España

La Virgen de Guadalupe hermana a España y México con la bendición del papa Francisco

“En cada tiempo y lugar donde María nuestra Madre nos convoque, demos testimonio de esa íntima unión de la que sólo el Espíritu puede ser artífice”, ha dicho el Pontífice





Las iglesias de España y México están, hoy, más unidas que nunca. Y lo han hecho por medio de la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina y advocación de gran importancia en Toledo. Así, el arzobispo de la Arquidiócesis de México y Primado de México, Carlos Aguiar, y Francisco Cerro Chaves, arzobispo de la Archidiócesis de Toledo y Primado de España, han firmado hoy el hermanamiento entre la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, de México, y la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, de España, ambas situadas en el ámbito de sus respectivas jurisdicciones eclesiásticas.



Por su parte, el papa Francisco ha enviado una carta al arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, con motivo del hermanamiento, cuyo acto oficial ha tenido lugar este lunes en la basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

A través de este acuerdo, los arzobispos se han comprometido a “celebrar con solemnidad en la Basílica del Tepeyac la fiesta de la Virgen de Guadalupe de España, en el día en el que el calendario litúrgico la conmemora: el 6 de septiembre de cada año”, así como a “celebrar con solemnidad en la Basílica de Nuestra Señora de las Villuercas, la fiesta de la Virgen de Guadalupe de México, en el día que la sagrada liturgia le reserva: el 12 de diciembre de cada año”.

Del mismo modo, ambas iglesias deberán entronizar la imagen de una y otra advocación en los santuarios homónimos, es decir, que en la Basílica mexicana esté presente la imagen de la Virgen de Guadalupe de España, y en el Santuario de la Puebla de Guadalupe reciba culto una reproducción de la tilma de San Juan Diego en la que milagrosamente quedó plasmada la imagen de la Señora del Tepeyac. Asimismo, en el acuerdo se recoge que se debe “rezar en la Basílica española de la Virgen de Guadalupe por el pueblo hermano de México y elevar también plegarias en la Basílica de México por el pueblo español”.

Por último, el acuerdo contempla que este compromiso se lleva a cabo para “procurar la divulgación del conocimiento de ambas apariciones de la Santísima Virgen, unidas bajo una común advocación, para estrechar los vínculos entre los fieles devotos de Guadalupe de España y de Guadalupe de México”.

“Todos estos compromisos que hoy aceptan libre y gozosamente tienen como fin promover y divulgar el amor a la Beatísima siempre Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, invocada en México y en España con este nombre singular: Guadalupe”, se puede leer en el acuerdo, en el que se subraya también que “es su ardiente deseo que este hermanamiento fortalezca los lazos fraternos que siempre han unido a nuestros pueblos y redunde todo ello en la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas”.

Las palabras del Papa

Ante esta iniciativa, el papa Francisco ha expresado su “gozo” a través de un mensaje que ha enviado para la ocasión. “María, nuestra Madre, es siempre para su Pueblo vínculo de comunión”, ha recordado el Papa, señalando su presencia en la fundación de las primeras comunidades cristianas. “Esa experiencia”, señala, “trasciende las épocas y los lugares, y la Madre de Jesús, de forma sencilla, nos sigue llamando. Esto se ha expresado en muchos lugares del mundo con la invitación a construir un templo que fuese una casa con las puertas siempre abiertas para todos, una casa de oración y de comunión”.

“Hoy los convoca el dulce Nombre de María, más precisamente una advocación milenaria que ya en su raíz etimológica nos habla de mestizaje, de encuentro con Dios y con los hombres”, apunta el Papa. “Mestizaje porque los estudiosos no se logran poner de acuerdo si debemos leer el título ‘Guadalupe’ en árabe, en latín o en náhuatl, pero es curioso que lo que podría plantearse como un conflicto pueda en realidad leerse como un guiño del Espíritu Santo que hace escuchar su mensaje de amor a cada uno en su lengua”.

Así, Francisco explica que “en árabe la palabra podría sonar ‘río oculto’, como lo estaba esa fuente de agua viva que Jesús promete a la Samaritana, esa fuerza de la gracia que, incluso en tiempos de rechazo e incomprensión, mantiene viva a la Iglesia”. Por ello, “como pastores, esta alusión debe ser para nosotros un acicate, buscar siempre en el otro ese río oculto de gracia, ese Amor de Dios que lo hace un tesoro inestimable”. “Todo cambiaría si, como la Virgen, pudiésemos ver en el otro ese secreto oculto, cuántos fracasos y conflictos evitaríamos”, afirma el Papa.

Sin embargo, mezclándose con el latín, Francisco explica que “la palabra nos hablaría de un ‘río de lobos’ y, en ese sentido, de un remanso de paz para aquellos que están atribulados por sus propios pecados, por la violencia, por tantas guerras internas y externas que hacen del hombre un lobo para el hombre. Es el mismo río oculto de la gracia que en el diálogo con Jesús nos muestra nuestra realidad, abriéndonos a la esperanza”.

Finalmente, combinándose con la raíz mexicana, “nuestra Señora de Guadalupe se proclama como la que vence a la serpiente, con una tocante evocación al protoevangelio del Génesis. La Inmaculada es así la verdadera madre de todos los que viven; de los que han sido convocados hoy en este santuario, junto a sus pastores, para proclamar su fe en el Hijo de Dios, en Aquél que, haciendo nuevas todas las cosas, ha reconciliado consigo el mundo”. Por ello, el Papa ha animado a los fieles a “hacer brotar en los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo ese río de agua viva que salta hasta el cielo, para dar a Dios un culto en Espíritu y Verdad”.

“En cada momento histórico, en cada cultura, el Evangelio, permaneciendo siempre el mismo, se enriquece de significado. Lejos de descartar, incluye a cada persona que lo acoge”, ha asegurado el Papa, que termina su mensaje animando a pedir a Dios que, “en cada tiempo y lugar donde María nuestra Madre nos convoque, demos testimonio de esa íntima unión de la que sólo el Espíritu puede ser artífice”.

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