El arzobispo Sviatoslav Shevchuk, referente de la Iglesia católica en Ucrania, ha concedido una amplia entrevista a ‘Ukranian Pravda’ en la que aborda numerosas cuestiones a poco más de un año de cumplirse la invasión rusa a su país.
Cuestionado sobre por qué Dios permite este horror, el prelado responde a corazón abierto: “Desde el comienzo de la guerra, cuando el dolor no hacía más que crecer, la gente recurrió a la Iglesia precisamente en busca de ayuda para encontrar el significado de su dolor. Y, cuando una persona, ya sea un soldado, un civil o incluso un estadista, vio que había algún valor superior por el cual valía la pena sufrir, entonces ese dolor se convirtió en una fuente de indomabilidad”.
En este sentido, relata una anécdota con el alcalde de Kiev, Vitaly Klitschko, a quien ofreció ayuda humanitaria, siendo esta la respuesta del político: “Más que pan y ropa, necesitamos una palabra de esperanza”. Algo en lo que el propio Shevchuk coincide: “Aparte de la Iglesia, aparte de la palabra de Dios, nadie puede dar esa esperanza. En el Evangelio de Cristo vemos valores superiores que dan vida y por los que vale la pena vivir”.
Sobre los lazos fraternos que les unían con Rusia, también en lo espiritual, el arzobispo es claro a la hora de asegurar que todavía no estamos en una fase de perdón: “Cuando escuchamos la palabra ‘rusos’ en Ucrania hoy, imágenes de tortura masiva, ciudades y pueblos destruidos aparecen ante nuestros ojos. Por lo tanto, de una manera puramente humana, los ucranianos de hoy sienten que los rusos son extranjeros y asesinos que vinieron a quitarnos todo lo que somos y tenemos”.
Ante la certeza de que “no podemos transigir con el mal” y de que “es humanamente difícil para nosotros ver personas en esos asesinos”, también llama al esfuerzo para, “de manera cristiana, dar a todos la oportunidad de arrepentirse”. Porque, si bien “la ira es un instinto humano natural”, también es cierto que, en clave de fe, “la ira justa es el material de la virtud del coraje. Necesitamos coraje hoy. Valor para perseverar, valor para vencer. Porque, si la ira no se transforma en valentía, puede volverse destructiva. (…) La práctica ascética cristiana muestra que, de hecho, podemos transformar la ira en coraje y resiliencia. Esta ira justa puede convertirse en un poder. Una fuerza que puede ganar”.
Desde una mirada histórica, Shevchuk reconoce que las relaciones con el Patriarcado Ortodoxo de Moscú siempre han sido “difíciles”. Y es que, en tiempos de la Unión Soviética, cuando su Iglesia era “un instrumento del Estado” (“muchos historiadores afirman que el camarada Stalin fue el verdadero creador de la Iglesia Ortodoxa Rusa”), el régimen estalinista “liquidó por la fuerza nuestra Iglesia y transfirió todas las propiedades a la Iglesia Ortodoxa Rusa”.
Muchas décadas después, aún se constata que “la Iglesia Ortodoxa Rusa vive hoy de la ideología, de la visión de sí misma y de su territorio desde aquellos tiempos”. De ahí que reclame que “Ucrania es su territorio canónico”, algo que “viene de la idea de sus conquistas desde la época del camarada Stalin”.
Aunque relata con pena que ha intentado tener relaciones “personales” con el Patriarcado Ortodoxo de Moscú o con la propia Iglesia Ortodoxa Ucraniana, estos nunca han aceptado a los greco-católicos locales como interlocutores, sino que “siempre se han dirigido directamente al Vaticano”, Shevchuk es contrario a que el Parlamento ucraniano declare “ilegal” la presencia eclesial fiel a Moscú en su territorio. Y es que supondría darles “la palma del martirio”.
Algo que conoce bien por su propio devenir histórico, pues el catolicismo sobrevivió al régimen soviético en las catacumbas (“sobrevivimos bajo tierra”). Igualmente, esa condición de “mártir” tuvo un gran premio: “Salvó nuestra autoridad moral”.
De ahí que el arzobispo le haya dicho esto recientemente a un parlamentario: “Si quiere perpetuar el Patriarcado de Moscú en Ucrania, prohíbalo”. Porque “la Iglesia no es solo una estructura religiosa, una organización que tiene un estatuto, un líder o un centro religioso. La Iglesia es un pueblo que también tiene derechos constitucionales. Mientras haya personas que estén orientadas hacia la ortodoxia de Moscú en Ucrania, esa Iglesia existirá”.
Otra cosa, eso sí, es que haya que aplicar la ley para todos: “Por otro lado, el Estado tiene derecho a cuidar de su seguridad nacional. Y, por lo tanto, si hay traidores, ya sea entre católicos, protestantes, judíos, musulmanes u ortodoxos, que son peligrosos para el Estado, en particular durante la ley marcial, deben ser identificados y, observando todas las leyes, darse los pasos siguientes. No debe ser perseguido nadie por pertenecer a alguna estructura eclesiástica, no. Pero, por crímenes contra nuestro país, aquí todos somos iguales”.
Sobre las consecuencias sociales en la Ucrania que saldrá de la guerra, el arzobispo es claro al advertir de que “tengo la sensación de que la sociedad se está cansando de la democracia”. Ante la realidad de que, “hoy en día, algunas personas comienzan a sentir que la democracia no brinda un nivel adecuado de seguridad, que es una debilidad para responder a los desafíos”, lamenta que “existe el riesgo de que nos empiece a impresionar el espectro de una dictadura en Ucrania. Esto es muy peligroso”.
Con gran sentido crítico, argumenta que “todos entendemos que hoy el mundo apoya a Ucrania precisamente porque queremos ser un estado libre y democrático. El mundo apoya la democracia en Ucrania, contra el régimen totalitario de su vecino del norte. No debemos convertirnos en una copia interna de quien nos ataca. (…) Insto a todos a recordar y comprender que la guerra en Ucrania es una guerra por la democracia y los valores”.
La última pregunta, sobre si es pecado desear la muerte a Putin, la responde Shevchuk tras una pausa y con una sonrisa: “Oh, tendré que arrepentirme por él”.