Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente del Episcopado, abrió el evento con un llamado a “servir a la amistad social” en medio de la multiétnica realidad
Ha iniciado la 114ª asamblea plenaria de obispos de Colombia. Este 06 de febrero en su discurso de apertura, Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente del episcopado, hizo hincapié en el camino sinodal, que la Iglesia en este país asume también para construir la paz.
Por ello, aseguró que “volver al magisterio conciliar nos permite redescubrir las fuentes de la espiritualidad sinodal que rejuvenece a la Iglesia” y “la fortalece para avanzar dirigida por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el Reino del Padre”.
Añadiendo que este camino sinodal convierte a la Iglesia “en servidora en medio de la historia humana como fermento, como antorcha encendida y como torrente que brota de la roca”.
De hecho, “servir a la amistad social nos permite ser fermento, con humildad y acogida, en medio de la multiétnica realidad de Colombia. Todas las regiones de nuestro país necesitan el servicio de fermento por parte de la Iglesia”.
Aún cuando todos en el país no comparten “nuestra condición de discípulos misioneros, la espiritualidad sinodal nos capacita para vivir una relación de hermanos, una fraternidad que nos permite reconocer y valorar las virtudes humanas”.
Rueda recordó que Francisco “nos ha propuesto que redescubramos, el gozo de ser pueblo de Dios, tomando las enseñanzas del Concilio Vaticano II, para ponerlas como una luz en nuestra conciencia de pastores”.
También señaló que la espiritualidad sinodal “brota de las cuatro constituciones conciliares”, por consiguiente, “hagamos el esfuerzo de volver a las fuentes para encontrar allí las raíces de la espiritualidad sinodal”.
“Es oportuno y urgente que todas nuestras comunidades se arriesguen a vivir la realidad de pueblo en camino, guiadas por la espiritualidad sinodal que nos impulsa a vivir un éxodo permanente”, añadió.
Para el Arzobispo de Bogotá “en la espiritualidad que está a la base de la sinodalidad, nos descubrimos como un Pueblo en diálogo con Dios”. A lo largo de la historia Dios ha enviado “a diversos servidores suyos que comunicaban su plan salvador a toda la comunidad del Antiguo Testamento”.
Pero con la encarnación de Jesucristo, verbo eterno, “el diálogo de Dios se hizo cercano, tomó rostro en el vientre de la bienaventurada Virgen María, y así, el amor de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Advierte que el fundamentalismo amenaza la fraternidad en la Iglesia: “Son formas farisaicas de ser Iglesia, que nos distancian, muchas veces, de los clamores humanos. La espiritualidad sinodal nos impide caer en el fundamentalismo y más bien nos permite vivir la fraternidad consolidando nuestra identidad: Estar en el mundo sin ser del mundo”.
Foto: CEC