Un fuerte resfriado impide a Francisco pronunciar su discurso a un grupo de clérigos orientales con los que se reunió esta mañana en el Vaticano
Un fuerte resfriado ha obligado al Papa a bajar el ritmo de su agenda pública. De hecho, no ha podido pronunciar el discurso que tenía previsto a un grupo de jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales. Sí ha podido reunirse con ellos en los palacios apostólicos donde les ha hecho entrega de su mensaje en el que deja caer que “lo que más les falta hoy a los cristianos de diversas confesiones es un deseo ardiente de unidad, que antecede a los intereses partidistas”.
En un nuevo intento de tender puentes, consciente de la quebrada relación con el patriarca ortodoxo ruso Kirill a causa de la guerra, hizo un llamamiento a fomentar un “diálogo de caridad, diálogo de verdad, diálogo de vida”. “Hay que desear la unidad con la oración, con todo el corazón y las fuerzas, con insistencia, sin cansarse”, añadió el pontífice.
“Si los cristianos caminan juntos, como lo hicieron los dos discípulos de Emaús, serán acompañados por Cristo, quien los sostendrá, motivará y completará en su camino”, insistió el Obispo de Roma, que también se situó en el otro extremo. Así, les advirtió de que “el desánimo y la autorreferencialidad impiden a los cristianos de diferentes confesiones ver lo que los une”, como les ocurrió a aquellos dos creyentes, que no supieron descubrir el rostro de Jesús.
Sabedor de que, entre los asistentes se encontraban clérigos procedentes de Siria y Turquía, se solidarizó con las víctimas del terremoto: “Ante el sufrimiento de tantos niños, mujeres, madres, familias inocentes, espero que se haga todo lo posible por el pueblo, que no haya motivos ni sanciones que obstaculicen la urgente y necesaria ayuda a la población”.