Para el agustino recoleto, Antonio Carrón, “el abuso no es solo una cosa de menores ni circunscrito a lo sexual”. Este fue el punto de partida de la sesión que impartido esta tarde en la segunda jornada de estudio sobre abuso de poder y de conciencia de este curso 2022-2023 organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa en Madrid.
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Profesor del Instituto de Antropología y estudios interdisciplinares sobre la Dignidad y el Cuidado humano de la Universidad Pontificia Gregoriana, analizó la necesidad de “vivir con sentido crítico dentro y fuera de las comunidades”. “Nos tenemos que mirar a fondo, porque si no lo abordamos de manera integral, no somos coherentes con el Evangelio. Jesús vino a sanar heridas y, si no hay una conversión, poco podremos avanzar”, sentenció.
Asignatura pendiente
En esta misma línea, apreció que “el acompañamiento y la escucha a las víctimas sigue siendo una asignatura muy muy pendiente. Solo desde las víctimas y asumiendo la propia responsabilidad que tenemos, podremos mirar de frente a esta lacra”.
A partir de ahí, se detuvo en el perfil del abusador, en claves para detectar abusos en el seno de la vida consagrada, así como promover una formación y un acompañamiento sano. Carrón expuso que el abuso de conciencia pasa, entre otros desmanes, por “apoderarse de la voluntad del otro, controlar sus decisiones e ideales, controlar la vida de oración y la relación con Dios del otro…”.
Los falsos padres espirituales
“Cuando la paternidad espiritual se desvía, destrozamos lo más profundo y sagrado de la persona, entramos en un proceso de vampirización”, alertó el agustino recoleto que se detuvo en analizar las patologías que suelen ir ligados a estos falsos ‘padres’ o ‘madres’ espirituales, como el deseo de posesión, la manipulación afectiva y seductora, la imposición del criterio personal como único, reglamentación excesiva, infantilismo… Todo esto lleva para Antonio Carrón hacia “una completa distorsión del pensamiento religioso”.
A pesar de todo ello, quiso abrir “una ventana a la esperanza y la ilusión” para “promover una cultura del buen trato”, porque “no todo es abuso ni podemos identificar el voto de obediencia como abuso”. “El abuso no es el ADN de la Iglesia”, subrayó, a la par que defendió que hay que echar el resto para “erradicarlo” de toda forma de vida eclesial.