El Papa ha reconocido hoy las virtudes heroicas religioso español junto a otros cinco siervos de Dios
El papa Francisco ha promulgado este jueves, 19 de enero, tras una reunión con el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el decreto por el cual se reconocen las virtudes heroicas de seis siervos de Dios, entre los cuales se encuentran los sacerdotes españoles Vicente López de Uralde Lazcano, marianista, y el que fuera canónigo de la Catedral de Mallorca, Miguel Costa y Llobera.
López de Uralde (22 de enero de 1894) era natural de Vitoria, pero pasó gran parte de su vida en Cádiz, donde desempeñó su ministerio y adquirió una fama de santidad basada en la sencillez, firmemente aferrada a lo que hoy el papa Francisco llamaría “santos de la puerta de al lado”.
Tanto fue así que el Ayuntamiento de Cádiz le nombró Hijo Adoptivo de la ciudad el año 1968 y le concedió la Medalla de Oro de Cádiz. Falleció el 15 de septiembre de 1990 a los 96 años de edad. Su causa de beatificación finalizó la fase diocesana en enero de 2010, y ha sido ahora cuando, una vez examinada, se le ha reconocido como siervo de Dios, el primer paso hacia la beatificación.
López de Uralde nació en el seno de una familia humilde: su padre era carpintero y su madre costurera. Eran cinco hermanos, de los cuales los tres varones fueron sacerdotes. En año 1905 ingresó en el postulantado que la Compañía de María –congregación que tenía en su ciudad una escuela para niños de familias con bajo nivel adquisitivo– tenía en Escoriaza. Emitió sus votos perpetuos el 24 de agosto de 1917.
Licenciado en Filosofía y Letras, fue profesor en diferentes colegios marianistas. Además, hizo su formación sacerdotal en el seminario internacional de la Compañía en Fribourg (Suiza). En 1928 llegó a Cádiz, ciudad en la que pasaría el resto de su vida. Los testimonios de quienes le conocieron coinciden en su buen carácter, que se reflejaba, especialmente, en el sacramento de la confesión, donde subrayan que siempre mantenía una actitud de acogida y escucha que resultaba un claro manifiesto de la misericordia de Dios.