El presidente de la Conferencia Episcopal Española interviene en el foro sinodal europeo de Praga para reclamar valentía en la evangelización y reivindicar la unidad eclesial dentro “de un poliedro con visiones complementarias”
“¿Qué hacemos nosotros para tener coraje?”. Es la pregunta que lanzó ayer el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, durante una intervención espontánea en francés durante el encuentro de la fase continental del Sínodo de los Obispos que se celebra en Praga.
Tras pedir el turno de palabra, expresándose en francés y desde su asiento en la asamblea -junto al prefecto emérito de los obispos, Marc Ouellet-, llamó a los participantes en la cita a ser conscientes del “momento histórico apasionante” que está viviendo la Iglesia.
Fue entonces cuando se remitió a dos grandes misioneros del siglo XXI: los fundadores de los padres blancos y de los misioneros combonianos. Así, se detuvo en la figura del cardenal francés Charles Lavigerie y de Daniel Comboni, para animar a Europa a salir de sí misma. “¿Qué hicieron ellos? Con coraje fueron allí amando a su cultura y amando a su gente“, subrayó, buscando un paralelismo con la necesidad de salir hoy a anunciar la Buena Noticia en una Europa agnóstica.
Esta comparación le sirvió también para recordar la homilía de Pablo VI en la canonización de los mártires de Uganda en octubre de 1864, en la que puso de manifiesto “lo que había pasado en la iglesia de aquella zona de África es único por el testimonio de su martirio y cuyo coraje se ha transmitido a los siglos XX y XXI en la entrega de sus vidas por Cristo y el Evangelio”. Fue ahí donde interrumpió su intervención con una interrogante abierta al foro: “Y yo me pregunto ¿qué hacemos nosotros para tener también ese coraje?”.
Con los representantes de toda Europa presentes en el foro, incluidos los enviados alemanes, el cardenal arzobispo de Barcelona invitó a permanecer “unidos en un mismo mensaje”, aun cuando se tenga “puntos de vista distintos” y más allá de que “seamos diferentes entre el Norte y el Sur, entre el Este y el Oeste de este continente europeo y del mundo entero”. En la línea de lo que compartió unas semanas antes en la fase nacional preparatoria, defendió la urgencia de “seguir a Jesucristo con alegría para evangelizar nuestro mundo, sobre todo Europa, porque sentimos la necesidad de anunciar el mensaje de Jesús”.
Echando mano de una de las metáforas que utiliza el Papa Francisco para referirse a la diversidad eclesial, Omella apuntó que la experiencia sinodal sitúa a los católicos “en una especie de poliedro con visiones complementarias” desde distintas llamadas y carismas, teniendo en cuenta que unos manifiestan “la necesidad de la oración”, mientras otros ponen en el foco en “la atención a los pobres”. A partir de ahí, subrayó la necesidad de “vivir en fidelidad a Jesús y en comunión con la Iglesia” para que se pueda conformar “una asamblea unida sinodalmente”.