“Si lo miramos de cerca, tanto el agredido como el samaritano que le socorre presentan heridas: el primero las producidas por la violencia de quien le robó, el segundo las infligidas por los ojos despectivos de quienes ven en él solo a un extranjero indeseable”. Así lo ha explicado hoy el papa Francisco a la delegación de representantes del Área Médica de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Roma, a quienes ha recibido en el Vaticano con motivo de la próxima Jornada Mundial del Enfermo.
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“Sin embargo”, ha continuado el Papa, “gracias a la sensibilidad de los que sufren por los que sufren, de su encuentro nace una historia de solidaridad y esperanza que derriba los muros del aislamiento y el miedo”. De esta manera, Francisco ha recordado la importancia de estar “cerca de quien sufre, ofreciendo escucha, amor y aceptación”. “Pero para ello debemos aprender a ver, en el dolor de nuestro hermano, un signo de precedencia, que en el fondo de nuestro corazón nos obliga a detenernos y no nos permite ir más allá”, ha añadido. “Esta es una sensibilidad que aumenta cuanto más nos permitimos implicarnos en el encuentro con los que sufren”, ha asegurado.
Comprometerse con los que sufren
El Papa ha señalado que también es importante “dar voz al sufrimiento inaudito de aquellos que, en la enfermedad, se quedan solos, sin apoyo económico y moral, expuestos fácilmente a la desesperación y la pérdida de la fe, como les puede pasar a los que padecen fibromialgia y dolor crónico”. Por eso, ha animado a acoger “el grito de los que sufren para asegurarnos de que sea escuchado”.
Por último, el Papa ha animado a los presentes en la audiencia a trabajar en red. “¿Cómo? Simplemente compartiendo un estilo de gratuidad y reciprocidad, porque todos tenemos necesidad y todos podemos dar y recibir algo, aunque sea una sonrisa. Y esto hace crecer a nuestro alrededor una red que no captura sino que libera, una red formada por manos que se estrechan, por brazos que trabajan juntos, por corazones que se unen en la oración y en la compasión”, ha explicado. Porque, de esta manera, “el sufrimiento de uno se convierte en el sufrimiento de todos, y la contribución de cada uno es acogida por todos como una bendición”.