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Adalberto Martínez Flores: “No veo inconveniente en prefectos laicos para la Curia”





Adalberto Martínez Flores, primer cardenal de Paraguay y arzobispo metropolitano de Asunción, estuvo de visita en el Vaticano el pasado mes de diciembre para tomar posesión de su título cardenalicio. Por esas mismas fechas, además, fue recibido por el papa Francisco en el Palacio Apostólico.



Entre sus presentes, una cruz bordada en filigrana por artesanos de Luque –emporio de la joyería–, reliquias de María Felicia de Jesús Sacramentado (la beata Chiquitunga), una agenda de 2023 y la prometida chipa, un bocadillo típico que el propio Santo Padre, durante el consistorio de agosto, quedó ‘pendiente’ de probar. La peregrinación incluyó, asimismo, un recorrido por las calles de Roma en compañía del también cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

PREGUNTA.- ¿Qué significado tiene para usted el ser el primer cardenal de Paraguay?

RESPUESTA.- Mi designación y posterior creación como cardenal es una distinción del papa Francisco para la Iglesia y para Paraguay como nación, a la que él admira profundamente. Pensó en mí y me otorgó la responsabilidad y la distinción de ser el primer cardenal paraguayo. Dios ha querido que sea el primer obispo paraguayo investido con la dignidad cardenalicia, no por méritos propios, sino por su bondad y misericordia.

La investidura de cardenal, además de mi función como arzobispo metropolitano, que implica ser cabeza de la Provincia Eclesiástica del Paraguay, se constituye en una gran responsabilidad frente a la Iglesia y el conjunto del país. Nuestro estilo ha sido y seguirá siendo profundizar en la sinodalidad, es decir, escucharnos y caminar juntos como Iglesia y como sociedad. En cuanto a la vida del país, nuestro empeño será siempre buscar la concordia, mediante el diálogo social, para que impere el bien común.

P.- ¿Cómo vivió el octavo consistorio de este pontificado en el que fue creado cardenal?

R.- Obviamente, para mí, fue el primer consistorio como miembro del Colegio cardenalicio. Los días del consistorio fueron una experiencia extraordinaria de la catolicidad de la Iglesia, es decir, la vivencia de una Iglesia universal. Allí se pudo ver el rostro multicultural de la Iglesia, con cardenales provenientes de multiplicidad de naciones, pero, a la vez, una sola Iglesia, católica, apostólica, unida bajo el ministerio del sucesor de Pedro, el Papa, obispo de Roma. Una anécdota muy especial la viví en la oportunidad que tuve de conversar brevemente con el papa Francisco. Él siempre recuerda Paraguay; en esa ocasión, nuestro diálogo fue sobre la chipa, un bocadillo tradicional paraguayo, y le pregunté si ya había probado lo que le llevé. Su respuesta fue que todavía no, pero se le notaba ansioso por poder probar un poco.

En comunión

P.- Fue un consistorio especial, porque el Papa llamó a todos los cardenales para reflexionar sobre la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ ¿Hubo buena sintonía?

R.- Puedo confesar que el tema en el que sentí mayor acuerdo fue el que respecta a la comunión, al testimonio de amor mutuo entre los cristianos, como así también la dificultad de la sociedad actual para abrirse al mensaje de Dios. En el consistorio pudimos compartir muy fraternalmente sobre Praedicate Evangelium y detectar algunos puntos que necesitan clarificaciones y que presentan desafíos para su aplicación. Esa aplicación debe darse no solo en la Curia, sino a todos los niveles de Iglesia.

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