El Instituto Teológica de Vida Religiosa celebra hoy la segunda jornada de estudio sobre abuso de poder y de conciencia de este curso 2022-2023
“Aunque suene fuerte, la Iglesia estaría cavando su propia tumba”. Es el diagnóstico que esta tarde lanzó el misionero claretiano Antonio Bellella ante determinadas reacciones eclesiales que se están dando ante una de las mayores crisis de credibilidad de la comunidad católica. Fueron sus palabras en la apertura de la segunda jornada de estudio sobre abuso de poder y de conciencia de este curso 2022-2023 organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.
Aunque su labor de acompañamiento a congregaciones religiosas le impidió estar presente en la sede madrileña del centro formativo, el director de este centro formativo se hizo presente a través de una alocución de bienvenida que pronunció la secretaria del instituto, Laura Zamora. Ella fue la encargada de acoger tanto al obispo auxiliar de Madrid, José Cobo, como al agustino recoleto Antonio Carrón de la Torre, profesor del Instituto de Antropología y estudios interdisciplinares sobre la Dignidad y el Cuidado humano de la Universidad Pontificia Gregoriana.
Para Bellella, la Iglesia se encuentra “en una seria encrucijada, afrontando una crisis que, en el fondo, ella misma habría provocado”. Por ello, considera que “el cuidado de la conciencia y la lucha contra el abuso espiritual son determinantes para la formación de personalidades maduras y sanas en la vida consagrada”.
“Al permitir que bajo sus muros se cometieran actos infames, la Iglesia se habría hecho acreedora de una deuda que antes o después tendría que pagar”, planteó el director de ITVR, que lamentó “su presunta complicidad con los victimarios, ligada a ciertas ambigüedades en su estructura”, “su secretismo interesado, con el fin mantener ámbitos de poder y control” y “la traición al mensaje que ella misma representa”.
A la par el misionero claretiano admitió que las ramificaciones de los abusos “parecen interminables” y “los pasos que se dan para buscar encauzarla no terminan de ser satisfactorios ni suficientes”. En este sentido, enfatizó que “el dolor de las víctimas es tanto y tan intenso que habrá que esperar algunas décadas para que sus heridas terminen de cicatrizar”.
Sin citar directamente el caso del jesuita Marko Rupnik, pero con una referencia implícita, Bellella explicó que “abusar de la conciencia no solo interrumpe y puede llegar a destruir el diálogo constituyente que cada persona mantiene consiga misma, sino también a deformar la verdadera imagen del Dios cristiano”. “Cuando el abuso espiritual se presenta, descalabra las convicciones y pone en jaque el proceso anímico del ser humano, desgarrando las fibras del alma y generando un estado de agotamiento”, advirtió.