Tierra Santa es mucho más que Israel y Palestina. De hecho, el Patriarcado Latino tiene bajo su jurisdicción también Chipre y Jordania. Por eso, en su peregrinación anual, los obispos para la Iglesia en Tierra Santa (Holy Land Coordination-HLC) han recalado, del 14 al 16 de enero, en este último país árabe, situado en la orilla este del río Jordán.
Desde allí, los pastores han constatado de primera mano la realidad en la que viven los cristianos jordanos, que no es ni mucho menos halagüeña, debido a la inestabilidad política de la región, que se corresponde con una compleja situación económica por los movimientos migratorios. No en vano, las guerras de Irak y Siria han propiciado el éxodo de más de un millón de personas al reino hachemita, que cuenta con 11 millones de habitantes.
“Los sirios reciben algunas ayudas porque se les reconocen sus derechos, pero los iraquíes carecen de estatuto de refugiados, por lo que Cáritas Jordania es la única entidad que sale a su rescate”, relata desde el país el arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives, como representante de la Conferencia Episcopal Española.
“Realizan una labor impagable. Hemos podido ver cómo les acogen y les tratan como en casa”, añade, lamentándose de que aquellos que huyen “no tengan la posibilidad de regresar a su lugar de origen, teniendo en cuenta el contexto bélico en el que se mueven”.
También han podido conocer cómo se trabaja en las 42 escuelas y 18 guarderías eclesiales que atienden a más de 9.000 alumnos bajo la coordinación del Patriarcado Latino. “Los colegios católicos en Jordania se han convertido en avanzadilla de la cultura del encuentro que propone el papa Francisco, puesto que son un ejemplo de convivencia entre las diferentes religiones frente a las tentaciones del fanatismo y la intolerancia”, suscribe Vives, que también reconoce que la monarquía libanesa se ha convertido en un apoyo para promover “una convivencia en paz desde el respeto a la diversidad”.