La imagen entre el Pontífice y el líder de la Iglesia ortodoxa rusa daba la vuelta al mundo, pero hoy es ya lejana debido al enfriamiento de las relaciones entre Roma y Moscú por el abierto apoyo de estos a Putin
Ayer, 12 de febrero, se cumplían 7 años de un acontecimiento histórico: el encuentro del papa Francisco y Kirill de Moscú en La Habana. En aquel entonces, la imagen del abrazo entre el Pontífice y el cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa daba la vuelta al mundo. Una foto, tomada en el aeropuerto José Martí de La Habana, que hoy, siete años después, parece mucho más lejana debido al enfriamiento de las relaciones entre Roma y Moscú por el abierto apoyo de Kirill a Putin y la invasión en Ucrania.
Llegar a aquel abrazo ecuménico no fue sencillo. Tal como explicaba en 2016 el director de la Sala Stampa, Federico Lombardi, este hito llevaba preparándose “al menos dos años”. Además, señalaba que sobre el lugar existía una coincidencia de pareceres en que debería ser un “lugar neutral”. Descartados Moscú y la Santa Sede, entró en juego la mediación de Cuba.
Al pie de la escalerilla del avión que había trasladado, aquel 2016, al Papa hasta la isla caribeña, se encontraba el mandatario cubano, Raúl Castro, acompañado por miembros de su Gobierno. La representación eclesiástica la ostentaban el cardenal Jaime Ortega y el presidente del Episcopado, Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba. También estaban Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el nuncio, Giorgio Lingua.
“¡Finalmente!”, exclamó el Papa entonces, sin reprimir su emoción. “Está muy claro”, añadía, “que esta es la voluntad de Dios”. Por su parte, el Patriarca comentó: “Sí, ahora las cosas son mucho más fáciles”. Contemplaban la escena el cardenal Koch y el metropolita Hilarión, presidente del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado y hombre clave para este encuentro.
A este emocionante encuentro le siguieron dos horas de coloquio entre el Papa y Kirill, que llevaba sobre su cabeza el koukoulion blanco, símbolo de su suprema dignidad. Al acabar, ambos salieron al salón de honor y tomaron asiento ante una mesa en la que habían sido colocados dos ejemplares de la declaración conjunta que ambos firmaron con sus rúbricas y un nuevo abrazo.
“Ha sido un encuentro muy querido por mí y por mi hermano Kirill”, aseguró Francisco. “Hemos hablado claramente, sin medias palabras; se sentía la alegría. Agradezco su humildad fraterna. Ha sido una conversación abierta entre hermanos con pleno entendimiento de la responsabilidad respecto a nuestras Iglesias, nuestro pueblo creyente y respecto al futuro del cristianismo y de la civilización humana”, añadió.
“Las dos Iglesias pueden colaborar conjuntamente defendiendo a los cristianos del mundo y con plena responsabilidad de trabajar conjuntamente para que no haya guerras, para defender los derechos de la familia y proclamar el respeto a la vida”, aseveró Kirill. Sin embargo, menos de una década después de esta imagen de unidad, las relaciones están más frías que nunca. La pregunta ahora es, ¿volveremos a ver un abrazo entre Francisco y el Patriarca ruso?