Francisco nombró el 7 de febrero al franciscano español Emilio Rocha Grande (Madrid, 1958) nuevo arzobispo de Tánger (Marruecos) tras un año como administrador apostólico. El religioso -que será consagrado el 25 de marzo en una ceremonia presidida por el cardenal arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero- reemplaza a su hermano Santiago Agrelo, quien presentó la renuncia por edad en 2017, siendo aceptada en 2019. Desde el obispado-convento donde reside con otros cuatro frailes conversa con Vida Nueva sobre su misión en tierras marroquíes.
- PODCAST: Bienaventurados los africanos
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
PREGUNTA.- Nombramiento más que esperado…
RESPUESTA.- Hemos tenido dos administradores apostólicos que no acabaron de arzobispo. Tiene su lógica, pero no era seguro. Soy el primer racionalmente sorprendido, pero bendito sea Dios.
P.- ¿Cómo se lleva sustituir a un obispo tan querido?
R.- No es una sucesión inmediata, puesto que desde que se aceptó su renuncia hasta mi llegada han pasado casi cuatro años. Me encontré una diócesis funcionando, pero con las deficiencias lógicas de tres años sin arzobispo, aunque Cristóbal López venía por aquí siempre que podía y hacía una gran tarea, pero él pastorea una diócesis muy grande. La inercia había hecho que todo lo que estaba muy organizado funcionase, como la delegación de Migraciones que puso en marcha el propio Agrelo, pero lo menos potenciado se ha ido debilitando.
P.- ¿Qué le ha dicho?
R.- Le he llamado para comunicarle que Tánger ya tenía obispo y se ha alegrado mucho. Y está encantado con venir a la ordenación. En estos meses me ha dado muchos consejos por su gran experiencia de diez años en la diócesis, por lo que siempre los tomo como consejos de hermano mayor. En este tiempo no ha habido problemas intraeclesiales. Y el caso más flagrante ha sido la situación en la valla de Melilla en junio, que nos causó mucho dolor. Somos una diócesis cohesionada y serena, por lo que es una bendición servir aquí.
P.- ¿Y Cristóbal López?
R.- Con Cristóbal tengo una relación muy fluida y cercana, casi me ha llevado de la mano en este tiempo. Nos entendemos muy bien y nos apoyamos en el día a día.
P.- Algunos pensarán que va a una diócesis sin importancia, por contar solo con siete parroquias…
R.- Tánger es una Iglesia insignificante, pero significativa. Tenemos cuatro millones de habitantes y, al menos, 3.000 católicos. Somos menos del 0,001%. Por tanto, aquí la Iglesia es insignificante en número, pero significativa porque la pequeñez de nuestra presencia nos hace vivir desde la experiencia de ser sal y levadura, y somos una presencia muy viva sobre todo en la dimensión social y caritativa. Estamos presentes en la sociedad marroquí y con la población migrante. Llevamos muchas obras, algunas muy “extrañas”, como las religiosas de Jesús María, a quienes el Gobierno marroquí les confía chicas de protección oficial. Esto significa una confianza fuerte de las autoridades y una apuesta clara de la Iglesia por acercarnos a una población a la que servimos con dedicación y con su reconocimiento. Somos valorados y respetados. Como digo, somos una Iglesia pequeña, pero significativa.
P.- Tras el ataque de Algeciras el 25 de enero, no han faltado las voces contra el islam…
R.- El islam y el cristianismo yo los entiendo desde la paz, pero hay interpretaciones equivocadas, y a algunos esto los lleva a vivir un islamismo extremista. Desde que se supo la noticia, se nos acercaban para darnos el pésame y decirnos que esa violencia no tiene nada que ver con el profeta Mahoma… Por desgracia, los políticos, de todos los colores, utilizan a los migrantes.
Por ejemplo, algo que puede ser tan cuestionable como el cambio de postura de España frente al Sáhara ha repercutido en el flujo migratorio, pues hemos pasado a un cierre de fronteras más estricto. Por tanto, la política a veces se sirve de las personas, mientras nosotros reconocemos en cada migrante a Cristo.
Diferentes preocupaciones
P.- ¿Los españoles nos estamos volviendo indiferentes hacia los migrantes?
R.- No lo creo. Lo que pasa es que hace más ruido un árbol que se cae que un bosque que crece. No paran de llegar voluntarios españoles que colaboran de forma muy activa con nosotros. No es indiferencia, sino que las personas viven las preocupaciones del día a día y el tema migratorio tiene luz cuando ocurre algo concreto. Ahora mismo estamos todos volcados por el terremoto en Siria y Turquía y probablemente en 15 días ya no hablemos de ello. Los españoles son solidarios y acogedores. Hay colectivos u opciones políticas que se manifiestan de forma contraria, pero no son toda España.
P.- ¿Con 3.000 fieles se puede trabajar el Sínodo de la Sinodalidad?
R.- El Sínodo se ha trabajado con las limitaciones que tenemos por el número de agentes de pastoral. Quizá hemos trabajado menos de lo que deberíamos, pues el ritmo del día a día nos atrapa, pero la realidad es que nuestra gran virtud es que vivimos en clave sinodal. Caminamos juntos, discernimos juntos y trabajamos juntos, porque no concebimos nuestro servicio de otra manera. Un obispo solo no puede hacer nada y aquí somos una piña los laicos, religiosas y religiosos, y sacerdotes.
El modelo sinodal lo vivimos. Eso sí, nuestras preocupaciones no son, ciertamente, las mismas que en Alemania, por ejemplo. Aquí nos preocupa el diálogo interreligioso o la dimensión de la Iglesia samaritana que sale al encuentro de los pobres. Nuestras preocupaciones nos llevan a sentirnos una Iglesia puente: entre África y Europa, entre el islam y el cristianismo, entre Oriente y Occidente…
P.- El Papa cumple en marzo diez años de pontificado. ¿Qué rasgos del Francisco pastor se lleva usted en el petate para Tánger?
R.- Me impresionaron muchísimo al comienzo del pontificado sus palabras diciéndonos que debíamos tener olor a oveja. El Papa habla de huir de posturas de poder, del clericalismo, de aligerar estructuras y colocarnos más cercanos al Pueblo de Dios. Desde el principio lo tengo muy claro y es una realidad que vivo en el día a día. Es un regalo para la Iglesia tener un Papa que vive lo que predica.