Si algo alejó a León Tolstói de la ortodoxia rusa fue su estrecha alianza entre trono y altar, viendo a su Iglesia como un “instrumento” al servicio del régimen (en este caso, el Imperio zarista). Más de un siglo después de la muerte del icónico autor de ‘Guerra y Paz’, ‘Anna Karenina’ o ‘El Evangelio abreviado’, en el que precisamente abogaba por una vuelta a los orígenes del cristianismo, sin estructura eclesial alguna, es fácil imaginárselo horrorizado si hoy leyera los diarios suizos Sonntagszeitung y Le Matin Dimanche.
Y es que hoy ambos ofrecen una información que vuelve a cuestionar al líder del Patriarcado Ortodoxo de Moscú, Kirill, gran benefactor espiritual de Putin en su decisión de invadir Ucrania. Así, tras tener acceso a unos archivos desclasificados, detallan que Vladimir Gundyaev (su nombre civil) prestó sus servicios para la KGB mientras estuvo en Ginebra en los años 1970.
En 1971, a sus 24 años, el joven Kirill llegaba a la capital suiza para representar a la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), el mayor órgano ecuménico mundial. Además de sus servicios religiosos, bajo el alias de ‘Mikhaylov’, habría servido como espía para el órgano represor soviético.
De hecho, según ambos periódicos, el expediente de Gundyaev tiene 37 registros, entre julio de 1969 y febrero de 1989. Dos décadas de servicio como espía que ya se habrían iniciado incluso antes de llegar a Ginebra, por lo que habría sido captado en su propio país.
Entre los principales objetivos de su espionaje, habrían estado miembros del clero y exiliados rusos que vivían en el extranjero. En este punto, una fuente anónima que habría sido víctima de Kirill, explica lo siguiente a ‘Sonntagszeitung’: “Nos dijeron: cuidado con estos sacerdotes porque son agentes de la KGB. Siempre tuve la sensación en las conversaciones con Kirill de que estaba buscando información. Fue muy amable, pero hizo muchas preguntas sobre el exilio y los miembros del clero”.