El papa Francisco ha recibido hoy en audiencia a los participantes en el curso internacional de formación de animadores diocesanos de las celebraciones litúrgicas sobre el tema ‘Vivir en plenitud la acción litúrgica’, que se ha celebrado estos días en el Pontificio Istituto San Anselmo.
- OFERTA: Año nuevo, Vida Nueva: este 2023 suscríbete a la revista en papel todo el año por solo 99,99 euros
- PODCAST: No callarás: la Iglesia que sí clama contra la violencia machista
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Durante su discurso, el Papa ha recordado que “el cuidado de las celebraciones requiere preparación y compromiso. Los obispos, en nuestro ministerio, lo sabemos muy bien, porque necesitamos la colaboración de quienes preparan las liturgias y nos ayudan a cumplir nuestro mandato de presidir la oración del pueblo santo”. Por ello, el servicio a la liturgia requiere, “además de un conocimiento profundo, un profundo sentido pastoral”.
En este sentido, Francisco ha expresado su alegría “al ver que una vez más estáis renovando vuestro compromiso con el estudio de la liturgia”, ya que esta “nunca se posee plenamente, no se aprende como las nociones, los oficios, las habilidades humanas. Es el primer arte de la Iglesia, el que la constituye y la caracteriza”.
Por ello, el Papa ha subrayado también que “uno de los aspectos más complejos de la reforma es su implementación práctica, es decir, la forma en que se traduce en la vida cotidiana lo establecido por los Padres conciliares, y entre los primeros responsables de la puesta en práctica está precisamente el maestro, que junto al director de la pastoral litúrgica acompaña a la diócesis, a las comunidades, a los sacerdotes ya los demás ministros a poner en práctica la práctica celebratoria indicada por el Concilio”.
Cuidar el silencio
Además, el Papa ha señalado: “¿Cómo aprendimos a servir Misa cuando éramos niños? Ver a nuestros amigos mayores haciéndolo. Es esa formación de la liturgia sobre la que escribí en Desiderio que deseabas”. Y es que “el decoro, la sencillez y el orden se logran cuando todos, lentamente, a lo largo de los años, asistiendo al rito, celebrándolo, viviéndolo, comprenden lo que deben hacer. Eso sí, como en una gran orquesta, cada uno debe conocer su parte, los movimientos, los gestos, los textos que pronuncia o canta; entonces la liturgia puede ser una sinfonía de alabanza, una sinfonía aprendida de la lex orandi de la Iglesia”.
Por último, Francisco ha instado a los presentes a “proteger el silencio, especialmente antes de las celebraciones, ayudar a la asamblea ya los concelebrantes a concentrarse en lo que se va a hacer”. “A menudo las sacristías son ruidosas antes y después de las celebraciones, pero el silencio abre y prepara al misterio, permite la asimilación, deja resonar el eco de la Palabra escuchada”, ha señalado. “Fraternidad, saludarse es hermoso, pero es el encuentro con Jesús lo que da sentido a nuestro encuentro, a nuestro reencuentro. ¡Debemos redescubrir y valorar el silencio!”.