Entrevistas

Expedita Pérez: “Mi camino con tantos hermanos musulmanes me ha abierto el corazón y la mente”

La comboniana canaria ha encarnado su misión en Sudán, Egipto, Turquía y, ahora, Israel





La canaria Expedita Pérez, misionera comboniana que ha fomentado el diálogo interreligioso y se ha volcado con los últimos, especialmente con los refugiados y desplazados internos en los ocho años que ha pasado en Sudán, los siete en Egipto, los dos en Turquía y, desde ahora, en Israel, siempre ha desarrollado una pastoral de frontera. Ante todo, trascendiendo de sí misma para darse a los demás.



PREGUNTA.- Has pasado por Sudán, Egipto, Turquía y, ahora, Israel. ¿Cómo te ha alimentado, humana y espiritualmente, esta misión?

RESPUESTA.- Humanamente, he crecido y madurado con cada encuentro personal, cultural y religioso. Muchas personas, con sus historias, han pasado a formar parte de mi historia de salvación. Y esto es un don y una riqueza muy grande.

Espiritualmente, he sido enriquecida por la fe de los cristianos, especialmente por aquellos perseguidos y marginados por su creencia. Me han ayudado a ser más profunda en mi camino de fe y, sobre todo, a crecer en la acción de gracias y de alabanza a nuestro Dios, tan encarnado en nuestra historia.

Pero también tengo que decir que mi camino con tantas hermanas y hermanos musulmanes me ha abierto el corazón y la mente; me han ayudado a entender mejor que toda persona que busca a Dios con un corazón puro está construyendo el Reino de Dios con su vida, porque no puede querer y desear otra cosa que un mundo mejor y más digno para todos. Me siento más enriquecida, más abierta, menos rígida y más acogedora en las dos dimensiones.

Diversidad cultural

P.- ¿Qué te fascina de cada una de estas culturas y del modo de ser de sus gentes? ¿Y cómo has testimoniado el Evangelio que has encarnado entre ellos? ¿Ha habido muchas diferencias según los países?

R.- En estas cuatro realidades culturales tengo que resaltar el don de la acogida, de la generosidad. Esto lo viví aún más fuertemente en Sudán, en una situación de guerra y hambre. Las personas con las que caminé en estas diferentes realidades han valorado mucho la cercanía humana, el ser vistos como iguales y hermanos. Han comprendido que nuestra presencia (siempre como comunidad) era en el nombre de Dios y totalmente gratuita, buscando solo ayudarles en sus necesidades más urgentes y donde nosotras podíamos.

Recuerdo a los cristianos que, en los cuatro lugares, nos han pedido ‘ser sus voces’ y dar a conocer las injusticias que ellos viven… Recuerdo a Yousuf, un niño iraquí que, después de nuestra visita a su familia y de un momento de oración, se me acercó y me dijo: “Hermana, recen mucho por nosotros, los cristianos perseguidos, por nuestra fe, para que podamos ser fieles a Jesús hasta el final”.

Recuerdo a los hermanos musulmanes que venían y vienen aun hoy, en Israel, a darnos las gracias porque ayudamos a sus niños a crecer en su fe, invitándoles a estar más cerca de Dios y a hablar y escucharlo sobre todo en sus momentos fuertes de oración.
La experiencia de Sudán ha sido hasta hoy la más fuerte para mí y también creo la que más huella ha dejado. Luego, el encuentro con los cristianos iraquíes en Turquía ha sido bastante fuerte.

P.- Ahora, en Israel, ¿cómo son los proyectos en los que trabajáis y las comunidades a las que acompañáis?

R.- Nuestra comunidad está ubicada en Betania y tenemos una presencia en las dos realidades del famoso muro que tanta división y sufrimiento ha causado y continúa causando en la convivencia entre israelíes y palestinos.

Trabajamos mucho en colaboración con ONG locales e internacionales. Con Médicos de Israel por los Derechos Humanos tenemos una clínica móvil y otra abierta. Con Kuchinate trabajamos junto a los solicitantes de asilo africanos y las mujeres víctimas de trata, apostando por el empoderamiento social y el económico. También trabajamos estrechamente con el Vicariato de Migrantes y Solicitantes de Asilo y con el colectivo Rabinos por los Derechos Humanos/Buscadores de Paz.

Gran parte de nuestra acción busca promover la educación a nivel integral, por lo que entramos también en la dimensión teológica, y en la promoción de las comunidades palestinas y beduinas allí donde más complicado lo tienen. Aquí, acompañamos mucho la educación de los niños y niñas y la formación de las mujeres.

Promoción de la mujer

P.- La promoción de la mujer es la clave de bóveda para transformar determinadas sociedades, ¿no?

R.- En nuestra misión entre los beduinos, la promoción de la mujer ocupa un lugar importante. Muchas de las mujeres no han tenido la posibilidad de estudiar y, por ello, intentamos responder un poco a sus peticiones de formación, aunque sea de forma muy básica, pues muchas de ellas no saben leer ni escribir. Hemos ofrecido cursos de primeros auxilios y de sanidad en general. Hemos preparado a unas 60 mujeres para enseñar a los niños en las guarderías. Hemos ofrecido cursos de estética y belleza. Y, desde septiembre, dos grupos de mujeres están aprendiendo inglés. Otro nuevo empezó en diciembre y otros empezarán en mayo, después de sus fiestas de Ramadán.

P.- Parece que la convivencia cada vez se deteriora más en Tierra Santa… ¿Cómo testimoniáis un mensaje de fraternidad en medio de tantas tensiones sociales, políticas y hasta religiosas?

R.- Pues intentando ser puentes entre las diferentes realidades en conflicto y trabajando en red con personas de los diferentes grupos religiosos y culturales que buscan como nosotras un mundo más justo e igual para todos.

Por un sistema más justo

P.- ¿Cómo ves a la Iglesia española y europea desde tu particular mirada misionera en cuatro países con situaciones y contextos, sociales y eclesiales, tan distintos a los nuestros?

R.- Nuestras Iglesias española y europea son Iglesias muy sinodales y presentes en estas realidades, no solo a través de las aportaciones económicas, sino también a través de cada uno de nosotros, que hemos sido enviados por nuestra Iglesia de origen. Yo me he sentido y me siento bastante acompañada por mi comunidad de origen en general y por otras comunidades donde he estado en Europa. Ciertamente, siempre tenemos personas dentro de nuestras comunidades que no han descubierto aún su ser misioneros por el solo hecho de ser bautizados. Pero estos son cada vez menos.

He visto a nuestra Iglesia en España y Europa crecer en su apertura y solidaridad con los hermanos que llegan a nuestro continente, y crecer también en su compromiso de denuncia del sistema que no ayuda en la construcción de un mundo más justo e igual para todos. Aún nos queda mucho camino por hacer, pero estamos en camino.

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