de los Santos asume que le consideren “el abogado del diablo” en los procesos de canonización





Si el pasado septiembre dejaba la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Parla para incorporarse como relator del Dicasterio para las Causas de los Santos, el 5 de enero el Papa le nombraba ‘promotor de la fe’, o lo que es lo mismo, lo que equivaldría al fiscal que pone los ‘peros’ a aquellos que quieren ser elevados a los altares.



PREGUNTA.- Cuando fue ordenado cura de Getafe, ¿se imaginó que acabaría siendo ‘el abogado del diablo’ en el Vaticano?

RESPUESTA.- Para nada. Es más, estudié derecho canónico de rebote por una beca que ofrecieron en la Santa Cruz. Cuando tuve que elegir la tesis doctoral, elegí aquello que me parecía más espiritual: las causas de canonización. Es verdad que estaba pillado por los pelos, porque solo hay un canon dedicado en todo el Código. ¡Quién me iba a decir a mí que después iba a ser el centro de mi servicio a la Iglesia hoy!

P.- ¿Es consciente del peso que implica ser el malo de la película?

R.- Es cierto que ‘un poquito’ te toca ser el malo de la película, porque tengo que dar la cara. No es un puesto fácil, pero, en esta misión me siento apoyado y respaldado por todo el Dicasterio. Sobre todo, brota en mí esa responsabilidad que debería estar presente en todos aquellos que se involucran en una causa de beatificación: la búsqueda de la verdad. Cuando se propone a una persona como candidato a los altares, hay que hacer un discernimiento y el Señor da signos de seguir o no adelante. No solo porque se sea la madre fundadora, a la fuerza tiene que ser canonizada. La reflexión ha de ser otra: ¿Dios ha elegido a esa persona como un referente de vida cristiana?

P.- ¿Llegan muchas hagiografías con expedientes cuestionables o el trabajo es riguroso de origen?

R.- La Iglesia universal es muy grande y te topas con realidades muy distintas. Hay diócesis con amplia experiencia, pero también hay países que nunca jamás han elaborado una causa. Estamos acostumbrados a España, Francia e Italia que tienen mucho rodaje, pero la mayoría de las diócesis del mundo no han tenido nunca una causa de canonización entre manos. Este es el motivo por el que algunas no llegan a Roma bien perfiladas con una instrucción deficiente por falta de pruebas, por una investigación no exhaustiva… Con ánimo manifiesto de engañar, no me he encontrado nada hasta ahora.

Causas frenadas

P.- En los últimos años, hemos visto alguna causa en curso frenada en seco a raíz de la crisis de los abusos sexuales. ¿Se está mirando con lupa en el Dicasterio este asunto cuando antes no centraba atención?

R.- Es un tema que está en el candelero y la sensibilidad está más agudizada. Aunque se han dado casos llamativos, no es el único motivo por el que se puede frenar una causa. Ahí está el fundador de los reparadores, el padre León Dehon, cuya beatificación se detuvo por Juan Pablo II, debido a unos escritos suyos sobre los judíos.

P.- Más allá de obispos, fundadores y mártires, Francisco quiere priorizar a los “santos de la puerta de al lado”. ¿Están llegando ya estas causas de católicos de a pie que han vivido lo ordinario de forma extraordinaria?

R.- Con ‘Gaudete et exultate’ Francisco se ha convertido en el primer Papa en escribir un documento pontificio en la Historia dedicado a la santidad. No es una bula ni nada por el estilo, sino una exhortación apostólica centrada en invitarnos a ser santos. Y lo ha hecho acortando toda distancia entre la santidad de los libros y la de la vida real. A través de su reflexión sobre las bienaventuranzas nos hace caer en la cuenta de que ni es tan difícil ni tan aburrido ser santos, sino un camino sencillo al que todos estamos llamados. Sobre los santos de la puerta de al lado, la Iglesia los ha tenido siempre.

Juan Pablo II ya quiso destacar modelos laicales y de matrimonios y, sin duda, Francisco quiere popular la santidad, que es algo muy bueno. Pero olvidemos que la Edad Media fue un tiempo de reconocimiento de los laicos, pero luego llegó la reforma protestante y la Iglesia puso en valor en la contrarreforma a los curas y a las monjas. ¡Más santos de la puerta de al lado que san Isidro labrador y santa María de la Cabeza no los hay y no son precisamente de antes de ayer! Tampoco me gustaría olvidarme de San Benito José Labre, un ‘sin techo’ romano del siglo XVIII.

Ser santos

P.- ¿Es asequible canonizar a estos santos de a pie o continúa siendo un empeño al alcance pocos?

R.- Francisco ha racionalizado la cuestión de los gastos del proceso, ha puesto orden frente a los abusos que se daban, no tanto por parte del Dicasterio, sino por el entorno de los postuladores con cifras astronómicas. No se trata de un proceso barato, pero sí se cuenta con un fondo para ayudar a causas pobres. La experiencia dice que cuando arranca un proceso y un siervo de Dios se da a conocer, los benefactores llegan. Pero, efectivamente no es lo mismo una causa vinculada a un país europeo que a Burundi.

P.- Al igual que con Juan Pablo II, en el funeral de Benedicto XVI se escuchó algún ‘¡Santo, súbito!’. ¿Llegará antes o después la canonización de Joseph Ratzinger?

R.- Cuando se planteó ese ‘santo súbito’ de Juan Pablo II, el primero que puso reparos fue el cardenal Ratzinger, que no lo veía claro. Como Papa, dispensó los cinco años entre la muerte y el inicio del proceso, pero mantuvo todos los pasos de la causa. En el caso de Benedicto XVI, yo no puedo adelantar el juicio de la Iglesia, pero creo que, más allá de su incuestionable aportación teológica ha dado un testimonio de fortaleza, humildad y libertad de espíritu al afrontar el pontificado y su renuncia.

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