Crismhom analiza las claves del proceso abierto por el Papa en un coloquio junto a la jesuitina María Luisa Berzosa, la teóloga Cristina Inogés y Marisol Ortiz, de las comunidades ignacianas CVX
“Por una sinodalidad inclusiva”. Este fue el eje que marcó la mesa redonda que organizó este fin de semana Crismhom, la comunidad cristiana LGTBI, en el Colegio Mayor Alcalá de los misioneros claretianos. Tomando como punto de partida las primeras palabras del Evangelio de Juan -‘El Verbo de hizo carne’, la sesión formativa y de reflexión ahondó en el sentido del Sínodo de la Sinodalidad puesto en marcha por el Papa Francisco, así como la implicación y sueños del colectivo en la Iglesia. Un mano a mano en el que participaron dos ‘asesoras’ sinodales: la religiosa jesuitina María Luisa Berzosa y la teóloga Cristina Inogés. Junto a ellas, Marisol Ortiz, de las comunidades ignacianas CVX.
Para Inogés, “la realidad de la diversidad sexual ha llegado al Sínodo, no porque se esperara, simplemente ha aflorado en los diálogos a pie de parroquia, como también ha sucedido con los divorciados vueltos a casar o los sacerdotes secularizados”. “En un principio, asumimos que se trataba de inquietudes procedentes del mundo occidental, pero la sorpresa es que estas cuestiones surgieron en todo el mundo, tanto en África como en Oriente”, detalló. Además, desde el trabajo que se viene realizando en la Secretaría del Sínodo, apuntó que las aportaciones realizadas desde los colectivos LGTBIQ+ han sido y son “propuestas con un talante constructivo que ha calado”.
La teóloga también condenó “la doble moral y el doble juego” que se lleva a cabo en determinados espacios eclesiales que para ella suponen “traicionar la doctrina de Jesús”. En esta misma línea, condenó que todavía hoy se reserve el derecho de admisión a tantos colectivos “marginados”: “No se puede vetar como se está haciendo el acceso a la comunión”.
Frente a ello, Ortiz se hizo eco de las principales demandas del colectivo, entre las que se encuentra la acogida y plena integración en la Iglesia para dejar de ser personas “de segunda fila” y ser consideradas “como cualquier bautizado”, Además, insistió en la necesidad de una petición de perdón institucional por “el maltrato sufrido”, así como acabar con la prohibición al acceso al orden sacerdotal y al matrimonio. En esta misma línea, reclamó modificar las referencias que se hacen en el Catecismo para “adecuar el lenguaje con el fin de que sea pastoral y no hiriente”.
Desde su experiencia como madre, hizo un llamamiento a sacerdotes, religiosos y laicos a “salir de nuestra tierra, de nuestras seguridades y certidumbres a la diversidad”, que para ella no es otra cosa que “escuchar la realidad” y acoger al otro “de corazón a corazón” como hace Jesús.
La religiosa jesuitina, por su parte, defendió que ha llegado el momento de “tomarnos en serio este modo de ser Iglesia en el caminar juntos que tiene como novedad aglutinar la comunión, la participación y la misión”. “A mí no me preocupan tanto los documentos conclusivos del Sínodo como l hecho de que cada uno de nosotros nos preguntemos cómo es y cómo va a ser mi participación y pertenencia a la Iglesia”, aseveró Berzosa. “Hay que creer en nuestro poder de transformación de la Iglesia”, animó a los presentes.
Sobre posibles expectativas frustradas puestas en el proceso de participación abierto por el Papa, Inogés expuso que “inmediatamente después de octubre de 2024, cuando finalice la asamblea del sínodo, no vamos a tener una Iglesia sinodal”. Pero lejos de mirarlo desde una óptica catastrofista, aseguró que “los cambios que ya se están viendo y viviendo, han llegado para quedarse”.
“Es entonces cuando estaremos en condiciones realmente de hace realidad lo que hemos pedido”, añadió, para asegurar a continuación que “el cambio no va a venir porque Roma decida algo, los cambios han de fraguarse desde abajo”. En cualquier caso, Inogés apostó por una “necesaria transformación de la teología”: “Si hablamos únicamente desde la moral tal y como está formulada hoy, solo habrá rechazo y sufrimiento”.