“Celebrar esta jornada no es destacar sobre las demás esta forma de vida en la Iglesia, sino acogerla, conocerla, apreciarla y ayudarla a crecer, en relación con las otras formas de vida cristiana en el seno del pueblo de Dios, que camina hacia el encuentro personal y comunitario con el resucitado”. Así se ha expresado el obispo de León, Luis Ángel de las Heras, durante el coloquio sobre la Jornada de la Vida Consagrada que se celebra este 2 de febrero, el cual ha sido moderado por la redactora jefe de ECCLESIA, Sara de la Torre.
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Así, el prelado ha puesto en valor “el don que Dios entrega a la Iglesia y al mundo” que se manifiesta a través de “hombres y mujeres que responden a la llamada y a una especial consagración con votos de castidad, pobreza y obediencia con diversos carismas y modos de vida”.
“Lejos de cualquier atisbo de mundanalidad espiritual, las presencias de la vida consagrada pueden ser varios testimonios de amor y de esperanza de Evangelio y de iglesia, maternal, sin necesidad de realizar grandes obras”, ha continuado, animando a la vida consagrada, haciendo referencia al lema de esta jornada, a “caminar en esperanza compartiendo lo que tenemos y somos con las personas que nos encontramos en la vida cotidiana”, ya que “siempre hay fecundidad en la vida consagrada cuando hay entrega y generosidad”.
Por su parte, y también haciendo referencia al lema de la jornada, Joao Braz de Aviz, prefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada, ha expresado que “partimos de la experiencia de la fe, y nosotros sabemos en quién colocamos nuestra esperanza: en el Señor Jesús”. Asimismo, ha animado a “caminar dentro de las dificultades de un momento de cambio”. “Caminemos con esperanza, como lo hacían las primeras comunidades cristianas”, ha dicho en un videomensaje.
Una esperanza que se resignifica
En el coloquio, que ha estado muy vinculado a la atención a los enfermos, han participado Mercedes Luján, virgen consagrada de la diócesis de Valladolid, Marta Gonzaléz, benedictina del Monasterio de Sahagún y José Carlos Bermejo, religioso camilo y director del Centro de Humanización de la Salud.
“Para poder acompañar en el camino a alguien también lo tengo que recorrer yo. Por eso también tengo que tener experiencia en mi propia vida de lo que es confiar en Dios y esperar en él para luego poder ofrecer mi compañía. Lo veo muy concreto en el servicio que hago en el hospital de los enfermos”, ha expresado Mercedes Luján. Asimismo, ha subrayado que “lo que un enfermo y familiares necesitan necesitan es esperanza salvadora, una esperanza en un Dios que se encarga de mí y que no me va a abandonar”.
En la misma línea, Marta González ha señalado que “solo con la humildad y la compañía de Dios que nos conforta, podemos estar en sintonía con el momento de la siembra y del servicio con la paciencia y con el silencio”. Y, por su parte, José Carlos Bermejo ha apuntado que lo que ha descubierto con su experiencia al lado de las personas mayores al final de su vida “es que la esperanza está siempre”. “Cuando no se puede curar, la esperanza no muere del todo, sino que se re significa y lo que uno siempre espera es que no falte el alivio del dolor“, ha asegurado.