“He visto focos de resistencia a las enseñanzas y reformas del Concilio”, alerta el cardenal arzobispo de Chicago
Las reacciones negativas al motu proprio del papa Francisco “Traditionis Custodes” y al “Rescriptum ex Audientia” publicado por el cardenal Arthur Roche restringiendo el uso del misal anterior no han sorprendido al cardenal Blase Joseph Cupich. Para el arzobispo de Chicago, las protestas a estas medidas confirman que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Y es que para él, “el hecho de que el Santo Padre haya tenido que hacer esto 60 años después del concilio Vaticano II me entristece, pero no me sorprende”.
“A lo largo de mis 50 años como sacerdote y 25 como obispo, he visto focos de resistencia a las enseñanzas y reformas del Concilio, especialmente la negativa a aceptar la restauración de la liturgia”, señala en un artículo publicado por la revista America. Recuerda cómo “de hecho, san Juan Pablo II se enfrentó frontalmente a esta resistencia en su carta apostólica con motivo del 25 aniversario de la “Constitución sobre la Sagrada Liturgia” (“Sacrosanctum Concilium”)” en 1988.
“Hay que reconocer que la aplicación de la reforma litúrgica ha tropezado con dificultades debidas sobre todo a una tendencia a considerar la práctica religiosa como un asunto privado, por un cierto rechazo de las instituciones, por una disminución de la visibilidad de la Iglesia en la sociedad y por un cuestionamiento de la fe personal”, escribe. Además, señala “el paso de una simple presencia, muy a menudo de forma más bien pasiva y silenciosa, a una participación más plena y activa ha sido para algunos demasiado exigente”. Así, denuncia, “algunos han recibido los nuevos libros con cierta indiferencia, o sin intentar comprender o ayudar a comprender las razones de los cambios; otros, por desgracia, han vuelto de forma unilateral y excluyente a las formas litúrgicas anteriores, que algunos de ellos consideran la única garantía de certeza en la fe”.
A estos les recuerda que “al igual que San Juan Pablo II, el papa Francisco se toma en serio que la renovación de la liturgia fue el resultado del movimiento del Espíritu Santo. No se trató de la imposición de una ideología a la Iglesia por parte de una persona o grupo”. Y rescata en este sentido dos afirmaciones de Juan Pablo II: “La renovación litúrgica es el fruto más visible de todo el trabajo del Concilio”; y “para muchas personas, el mensaje del Concilio Vaticano II se ha experimentado principalmente a través de la reforma litúrgica”. Por ello, concluye Cupich: “deberíamos llamarlo por lo que es: resistencia a los impulsos del Espíritu Santo, y el debilitamiento de la auténtica fidelidad a la Sede de Pedro”.