La especialista destaca que Francisco destila Doctrina Social de la Iglesia por donde hable o con lo que haga
Ángeles Furlani es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad Católica Argentina (UCA), mención de honor otorgado por la Federación Argentina de Mujeres Universitarias; profesora de grado universitario en Administración de Empresas por la Universidad Nacional de Cuyo y máster en Doctrina Social de la Iglesia por la Universidad de Salamanca. Actualmente es miembro de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE) de Mendoza.
Perteneció al equipo de Pastoral Social de Mendoza durante los últimos años y fue parte del equipo de estudio para la Reforma de la Constitución Provincial, constituido como grupo interdisciplinario para realizar aportes desde la visión cristiana.
Vida Nueva la entrevistó como aproximación al Tercer Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia que, bajo el lema ‘Dimensión social de la sinodalidad: el clamor de los empobrecidos y de la tierra’, se realizará del 21 al 23 de abril, en Bogotá, de manera virtual y presencial.
PREGUNTA.- ¿Podrías acercarnos una síntesis que nos permita reconocer los tiempos de la Doctrina Social de la Iglesia desde su inicio con la ‘Rerum Novarum’ de León XIII en 1891?
RESPUESTA.- Suele hablarse de un inicio de la Doctrina Social de la Iglesia a partir de la ‘Rerum Novarum’. En mi opinión, ese fue un punto de inflexión, no un inicio, ya que la Iglesia nunca se desentendió de la visión social del mensaje evangélico. Pero la importancia de ese documento marca un antes y un después en la enseñanza social de la Iglesia, eso sí. Es decir que la enseñanza, el magisterio, en la moral social (que eso es la Doctrina Social de la Iglesia) se ve a lo largo de la historia de la Iglesia, mucho antes de la ‘Rerum Novarum’.
Luego se publicaron algunas encíclicas en el aniversario de la ‘Rerum Novarum’, como la ‘Quadragesimo Anno’ de Pio XI en 1931, la ‘Mater et Magistra’ de Juan XXIII en 1961, la ‘Octogesima Adveniens’ de Pablo VI en 1971 y la Centesimus Annus de Juan Pablo II en 1991, tomando como referencia a la ‘Rerum Novarum’. Tanto en ellas, como en los demás documentos del magisterio, se vuelve a tomar esas enseñanzas pero haciendo una lectura nueva, conforme a los tiempos de cada una de ellas. Los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia siempre responden a la situación que se está viviendo. Y no solamente las encíclicas sino otro tipo de documentos, como por ejemplo los radiomensajes de Pio XII en las vísperas de Navidad en 1942 y 1944, durante la segunda guerra mundial, los mensajes de las conferencias episcopales, etc.
Francisco destila Doctrina Social de la Iglesia por donde hable o con lo que haga. Sus enseñanzas son muy amplias y sencillas a la vez; van a la esencia, tiene una visión muy abarcativa. Creo que se lo identifica sobre todo con la ‘Laudato si”, que es otro gran punto de inflexión en la Doctrina Social de la Iglesia, pero no puede limitárselo a ella. ‘Fratelli tutti’ es bellísima, y los numerosos mensajes destinados a tantos días mundiales, de encuentros, etc. son claros y de una belleza evangélica admirable.
P.- Cuando hablamos hoy de Doctrina Social de la Iglesia, ¿de qué hablamos exactamente? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuál su finalidad inmediata? ¿Puede haber varias posturas dentro de la misma?
R.- Al hablar de Doctrina Social de la Iglesia hablamos de una evangelización de las realidades sociales, es decir analizar la realidad, discernir qué es lo más adecuado y actuar en consecuencia, pero no de cualquier manera sino a la luz de esas enseñanzas, de esos principios y valores, que están fundados en la Palabra de Dios, en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, en el Magisterio, en fin, todo en consonancia. Y son enseñanzas muy ricas, que no se limitan al campo de la política y la economía. Ya desde la misma familia es lindísimo vivir la realidad a la luz de esos principios y esos valores que tanto nos hablan de Dios, poniendo siempre en valor a la persona humana.
La enseñanza en lo fundamental es siempre la misma, valorando y defendiendo siempre la dignidad de la persona humana, pero, según las diferentes realidades, circunstancias y posibilidades podemos encontrar diferentes criterios de acción, diferentes caminos.
P.- Según el padre Primo Corbelli, scj, la Teología de la Liberación “ha sido de gran ayuda para que la Doctrina Social de la Iglesia descubriera sus fundamentos bíblicos y, a la vez, apuntan a un enfoque liberador”. ¿Qué opina de esto?
R.- Es un tema muy complejo y sensible. Sin lugar a dudas, la Teología de la Liberación ha hecho grandes aportes a la Iglesia. Digamos que ha hecho lío, como diría Francisco, ha removido, ha cuestionado, no se ha quedado callada, ha gritado las injusticias, ha hecho mucho hincapié en la dimensión histórica de la Doctrina Social de la Iglesia. Siempre las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia van naciendo como respuesta a las situaciones y los desafíos que se van dando en la historia, pero siempre son respuestas desde el Evangelio. Por eso, la denuncia de los males siempre debe ir acompañada del anuncio de la Buena Nueva, no separarse. No es solo praxis. Se advierte en la Sollicitudo Rei Socialis que “el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y que ésta no puede prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más alta.”
P.- Hablemos de los Derechos Humanos dentro de la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Qué características tienen y porqué son “inalienables”?
R.- La encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII expresa en el número 145 que los derechos del hombre (que brotan inmediatamente de la dignidad de la persona humana) “son universales, inviolables e inmutables“. En la Doctrina Social de la Iglesia, todos los principios se anclan en un principio fundamental que es el de la dignidad de la persona humana. Y a nivel social se refleja en los derechos humanos, aun con las imperfecciones que ellos puedan tener. Es decir que, aunque no se hiciera referencia explícita, los derechos humanos están enraizados en la dignidad humana y hacen visible en el mundo el valor sagrado de la vida humana.
En las enseñanzas de la Iglesia en materia social, no son fruto del derecho positivo, sino que tienen una raíz teológica porque el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, redimido por Cristo e invitado a la bienaventuranza eterna. Sin embargo, es innegable el aporte que los derechos humanos han hecho a la humanidad, ya que dan visibilidad a esa dignidad humana. La diferencia es que los derechos humanos responden a una concepción antropocéntrica, más de tono individualista, en cambio en la tradición cristiana estos derechos responden a un humanismo teocrático, con una concepción de los derechos humanos acorde a la naturaleza trascendente y naturalmente social del hombre.
Son inalienables porque son intrínsecos a la persona humana. No pueden separarse de ella, porque son irrenunciables, se siguen teniendo siempre aunque se los intente negar o negociar.
P.- ¿Cuáles son los derechos fundamentales a partir de esta carta encíclica ‘Pacem in Terris’ de Juan XXIII de 1963 y cuál es la importancia de la misma?
R.- La ‘Pacem in Terris’ fue la última encíclica de Juan XXIII. El tema central es la paz, pero una paz basada en el respeto a la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Y de ahí la importancia de reconocer y respetar los derechos humanos. Expresa con claridad que todo hombre es persona, por tanto tiene por sí mismo derechos y deberes, que son universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto”, señalando así sus características y uniendo derechos y deberes.
Algunos de los derechos que enumera son: el derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, a la buena fama, a la verdad y a la cultura, al culto divino, derechos familiares como es fundar una familia, derechos económicos, a la propiedad privada, de reunión y asociación, de residencia y emigración, a intervenir en la vida pública, a la seguridad jurídica. Y luego, habla de los correspondientes deberes, como las dos caras de la misma moneda. Derechos y deberes van de la mano. Algo muy importante de esta encíclica fue que explícitamente reconoció y valoró la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que no había sido reconocida oficialmente por la Iglesia.
P.- Hablemos de la Doctrina Social y la vida política para los cristianos. ¿Qué expresa sobre el capitalismo y el liberalismo? ¿Qué dice de las ideologías? ¿Cómo participar de la vida política como cristianos? ¿Cuál es el principio básico de la concepción cristiana de la organización social y política?
R.- La vida política nos concierne a todos, porque vivimos en sociedad, somos seres sociales, integrantes de esa polis en la que vivimos. La política en sus diferentes maneras es una obligación de todos. Pero para quienes tengan esa vocación de arremangarse y trabajar, es un llamado importante. La política es todo cuanto hace el ser humano para responder a su ser social por naturaleza. Este carácter social es el fundamento de la política; la política no es algo añadido al ser humano. Debemos convivir y procurar el bien de los demás. Pio XII, en su radiomensaje Con Sempre, señala que la convivencia tiene que “fundarse en el orden moral establecido por Dios”.
Los cristianos, desde nuestra fe, tenemos que trabajar para la transformación de la sociedad. Tenemos que tomar conciencia de nuestra responsabilidad en la comunidad política, actuando conforme a nuestra fe cristiana, evitando la separación entre fe y vida. Pensemos que tantas veces echamos la culpa a “la política” de lo que nos pasa, pero en el diario accionar se enseña a engañar, a pasar por arriba, a sacar provecho, a utilizar como medio a los demás, etc. Es en ese accionar cotidiano, en el que se construye y se reconstruye, se vive y se hace realidad la sociedad. El cristiano tiene que evangelizar la dimensión política.
En cuanto al capitalismo, ideologías, etc. vemos que Juan Pablo II –en la Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis– dice que la Iglesia no propone ningún sistema económico o político, y que tampoco muestra preferencia por uno u otro, pero aclarando “con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo”. Y también agrega que la Doctrina Social de la Iglesia no es una ideología, sino que pertenece al ámbito de la teología moral.
Quien asume un compromiso político para ejercer el poder debe procurar hacerlo en base a una conciencia recta conforme al Evangelio para obrar al servicio de la comunidad, pero no de cualquier manera sino responsablemente, buscando siempre el bien común, con justicia.
Francisco va más allá aún y habla de la caridad política. Nos dice que la política es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Y agrega que esta caridad política supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista.
P.- ¿Y la democracia? ¿Cuál es el problema más grave de las democracias hoy? ¿Qué dice la Doctrina Social de la Iglesia acerca del compromiso moral de los representantes?
R.- El problema de las democracias no está solamente en los gobernantes, sino también en el pueblo y en las estructuras de poder ya que no siempre permiten que se cumpla el principio de participación. Los gobernantes son elegidos, pero no todos votamos en conciencia sino siguiendo un espejismo, dejándonos llevar por una campaña, por la lógica propagandística que no nos guía bien. Esto en parte ocurre por una falta de acceso a propuestas, a datos, o por falta de interés. Tal vez se carece de una seria formación para líderes y gobernantes, y se deja que el curso de acción vaya por el carisma personal de los candidatos y las alianzas estratégicas cuyos fines no suelen ser el bien común, sino ganar las elecciones.
Respecto del compromiso moral de los representantes, Pío XII en el radiomensaje Benignitas et Humanitas explica que la persona, el Estado y el poder público, están tan unidos, que o se sostienen o se destruyen juntamente; que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios, la dignidad del Estado es la dignidad de la comunidad moral que Dios ha querido, y que la dignidad de la autoridad política es la dignidad de su participación de la autoridad de Dios.
Promover una sana democracia no es algo que se limite a la política, sino que se debe fomentar desde todos los ámbitos en los que se desenvuelve la persona humana (educación, trabajo, familia, vecindad, etc.), haciendo realidad el principio de participación y de subsidiariedad.
P.- ¿Qué opina del abordaje que hace la Doctrina Social de la Iglesia respecto de la familia en un momento en que la realidad de hoy en el mundo es que hay muchas maneras de ser familia?
R.- La Iglesia, en general en todas sus enseñanzas y en particular en materia social, no puede dar un mensaje diferente al que nace del Evangelio. Pero esa claridad del mensaje no significa que cierre sus puertas, todo lo contrario. Es o debería ser una Iglesia de puertas abiertas, o de “entrada libre”, como dice Francisco. La Iglesia tiene que ver las realidades que se van presentando y discernir con criterios cristianos esas situaciones, pero no por eso deja de iluminar o enseñar.
Si bien en la actualidad, hay un concepto muy amplio de familia, no olvidemos que la encíclica Familiaris Consortio se refiere a ella como “una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes”. Y pone el énfasis en el amor de sus miembros “que conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar”.
Ahora bien, la Iglesia está llamada a acompañar, a iluminar, a ayudar. En el X encuentro mundial de las familias, Francisco expresa que “debemos convertirnos y caminar como Iglesia acogedora, para que nuestras diócesis y parroquias sean cada vez más comunidades que sostienen a todos con los brazos abiertos.”
P.- La Doctrina Social de la Iglesia tiene un capítulo especial sobre la necesidad de salvaguardar el medio ambiente. ¿Es ‘Laudato si” una nueva manera de conciencia universal al respecto? ¿Qué es para Francisco la conversión ecológica?
R.- La encíclica ‘Laudato si” ha ocasionado un impacto importantísimo dentro y fuera de la Iglesia. Creo que el solo hecho de una encíclica dedicada al tema es sumamente llamativo. “Sobre el cuidado de la casa común”, ya desde el principio se marca la visión social, estamos en la misma casa, no puede sernos indiferente lo que le pasa al otro. Ese adjetivo “común”, ya va dando esa impronta de comunión, de comunidad de toda la especie humana. Luego vendrá ‘Fratelli tutti’ en la que se recalca la hermandad de la humanidad.
El compendio de la Doctrina Social de la Iglesia tiene un capítulo especial sobre la necesidad de salvaguardar el medio ambiente. Recordemos que este compendio es anterior al papado de Francisco, e incluso al de Benedicto XVI, ya que se publicó justo un año antes de la muerte de Juan Pablo II. Y el tema de la ecología ya estaba presente, entendiendo siempre a la creación como un don de Dios. Intervenir en la naturaleza sí, pero sin dañar ni abusar.
Toda la Doctrina Social de la Iglesia es una permanente invitación a la conversión, que no pasa por un sentimiento sino por un estar atentos (ver), un discernir (juzgar) y un conjunto de acciones concretas (actuar) que vayan haciendo palpables los valores cristianos que pregona la Doctrina Social de la Iglesia (justicia, verdad, libertad y caridad). La conversión ecológica se refiere a transformar nuestros corazones y nuestras mentes para que con un mayor amor a Dios, a los hermanos y a la creación que nos ha sido dada, actuemos conforme a esos valores. No es un término de Francisco, sino de Juan Pablo II, lo que demuestra una vez más la consonancia entre los autores y los documentos del magisterio pontificio.
Esa ecología no se refiere solamente al cuidado de la naturaleza sino a una ecología humana. E implica una solidaridad en lo geográfico y en lo temporal.
P.- ¿Cuál es el concepto de pobreza que transmite la Doctrina Social de la Iglesia? En la actualidad, ¿estamos entendiendo lo que significa la opción preferencial por los pobres que hace la Iglesia de Jesús?
R.- En la encíclica Sollicitudo Rei Socialis, vemos que la opción preferencial por los pobres “es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes.” Y luego agrega que esta preocupación “debe traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas.”
Los pobres son los preferidos de Jesús; optar por ellos no es más que seguir el ejemplo de Jesús, así que para responder podríamos ver a qué pobres se dirige Jesús. Y ahí vemos que no se dirige solamente a los pobres en lo material. Por ejemplo con el paralítico, primero lo perdona de sus pecados (pobreza espiritual) y recién después lo sana (pobreza física). La pobreza tiene que ver con la escasez de los medios necesarios para vivir, que no son solamente medios materiales. Así vemos muchísimas formas de pobreza, mucha soledad, mucho hambre espiritual, en fin. No podemos limitar la opción preferencial por los pobres al plano material. Y tampoco podemos limitar o reducir el accionar a un plano individual, sino que tiene que haber una acción colectiva, un compromiso con la acción, pero también con la denuncia de las estructuras de pecado.
En 2017 el Papa Francisco instituyó la Jornada Mundial de los Pobres, que se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Se trata de “una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa, no podrá haber justicia ni paz social.”
P.- ¿Cómo hacer para que la Doctrina Social de la Iglesia sea un modo de entender la realidad en cada momento histórico y apropiarnos de ella para ser parte de los cambios integrales del mundo? ¿Estamos siendo formados para eso?
R.- Entender la realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia es aplicar en forma permanente el método del ver, juzgar y actuar. Es estar atento a lo que vivimos, ir haciendo un discernimiento a la luz del Evangelio y obrar en consecuencia. Para esto es importante tener siempre presentes los valores de la DSI (que no son otros que los valores evangélicos) para hacerlos realidad en el día a día, en cada momento, en especial desde la familia, en los lugares de trabajo. Pensar solamente en los grandes problemas del mundo y desatender los problemas concretos de nuestro pequeño mundo, es un error. Pensar en lo otro sin descuidar esto. ¿De qué valdría reclamar injusticias en otro lugar del mundo si en mi propia familia se estuviesen tomando decisiones injustas?
Guiarnos por la verdad, siempre la verdad, no los eufemismos. La justicia, pero la verdadera justicia, no solamente lo que me permite la ley, no solamente atenerme al derecho positivo sino preguntarme si esto es justo o no. Actuar con libertad y respetando la liberad de los demás sin imposiciones arbitrarias. Y, por sobre todo, la caridad como vía de excelencia para todas las relaciones humanas.
Los principios también, pero como un marco en el cual movernos, en cambio los valores como aquello que nos mueve. Es decir, no puedo pretender ser justo pero ir en contra de la dignidad de la persona humana, de nadie. Esto no es una cuestión de mayorías o minorías, es respetar la dignidad humana de todos. Tampoco descuidar el bien común, no estar solamente atentos al bien particular. Entender la solidaridad como la corresponsabilidad por el destino de los demás (como si fuera el propio destino), porque estamos todos en el mismo barco, somos todos humanos. La subsidiariedad respeta también a la dignidad de la persona humana colocando a cada instancia en su lugar y promocionando a las más débiles como protagonistas de su realidad. Y hacer todo con participación, no en nombre de sino con (esto muchas veces se pasa por alto); crear instancias de participación para todos, no solamente para los favoritos (que también pasa en las familias con los hijos). En cuanto al tan nombrado destino universal de los bienes, que quede claro que no se refiere únicamente a lo material, sino también al conocimiento, la tecnología, etc.
Debería haber más formación, es cierto. Esta es una gran deuda de la Iglesia, pero que debe ser asumida por los mismos laicos. En la Mater et Magistra se habla de la importancia y necesidad de la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia desde las mismas escuelas y parroquias. Y si nos preguntamos cuántos son los establecimientos educativos en los que se enseña Doctrina Social de la Iglesia, cuántas son las parroquias en las que se vive realmente estos principios y se enseñan al menos a los agentes pastorales? Yo lo desconozco, pero, creo que tenemos una gran deuda.
Es más, la Mater et Magistra no solamente habla de la necesaria formación y difusión sino que advierte que “no debe ser materia de mera exposición”, sino “objeto de aplicación práctica”. Y estamos hablando de una encíclica de 1961. Después en la Sollicitudo Rei Socialis se insiste en que “la enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia.”
P.- El magisterio social de la Iglesia, ¿obliga en conciencia a todos los cristianos y cristianas?
R.- Está dirigido a todos, cristianos y no cristianos. La DSI no exige que profesemos la fe de la Iglesia, porque sus principios y valores no son solamente para los católicos, sino para todas las personas porque todos compartimos la misma dignidad, sin distinción de sexo, raza, cultura o condición social.
La “obligatoriedad” no proviene de la doctrina en sí, sino de la Palabra misma a quien refleja. Enseña la moral aplicada a lo social, y la moral obliga en conciencia.
P.- Si pudiera atreverse a soñar con lo que debería desarrollar hoy la Doctrina Social de la Iglesia, para este tiempo, para este marco de realidades en los que vivimos en nuestro país y en el mundo ¿cuál sería tu temática preferida?
R.- A mí me gustaría la de achicar márgenes, acercarnos al otro, la del distinto pero no distante, la de descubrir en el otro (sea quien sea) a un hermano y ver en él a Jesús. La de evitar grietas que dividen porque ponen por sobre las enseñanzas cristianas a situaciones e ideas temporales.
Ver en el otro el rostro de Jesús, sin quedarnos en los roles, en las circunstancias, etc. No quedarnos en eso. Que no polaricemos. Realmente me gustaría ver estructuras colaborativas, pero esto es muy difícil porque nuestra sociedad (en general hablo) se basa en estructuras competitivas. No solamente en el deporte y en la política, en muchas situaciones parece que buscamos siempre demostrar quién es el mejor, no quién da la mejor versión de sí mismo para ayudar al otro. Es decir, pasar de estructuras competitivas a estructuras colaborativas.
Me gustaría hacer hincapié en desandar estructuras mentales de competencia permanente. Digamos ir más en la línea de ‘Fratelli tutti’. Todos hermanos, hijos de un mismo Padre, “un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio” (FT, 1). Mi deseo está también en consonancia con la intención del papa Francisco para enero 2023 “enseñando la fraternidad en lugar de la competencia”. Nada nuevo, por cierto, sino la raíz misma de nuestro cristianismo, hermanos e hijos de un mismo Padre.