El obispo hondureño José Antonio Canales y el obispo nicaragüense Silvio Báez se refirieron a la decisión del obispo de Matagalpa de quedarse en el país, aunque eso le cueste su libertad
Luego de que el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, rechazara su libertad a cambio del exilio en los Estados Unidos, lo cual le costó ser enviado a prisión por el gobierno de Daniel Ortega, las reacciones no se han hecho esperar.
El obispo hondureño de Danlí, José Antonio Canales, aseguró que lo ocurrido este jueves 9 de febrero, reafirma su postura.
“Él quiere seguir siendo una figura que denuncia, una figura que está en el propio Nicaragua para decir ‘basta ya a tanta ignominia, a tanto atropello, a tanta falta de cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos'”.
Tal como informó Vida Nueva, Rolando Álvarez fue sacado del arraigo domiciliario la madrugada del 9 de febrero para dirigirlo al avión que lo llevaría a Estados Unidos, pero se negó a subir a la aeronave, por lo que fue trasladado a la prisión La Modelo, en la localidad de Tipitapa a las afueras de Managua.
De acuerdo con fuentes citadas por algunos medios de comunicación, Rolando Álvarez habría pronunciado estas palabras al negarse al exilio: “Que sean libres, yo pago la condena por ellos“.
En este sentido, el obispo Canales refirió que no es extraña la postura de Álvarez “porque es un hombre valiente, que tiene muy clara su postura. Para el régimen es y sigue siendo una piedra en el zapato. A estas alturas, están arrepentidos de esa madrugada en que lo capturaron”.
Por su parte, el obispo auxiliar de Managua, autoexiliado en Miami, Silvio José Báez, opinó sobre la excarcelación de los 222 presos políticos que ahora se encuentran en los Estados Unidos: “desterrándolos, la dictadura de Nicaragua comete otro crimen, mostrando que son ellos quienes no merecen ser nicaragüenses”.
Báez se alegró “profundamente de que los presos políticos de Nicaragua estén fuera de la cárcel”, y agradeció a Dios por la libertad de quienes “nunca debieron ser apresados”.
El obispo, quien llegó a Estados Unidos desde 2019, actualmente es pastor de la parroquia de Santa Ágata, en la localidad de Sweetwater, en Miami, donde viven nicaragüenses y centroamericanos.