El Sábado de Pasión y el Miércoles Santo, por duplicado este año en Barbastro. La ciudad aragonesa ha revivido este fin de semana en atronador pregón de los tambores propio de su Acto de Exaltación y una procesión extraordinaria organizada por la Junta de Cofradías, con motivo del VIII Congreso Nacional de Cofradías.
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Durante cuatro días, más de 200 participantes llegados de diferentes puntos de nuestro país han participado de las ponencias y coloquios que se han celebrado en torno a las palabras de Jesús recogidas por Lucas: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla”.
Audacia cofrade
Para el obispo de Barbastro-Monzó, Ángel Pérez-Pueyo, esta iniciativa es fruto de “la audacia de los cofrades, que nos han sentado a todos para decirnos que tal y como vamos, no van bien las cosas, que otro mundo se puede construir procesionando ante el Misterio más grande del amor que la humanidad ha podido experimentar”.
Con este punto de partida, se ha buceado en la dimensión sociológica de la religiosidad popular, y su vínculo directo con el factor identitario y cultural, así como en su arraigo histórico. Y todo, con la acogida de una tierra que puede presumir de una Semana Santa reconocida como Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Implicados con la gente
Echando mano del Papa Francisco, que considera que “la religiosidad popular es el sistema inmunológico de la Iglesia”, Pérez-Pueyo aprecia que “los cofrades se sienten implicados con su gente, con su cultura, con sus tradiciones y con su fe”. Precisamente esta implicación de los barbastrenses permitió que, por adelantado, se pudiera ver en las calles de Barbastro a la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con su talla de Jesús camino del Calvario ideada por Francisco Bretón a mediados del siglo pasado y la Verónica que lo acompaña paño en mano.
Entre los ponentes que han tomado parte en el foro de reflexión, se encontraba el doctor en Ciencias de las Religiones, Rafael Briones, que hizo suya el concepto de “hecho social total” de Marcel Mauss para aplicarlo a las procesiones. “Esta manifestación popular permite, como ninguna otra, que lo religioso esté interconectado con todas las facetas del ser humano, con la vida de la gente y del pueblo”. Así, el antropólogo puso en valor cómo la Semana Santa vivida en la calle llega a generar “un éxtasis colectivo”, en tanto que se nutre de “lo simbólico y unos estímulos que están hechos para los cinco sentidos”. Frente a ello, lamentó que la liturgia eclesial, de puertas para adentro, haya perdido esa “frescura” procesional que permitiría conectar con el ciudadano de a pie, apostando en cambio por “un lenguaje y un ritual frío y racional, de escasa participación”.
Vivir comunitariamente
El médico y teólogo aragonés, Amando Cester, reivindicó la necesidad de que las cofradías del el salto “de vivir colectivamente a vivir comunitariamente” para que “lo ritual no se quede por encima de la vivencia del Evangelio”. “No somos diferentes a otros espacios de la sociedad o de la propia Iglesia”, admitió. Desde ahí, defendió las oportunidades del primer anuncio en una sociedad individualista y secularizada, “aun cuando hay quien se apunta con un uso meramente utilitarista para tocar el tambor o salir con el paso”. Cester, que además es un referente en el organigrama aragonés y nacional de Cáritas, reivindicó como hoja de ruta las seis propuestas que lanzó Juan Pablo II en ‘Christifideles Laici’, que van desde la santidad de los cotidianos a salir al encuentro con los empobrecidos.
Desde una mirada al pasado, el historiador Ángel Nasarre, recordó que “ya en el siglo XVI, las procesiones buscaban hacer presente el hecho religioso en medio de una sociedad descreída tomando la calle”. Por eso, animó a los presentes a retomar esta impronta desde “una acogida atractiva y reforzando ese servicio a la comunidad que siempre ha estado presente en los cofrades de todos los tiempos”.