Praga afronta hoy el día definitivo dentro del encuentro continental europeo para preparar el Sínodo de la Sinodalidad. Después de cuatro días de trabajo en asamblea y en grupos de reflexión, hoy concluirán su participación los más de 600 delegados presenciales y digitales para poder configurar un texto final que llevar a Roma a modo de análisis de la realidad y sugerencias de conversión pastoral en el seno de la Iglesia. Y es que a partir de ahora y hasta el día 12 se quedarán solo los presidentes de las conferencias episcopales del viejo continente para rematar el trabajo sinodal.
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¿Y en qué punto se encuentra la síntesis que están llamadas a refrendar las Iglesias europeas? Poco se sabe de la redacción final, en tanto que se adoptado la dinámica latinoamericana acuñada por el CELAM en Aparecida que pasa por evitar los documentos precocinados y recoger lo que verdaderamente se ha puesto sobre la mesa en a lo largo de las diferentes jornadas.
La mirada de los ’embajadores’
No en vano, no fue a hasta la tarde del martes cuando verdaderamente comenzaron a ponerse sobre la mesa, tanto los temas más espinosos, como la mirada que adoptaban cada uno de los ‘embajadores’. Así fueron apareciendo la crisis de los abusos, la reforma de una estructura horizontal a una más vertical, la corresponsabilidad real de los laicos, la acogida a divorciados y homosexuales…
Pero, sobre todo, fue ahí donde se manifestó la heterogeneidad entre los 45 países presentes en el encuentro checo. Resultaría aventurado simplificar el posicionamiento de los católicos presentes en solo dos pulmones por los que respiraría la Iglesia europea, en tanto que se dan los suficientes matices como para caer en un reduccionismo de titular efectista, tal y como relatan a Vida Nueva algunos de los participantes. Si así fuera, el ‘bipartidismo’ facilitaría la redacción de la síntesis en tanto que solo habría que mediar entre dos bloques.
Unidad en la diversidad
Sin embargo, esa “unidad en la diversidad” que reclaman no pocos ponentes en sus intervenciones se tornan como un reto. O dicho de otra manera, la declaración final, como sucede en las cumbres del clima, va a requerir de una minuciosa labor de artesanía, de encaje de bolillos, para llegar a un mínimo común denominador que, sobre todo, rebaje tensiones, más allá de que se puedan defraudar expectativas de uno u otro lado.
En cualquier caso, resulta sencillo plantear que las propuestas más aperturistas vienen del lado Occidental como Alemania a la cabeza. Tanto el presidente de los obispos Georg Bätzing, y la líder de los católicos germanos Irme Stetter-Karp piden la palabra una y otra vez para reforzar su particular Camino Sinodal y todos los melones abiertos que no están dispuesto a cerrar: los cambios en la moral sexual, las uniones homosexuales, la ordenación femenina…
Ladear los abusos
Fueron ellos os primeros en alzar la voz en la asamblea con respecto al hecho de intentar “ladear” la crisis de los abusos. Sin embargo, lejos de quedarse solos en esta cuestión, otros Episcopados, como el irlandés, les han reforzado en que esta reflexión no sea accesoria. Precisamente Irlanda, Países Bajos, Suiza, Austria y Luxemburgo compartirían esta mirada a la alemana de dar pasos al frente porque consideran que el tiempo se le agota a la Iglesia.
En el otro extremo más que alejado de estas posturas se encontraría la Europa oriental. En un primer momento, el pensamiento podría irse directamente a Polonia y pensar que los delegados de la tierra de Juan Pablo II serían el baluarte de la resistencia al cambio. Sin embargo, situados en el inmovilismo, no es el único país que estarían liderando un cierto negacionismo sinodal, que no solo incluiría el no propiciar reforma alguna, sino el cuestionar la propia esencia de la urgencia de una conversión pastoral que responda a los signos de los tiempos. Ahí se posicionarían, por ejemplo, húngaros, ucranianos, letones, bosnios y los escandinavos.
¿Y España? En el corredor mediterráneo de la moderación. O lo que es lo mismo, nuestro país, junto a Portugal, Italia y Francia representarían la que se podría denominar “la reforma prudente”, también con sus matices en fondo y forma entre unos y otros. Sin embargo, si comparten ese espíritu de la sinodalidad libre de volantazos que plantea el Papa: “caminar juntos” abriendo procesos sin que nadie de ni acelerones ni frenazos que puedan dejar a alguien fuera. Ya lo verbalizó el cardenal Juan José Omela en su intervención espontánea del martes, “con coraje”. Pero con esa máxima que marcó en Madrid previamente de ir acompasados al estilo Francisco: “cum Petro et sub Petro”.