Timothy Broglio: “Estados Unidos no odia al Papa”

Timothy Broglio: “Estados Unidos no odia al Papa”

Timothy Broglio (Cleveland Heights, Ohio, 1951) sabe bien qué es una guerra. Las ha vivido como arzobispo castrense de Estados Unidos. Pese al empeño de oponerlo a Francisco, el nuevo presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) no tiene intención de librar ninguna batalla con el Papa. “Pregúntenle a él si soy su enemigo”, dice entre risas a Vida Nueva en su primera entrevista a un medio español desde que fue elegido el 15 de noviembre de 2022.



Precisamente, el 23 de febrero cumple sus primeros 100 días como máximo responsable del Episcopado norteamericano. Por ello, esta revista ha querido tomar el pulso al hombre que liderará la Iglesia estadounidense los próximos tres años. Desde Kuwait, donde se encuentra de visita pastoral a los militares desplegados en el Golfo Pérsico –y mientras el Pontífice recorre la República Democrática del Congo y Sudán del Sur–, responde a este semanario en una conversación telefónica de casi 45 minutos.

El obispo formado en el Boston College y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma no esquiva pregunta alguna. Y es que domina el arte de la diplomacia, trabajada durante sus más de seis años como nuncio en República Dominicana –2001 a 2007–, a donde llegó tras ser ordenado en San Pedro por los cardenales italianos Angelo Sodano y Giovanni Battista Re, y tras prestar servicio en las nunciaturas de Costa de Marfil o Paraguay, así como en la Secretaría de Estado como responsable de América Central.

Broglio sale de cualquier cuestión incómoda haciendo gala de un humor que –sin saber si reza cada mañana la Oración del buen humor de santo Tomás Moro– recuerda al del hombre con el que casi comparte apellido –Jorge Mario Bergoglio–. El prelado responde a todo: desde su (no) enemistad con el Santo Padre a su relación con Joe Biden, pasando por la comunión a políticos pro aborto, su cercanía al cardenal Sodano, la división de los obispos o el Sínodo Alemán.

PREGUNTA.- Tras los primeros 100 días, ¿cómo valora este tiempo?

RESPUESTA.- Hasta ahora ha ido muy bien. Ciertamente quedé un poco sorprendido por la elección, aunque algunos obispos me habían dicho que iba a ganar. Yo pensaba que era poco probable, pero estoy muy feliz por la confianza que me han demostrado. Los primeros 100 días han sido buenos, aunque el trabajo no para de aumentar. Sobre todo, mi bandeja de entrada de correo electrónico… (se ríe).

P.- ¿Cuáles son las urgencias a las que le gustaría responder en estos próximos tres años?

R.- Lo primero es, obviamente, continuar con el trabajo para inculcar la fe en la eucaristía. Esto es un punto muy importante. En segundo lugar, la unidad entre los hermanos obispos. Aquí hay que trabajar más, y es un desafío porque todos tenemos nuestra visión, pero tenemos que trabajar juntos por el bien de la feligresía. En tercer lugar, por supuesto, la evangelización, porque es necesario llevar el Evangelio a todos. Hemos visto un descenso en la participación en la misa. Esto es una realidad. En este sentido, debemos seguir trabajando en la pastoral con jóvenes, porque hay que continuar transmitiendo el mensaje del Evangelio de generación en generación.

P.- ¿Le preocupa la secularización de la sociedad estadounidense?

R.- Sí. Este es el gran desafío, y la secularización se nos presenta como el primer obstáculo a la evangelización. Como dijo san Juan Pablo II, es necesario predicar el Evangelio en un lenguaje en el que todos puedan entenderlo. Esta es la misión de todos los tiempos, pero yo creo que se hace especialmente necesario hoy. Es tiempo de buscar, como hace por ejemplo Robert Barron –obispo de la Diócesis de Winona-Rochester–, presentar el mensaje de la fe a través de los nuevos medios que nos permitan llegar a los jóvenes.

P.- En 2007, Benedicto XVI le nombró arzobispo castrense. ¿Qué ha aprendido del ámbito militar que hoy le sirva en su liderazgo en la USCCB?

R.- He aprendido mucho de la fe de los militares y, en muchas ocasiones, esta nace mientras que uno está haciendo su servicio militar voluntario. Siento su preocupación por no tener suficientes sacerdotes, que, aunque pasa en todos los terrenos, está más agudizado en el ámbito castrense. Uno puede ir un poco más lejos para ir a misa si está en su país, pero si uno está de misión en el extranjero es más complicado acceder a los sacramentos. Esta es una realidad a la que queremos dar solución.

P.- Una de sus últimas visitas pastorales fue a Ucrania, donde estuvo en Navidad acompañando a los soldados…

R.- Ha sido una visita muy importante, pero muy trágica. En los países del Golfo Pérsico o Afganistán he visto la guerra, pero uno pensaba que en Europa eso ya no iba a pasar. Sin embargo, una vez más, nos hemos equivocado. Fue muy duro contemplar la destrucción, la gente que ha tenido que dejarlo todo… Estuve en dos momentos en los que se produjeron bombardeos, y puede imaginar la tensión que se vive en los refugios…

Falta de coherencia

P.- ¿Cómo vivió la caída del cardenal Sodano a causa de los abusos de Marcial Maciel?

R.- He trabajado de cerca con el cardenal Sodano y creo que era una persona que buscaba siempre hacer el bien. La realidad es que yo ya no estaba en Roma cuando se comenzaron a tomar medidas contra Maciel, pero cuando las primeras voces llegaron, la reacción del cardenal era de incredulidad, porque veía en Maciel a un hombre bueno, con muchas vocaciones. Como cualquier persona, uno puede equivocarse, y él se equivocó. Pero, claro, es verdad que hablar a toro pasado es más fácil.

P.- En este sentido, pregunta obligada por los abusos. ¿Es una crisis sin salida o hay solución a esta lacra?

R.- Hay salida, pero para encontrarla, debemos permanecer vigilantes. Debemos asegurar que todos los que trabajan en nombre de la Iglesia están preparados para entender las fronteras de las acciones, de las palabras, y que uno tiene que tratar a las personas, más si cabe a los niños, con total respeto. Vamos a dejar esta crisis atrás, pero hay que seguir respetando las normas para asegurar que esto no vuelva a suceder. Y cuando haya abusos, actuemos.

P.- ¿A qué diría que se debe semejante comportamiento en los sacerdotes?

R.- Antes que nada, es una debilidad moral. Si uno cree lo que enseña, va a intentar evitar el pecado. Es una falta de coherencia.

P.- En otro orden, no podemos no preguntarle por Francisco. No pocos le presentan como enemigo del Papa. ¿Se ve así?

R.- (Se ríe). Habría que preguntarle al papa Francisco sobre esto… Le he visto antes y después de la elección y me ha acogido muy bien. Estuve en Roma por una reunión del Sínodo y pudimos estar una hora y media con él y luego saludarle brevemente… tampoco había más tiempo para solucionar los problemas del mundo (se ríe). Hemos tenido la posibilidad de reír juntos y de hablar de las nuevas responsabilidades, porque él sabe que ser presidente de una conferencia episcopal es añadir más trabajo a los ya existentes.

No veo esa enemistad entre nosotros, pero desde el momento de la elección ya se empezaron a hacer estos comentarios. Sinceramente, yo no me siento enemigo del Papa y él tampoco me ve así a mí.

Oposición al papado

P.- No se puede entender el catolicismo sin la adhesión al sucesor de Pedro. ¿Le molesta que le presenten como opositor a este papado?

R.- Sí, por supuesto. Como buen hijo de la Iglesia, o uno que se considera buen hijo, el Santo Padre es el sucesor de Pedro y merece todo mi respeto y obediencia.

P.- No es ningún secreto que Francisco tiene oposición dentro de la Iglesia. Y se habla de que Estados Unidos es de los países que menos entienden su pontificado. Permítame que sea directo: ¿odia Estados Unidos al Papa?

R.- No, no creo. Tal vez algunas decisiones han dejado un poco perplejos a Estados Unidos, pero odiar es demasiado fuerte.

P.- ¿Y los obispos de su país quieren a Francisco?

R.- Yo creo que .

P.- ¿Qué rasgos del Bergoglio pastor valora más?

R.- Su capacidad de acercarse a la gente. Esto es algo que nos ha tocado a todos. La cercanía es muy típica de él, tiene gran capacidad para ir a buscar  a quienes se encuentran en las periferias. Y esto ha impresionado mucho. También su humildad. Desde el comienzo de su pontificado se ha presentado como un pecador y nos pide a todos que recemos por él. Son rasgos de su personalidad que impresionan.

P.- Cambiando de papa, ¿Benedicto XVI será santo?

R.- Es santo. El Señor lo ha acogido en el cielo. Pero la Iglesia tiene que hacer su proceso para verificar la santidad. Para esto siempre hace falta tiempo, para evaluar y decidir. Hay que seguir los cauces.

P.- Los periodistas hablamos a menudo de obispos conservadores y progresistas. ¿Existe tal división?

R.- Son divisiones un poco artificiales, porque unos tienen más interés en un tema y otros en otro, por lo que la prensa tiende a enfrentarnos. Tal vez es necesario más diálogo y comunicación eficaz entre nosotros mismos. Es cierto que existen diferencias a la hora de afrontar los problemas. Por ejemplo, yo he hablado mucho con Mark J. Seitz –obispo de la Diócesis de El Paso– sobre el problema de la migración. Este es un tema evangélico, no es un tema de izquierdas ni de derechas. La caridad empieza con ellos. Un servidor es muy consciente del derecho a migrar, porque mi abuelo llegó a Estados Unidos sin nada, y progresó porque otros le acogieron. Por tanto, hoy debemos dar este ejemplo de acogida y ayudar a quienes tienen necesidad.

En esto estamos muy unidos al papa Francisco. Sobre todo, en buscar, a través de Cáritas y las diócesis de frontera, ayudar a estas personas. También tenemos que exhortar a los políticos a que busquen soluciones y reformen nuestro sistema de migración. Lo ideal sería ayudar a los países que tienen necesidad de solucionar sus problemas internos para que la gente no quiera huir. Esto es un trabajo a largo plazo. Pero, al mismo tiempo, nos enfrentamos a personas que vienen de países con dificultades políticas, y nosotros tenemos el deber de acogerles y de ayudarles a comenzar una vida nueva en Estados Unidos. Sé que este tema no es muy popular entre algunos sectores de nuestro país, pero es porque han olvidado nuestra historia…

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