Dispuesto a contribuir con sus reflexiones al recurrente diálogo entre ciencia y fe, Juan Antonio Herrero Brasas desarrolla en su última obra sobrados argumentos y certeros análisis para defender la existencia de ‘Dios y el más allá en el pensamiento contemporáneo’ (Ed. San Pablo). No siempre resulta fácil hacerlo, aunque “para un cristiano es perfectamente lícito dudar”, admite este profesor universitario. “Lo que importa –añade– es la respuesta que se dé ante esa duda”. Algo que experimentó en vida una santa como Teresa de Lisieux, cuya “fe firme” –de extraordinario impacto en la cultura y la religión del mundo actual– reclama también la atención de nuestro autor en su nuevo libro.
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PREGUNTA.- ¿Qué lugar cree que ocupa Dios en el pensamiento contemporáneo?
RESPUESTA.- Dios ocupa un lugar enorme en el pensamiento contemporáneo, aunque no en el ‘discurso’ contemporáneo del mundo occidental. Ni la ciencia física ni la teoría de la evolución dan una respuesta satisfactoria a las preguntas fundamentales sobre la existencia del universo y del ser humano, con todo lo que ello implica. En un discurso público dominado por el humanismo cientificista, se nos impone el silencio por corrección política para no ofender al no creyente. Por el contrario, que el discurso del no creyente ofenda al creyente no es problema.
P.- ¿Cómo afecta la creciente secularización a la experiencia creyente?: ¿la erosiona, la purifica…?
R.- La purifica. El creyente no tiene motivos para sentirse inseguro o erosionado en su creencia y experiencia religiosa. Esa Realidad última y suprema en la que ha puesto su fe está infinitamente por encima del consenso aparente al que unos cuantos millones de hormiguitas puedan llegar en un insignificante hormiguero en la inmensa finca del universo.
Fe “heredada”
P.- ¿Ha dejado la fe de ser un sentimiento heredado para convertirse en una experiencia personal?
R.- Afortunadamente, creo que ese es el caso, aunque todavía no al cien por cien. Pero es importante tener en cuenta que la fe auténtica nunca puede ser meramente “heredada”. Esa fe “heredada” es, o ha sido, parte de una moda, un ropaje cultural del momento, algo que, consecuentemente, ahora ha pasado de moda. Ahora queda lo auténtico. (…)
P.- ¿Se puede ser cristiano y dudar de la resurrección de los muertos?
R.- Absolutamente sí. Para un cristiano es perfectamente lícito dudar. Lo que importa es la respuesta que se dé ante esa duda. Teresa de Lisieux vivió asediada por la duda sus últimos años, y hasta en su mismo lecho de muerte estuvo atormentada por las dudas sobre la existencia de Dios y el más allá. Pero su respuesta de fe fue firme, y hoy es una de las grandes santas de la Iglesia. (…)