El obispo caldeo de Alepo, el jesuita Antoine Audo, se muestra destrozado tras el terremoto que esta madrugada ha golpeado en la provincia de turca de Kahramanmaraş y que, además, ha tenido trágicas consecuencias para el pueblo sirio. Y es que, por ahora, en lo que muchos expertos consideran el peor terremoto en ocho siglos en la región, ya se teme que haya ocasionado más de 1.500 muertos en ambos países.
- PODCAST: La convivencia apaga el fanatismo
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Como asegura a Fides, “ahora lo más importante es estar cerca de la gente, que está aterrorizada”. Porque, aunque hablemos de un pueblo que padece una de las guerras contemporáneas más trágicas que se recuerdan y que ha motivado un gran éxodo, “esta es una catástrofe a la que, por así decirlo, no estamos acostumbrados. Tras doce años de guerra, esta es una nueva bomba terrible, letal y desconocida que cae sobre nosotros”.
Frío y miedo
Ahora mismo, el panorama en Alepo es desolador: “Es una ciudad de dos millones y medio de habitantes sin electricidad, agua ni calefacción. Hace mucho frío, el invierno es duro. Veo a gente que se queda en la calle o se encierra en el coche. Tienen miedo, no saben qué va a pasar, porque quizá no haya terminado, y hay rumores de que podrían llegar nuevos temblores fuertes y devastadores”.