El papa Francisco se ha dado un baño de masas esta mañana en su misa en la República Democrática del Congo, celebrada en el Aeropuerto Ndolo, a donde ha llegado en su papamóvil.
En la celebración eucarística en francés y lingala, el Pontífice se ha animado con la lengua local al comienzo de su homilía: “Bandeko, bobóto [Hermanos y hermanas, paz]. Bondéko [Fraternidad]. Esengo [Alegría]”. Y es que Jorge Mario Bergoglio ha reconocido que anhelaba “mucho” este momento.
El Papa ha comenzado su alocución recordando que “el Señor nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo. Con Jesús el mal nunca prevalece, nunca tiene la última palabra. Por eso, los que pertenecemos a Jesús no podemos dejar que prevalezca en nosotros la tristeza, no podemos permitir que crezca la resignación y el fatalismo”.
Y ha continuado: “Si a nuestro alrededor se respira este clima, que no sea así para nosotros. En un mundo abatido por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús: estamos llamados a hacer nuestro y proclamar al mundo este anuncio profético e inesperado de la paz”.
En este sentido, Francisco se ha preguntado “cómo conservar y cultivar la paz de Jesús”. Y ha señalado las tres “fuentes de paz”, los “tres manantiales” que señala Jesús para “seguir alimentándola”: el perdón, la comunidad y la misión.
“El perdón nace de las heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz. No se trata de dejarlo todo atrás como si nada hubiera sucedido, sino de abrir a los demás con amor el corazón”, ha indicado.
Al mismo respecto, ha proseguido: “Esto es lo que hace Jesús. Ante la miseria de quien lo negó y abandonó, muestra las heridas y abre la fuente de la misericordia. No usa muchas palabras, sino que abre de par en par su corazón herido, para decirnos que Él está siempre herido de amor por nosotros”.
Según Bergoglio, “cuando la culpa y la tristeza nos oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito. Él conoce tus heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra”.
Y ha añadido: “Son heridas que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia, mientras que la medicina de la justicia y el bálsamo de la esperanza parecen no llegar nunca. Jesús sufre contigo, ve las heridas que llevas dentro y desea consolarte y sanarte, ofreciéndote su corazón herido”.
Como ha recalcado el Pontífice, “juntos, hoy creemos que con Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar, y también la fuerza para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia. Esto es lo que Cristo desea: ungirnos con su perdón para darnos la paz y el valor de poder también nosotros perdonar; el valor de realizar una gran amnistía del corazón”.
“¡Cuánto bien nos hace limpiar nuestros corazones de la ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia! ¡Que hoy sea el momento de gracia para acoger y experimentar el perdón de Jesús! Que sea el momento adecuado para ti, que llevas una pesada carga en el corazón. Que sea el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes actos de violencia”, ha clamado.
“No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad”, ha remarcado. “El peligro que tenemos es seguir el espíritu del mundo en lugar del espíritu de Cristo”, ha añadido.
“¿Y cuál es el camino para no caer en las trampas del poder y del dinero, para no ceder a las divisiones, a las seducciones del carrerismo que corroen a la comunidad; a las falsas ilusiones del placer y de la brujería que llevan a encerrarse en sí mismos?”, se ha preguntado Francisco para luego dar una respuesta muy concreta: “El camino es compartir con los pobres”.
Y es que, según el Pontífice, “este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia. Abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los propios problemas o vanidades personales”.
En este sentido, Bergoglio ha pedido a los congoleños “recomenzar desde los pobres”, pues “descubriremos que todos compartimos la pobreza interior. Creamos en la comunidad y, con la ayuda de Dios, construyamos una Iglesia vacía de espíritu mundano y llena del Espíritu Santo, libre de riquezas para sí misma y llena de amor fraterno”.
“Estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo”, ha subrayado.
Asimismo, ha aseverado: “Es creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio. Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no solo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio”.
Antes de concluir, el Papa ha pedido a los fieles que dejen que estas palabras “resuenen, en silencio, en nuestros corazones. Escuchémoslas dirigidas a nosotros y decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo”.