“Ser homosexual no es un delito”. Así de tajante se muestra el papa Francisco en una entrevista con The Associated Press. Partiendo de la base de que “Dios ama a todos sus hijos tal y como son”, Bergoglio reclama a los obispos y a las comunidades cristianas una actitud de “conversión” para discernir entre un “pecado” como la homosexualidad y, a la vez, clamar contra las “injustas” leyes que la criminalizan.
En el día a día en las parroquias, corresponde tratar a las personas homosexuales “con ternura; por favor, ternura, como la tiene Dios con cada uno de nosotros”. Pero, además, la propia Iglesia católica ha de comprometerse para la erradicación de las leyes homófobas: “Puede y debe trabajar para ponerles fin. (…) Tienen que hacerlo, tienen que hacerlo”.
Tras reiterar que “somos todos hijos de Dios y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad”, Francisco recalca que, en lo referente a la homosexualidad, debe distinguirse entre el delito y el pecado: “Ser homosexual no es un delito. (…) No es un delito. Sí, pero es pecado. Bueno, primero distingamos pecado por delito. Pero también es pecado la falta de caridad con el prójimo”.
En la entrevista, el Papa también aborda muchos otros temas, como su estado de salud: “Estoy bien. Por la edad que tengo, estoy normal”. Así, aunque reconoce que le castigan sus problemas de rodilla y sus divertículos (por los que en 2021 se le extrajeron 33 centímetros de intestino grueso), que “han vuelto”, zanja irónico: “Puedo morir mañana, pero vamos, está controlado. De salud estoy bien”.
Sobre la reciente muerte de su predecesor, Benedicto XVI, Bergoglio lamenta que ha perdido a “un padre” que siempre le mostró su lealtad y “su señorío”. Además de un pilar fundamental en su pontificado: “Para mí era una seguridad frente a una duda pedir el coche e ir hasta el monasterio [Mater Ecclesiae, donde residía Ratzinger] y preguntar. Perdí a un buen compañero”.
En cuanto a si habría que regular el procedimiento para la renuncia papal y el estado en que queda un papa emérito, Francisco admite con sencillez que ni se lo ha planteado: “No se me ocurrió”. Será en un futuro, con más experiencia en este sentido, cuando haya que plantearse “regularizar o reglamentar más”.
Ratzinger, que siguió vistiendo de blanco y vivía en las instalaciones vaticanas, seguramente “hubiera querido volver a su Alemania y seguir estudiando teología”. Pero hubo de optar por esa “solución intermedia” por la que “no era del todo libre”. Eso sí, Bergoglio rechaza que ahora mismo se esté planteando nada: “Incluso no se me ocurrió hacer testamento”.
Más allá de esto, el Papa reconoce que Benedicto XVI, con su histórica renuncia, “abrió la puerta”, siendo algo que él mismo no descarta. Así, en caso de renunciar también él, más que papa emérito, se haría llamar “obispo emérito de Roma” y viviría en la residencia para sacerdotes retirados en la Diócesis de Roma. Desde ahí “continuará” siendo “obispo de Roma, en comunión con todos los obispos del mundo”. Algo que refleja un trasfondo teológico por el que hay que huir de la visión del papado como “una corte”.
Respecto a las críticas que se han redoblado en su contra en un determinado sector de la Curia, Francisco las acepta con guante blanco: “Yo lo único que pido es que me las hagan en la cara, porque así crecemos todos ¿no?”. Además, no las relaciona con la muerte del papa emérito, sino con “el desgaste de diez años de gobierno”. Y es que, si su elección fue recibida primero con “sorpresa” por la designación de “un papa suramericano”, ahora llega el malestar “cuando empiezan a ver los defectos que yo tengo. (…) No les gusta”.
Tras admitir que le duelen humanamente (“son como la urticaria, que molesta un poquito”), reconoce que es inevitable recibir críticas: “Prefiero que las hagan, porque eso quiere decir que hay libertad para hablar. (…) Si no es así, se engendra una dictadura de la distancia, como la llamo, donde el emperador está allí y nadie le puede decir nada. No, que digan, porque la compañía, la crítica, ayuda a crecer y a que vayan bien las cosas”.
Sobre el cardenal australiano George Pell, fallecido hace dos semanas y quien había dejado escrito un artículo en el que calificaba el pontificado de “desastre” y “catástrofe”, además de confirmarse que fue el autor de un texto muy crítico que se distribuyó entre los cardenales hace un año y firmado con el pseudónimo “Demos”, Francisco solo dedica un elogio hacia su “mano derecha” como prefecto de Economía: “Dicen que al final me criticó. Bueno, tiene derecho, la crítica es un derecho humano. Un gran tipo. Grande”.