“Esperanza es la palabra que quisiera dejarle a cada uno de ustedes, como un don para compartir, como una semilla que dé fruto”. Con esta reflexión el Papa se despedía hoy de Sudán del Sur justo antes de tomar el vuelo de regreso a Roma y después de permanecer tres días en el país, la segunda parte de su gira africana que también le llevó a República Democrática del Congo. Francisco decía adiós a una tierra castigada por la guerra con una alocución que pronunció al finalizar la eucaristía que presidió en el Mausoleo John Garang de Juba ante unos 70.000 peregrinos.
“¡Están en mi corazón, están en nuestros corazones, están en los corazones de los cristianos de todo el mundo! No pierdan nunca la esperanza. Y que no se pierda la ocasión de construir la paz”, entonó, haciendo que sus últimas palabras que se escucharan el país reiteraran el que ha sido el eje de su viaje: “Que la esperanza y la paz habiten en ustedes. Que la esperanza y la paz habiten en Sudán del Sur”.
Por su parte, el arzobispo de Juba y anfitrión del viaje, Stephen Ameyu Martin Mulla, compartió una vez más el sufrimiento del pueblo y el “desalentador” estado en el que se encuentra el proceso de paz por “todo tipo de violaciones”. Entre el duelo que viven los católicos, destacó los mártires actuales, tanto misioneros como pertenecientes al clero nativo. “La paz que necesita no es tanto humana, basada en el interés propio, sino la paz de Jesús, que debe guiarse por la verdad y el amor”, añadió.
Ante el presidente sudsudanés, Salva Kiir Mayardit, y demás autoridades políticas, militares, civiles y eclesiásticas, el pontífice argentino alentó al pueblo a continuar adelante con “fe” y con “paciencia”, apreciando “todo el bien que hacen y todas las fatigas que ofrecen a Dios sin desanimarse, para seguir adelante”.
“En Sudán del Sur hay una Iglesia valiente, emparentada con la de Sudán”, sentenció el obispo de Roma, que presentó a santa Josefina Bakhita, “una gran mujer”, como modelo a seguir, en tanto que “con la gracia de Dios transformó en esperanza su sufrimiento”.
En un guiño al recientemente fallecido Benedicto XVI, Francisco citó la encíclica ‘Spe salvi’ del Papa alemán para referirse a Bakhita: “La esperanza que en ella había nacido y la había “redimido” no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos”. Fue esta una nueva percha para reivindicar la igualdad de género: “La esperanza, especialmente aquí, se encuentra en el signo de la mujer y por eso quisiera agradecer y bendecir de modo especial a todas las mujeres del país”.
Junto a la esperanza, Francisco asoció “la paz” para reiterar su compromiso personal para hacer “todo lo posible” para facilitar la reconciliación en el país. En este punto, Francisco puso el país bajo el manto de Nuestra Señora de África: “A ella, a quien ahora rezamos, le encomendamos la causa de la paz en Sudán del Sur y en todo el continente africano, donde tantos de nuestros hermanos y hermanas en la fe sufren persecuciones y peligros; donde muchísima gente sufre a causa de conflictos, explotación y pobreza”. “A la Virgen encomendamos también la paz en el mundo, en particular los numerosos países que se encuentran en guerra, como la martirizada Ucrania”, añadió.