Nuevamente la Iglesia de Rosario levanta la voz por la violencia que se vive cotidianamente. Por tal motivo, la pastoral de adicciones y la pastoral de barrios populares de la arquidiócesis emitieron un comunicado: “Rompamos el silencio que mata”.
“Hoy, como Jesús lo hizo por Jerusalén, nos toca llorar por nuestra ciudad a la que amamos y en la que vivimos. Hace años que vemos políticas que maquillan a Rosario con una estética que adorna el Centro y los grandes bulevares en cada nueva gestión”, expresaban los organismos que conocen, no solo las calles y los barrios sino a los rosarinos que, en su mayoría, son personas de bien y solidarias, que desean progresar con su trabajo y construir una ciudad mejor. Esos mismos ciudadanos, según comentaron, se ven obligados a migrar al exterior o hacia ciudades o pueblos en busca de mayor seguridad.
Alertaron que el sueño de la ciudad turística fracasó por el abandono de los barrios donde viven los pobres y la clase media trabajadora, con infraestructura deficiente en el sistema eléctrico de iluminación, en lo sanitario, la limpieza, el transporte público, en su asfalto y sus veredas.
Creen que la clase política debe salir de la grieta y unirse para lograr que en los barrios se pueda vivir con dignidad. Para esto piden abandonar la violencia discursiva y erradicar a quienes por acción u omisión son cómplices de una corrupción.
“Se va constituyendo de modo incipiente un para-estado que no rota cada cuatro años y que en el tiempo se consolida en su estructura de poder y financiera, ofreciendo armas, abogados, protección y muchos otros recursos”, expresaron.
“Somos parte de la solución”
Aseguran que es posible salir de la actual situación; “la esperanza nos sostiene, nadie sobra, todos somos parte de la solución”.
Por tal motivo, pidieron programas que permitan promover la contención comunitaria de chicos y jóvenes de los barrios vulnerables, sostenidos en el tiempo y generando una red de acompañamiento que les facilite su participación en el sistema escolar, en la capacitación de oficios, en la inclusión en el mundo del deporte y del arte.
Consideraron que en el período vacacional se da un vacío institucional donde quedan pocas alternativas de contención, al igual que los fines de semana. “Cuando el estado se ausenta y no se apoya a la comunidad en las iniciativas de inclusión, otros actores terminan ocupando su lugar ofreciendo dinero fácil, violencia y muerte”, señalaron. También es necesario un programa que apoye a los clubes barriales para la recreación, el desarrollo de hábitos saludables y sentido de pertenencia comunitaria.
Abogaron por un sistema de salud, con perspectiva en adicciones, para contener y acompañar a las personas atravesadas por los consumos de sustancias legales e ilegales. Y especificaron: “El consumo no sólo genera muertes a causa de las balaceras, sino además suicidios, accidentes de tránsito y laborales. También mueren familiares a raíz del gran estrés y angustia que viven. La carencia de datos sobre estos hechos profundiza la invisibilización de la grave crisis que estamos viviendo”.
Con respecto al consumo de hoy explicaron que tiene un alto poder adictivo, genera un grave deterioro neurológico y cognitivo al punto de convertirse en padecimientos crónicos. Se preguntaron si se están preparando para acompañar a las víctimas de adicciones que terminan con situaciones de discapacidad motriz, mental y cognitiva.
Necesidades
Ambas pastorales de Rosario, creen que en los barrios, en donde los índices de muerte y violencia son elevados, se realice una fuerte inversión educativa para la creación de nuevas escuelas con jornadas extendidas que puedan generar un desarrollo integral. Se necesitan, entonces, nuevas infraestructuras y cargos que posibiliten la conformación de equipos interdisciplinarios y recreativos.
Pidieron que el Poder Legislativo de todos los ámbitos sea ágil en la creación de leyes y ordenanzas. La experiencia de las organizaciones sociales y religiosas que vienen realizando trabajo comunitario puede servir de marco normativo a la creación de nuevos dispositivos de contención y acompañamiento:
- Tratamientos residenciales comunitarios para niños, niñas y adolescentes con problemas de consumo.
- Tratamientos residenciales para las personas que padecen los consumos adictivos.
- Casas asistidas para personas con problemas de Salud mental.
- Centros residenciales para mujeres con o sin hijos que son víctimas de violencia de genero y o de consumos adictivos.
- Refugios para personas en situación de calle.
“Hay un progresismo desencarnado que hace que el Estado viva en un permanente proceso de implementación de leyes, que nunca llegan a plasmarse institucionalmente por ser inalcanzables, están hermosamente redactadas, pero terminan siendo herramientas de expulsión que impiden el acceso a los derechos de aquellos que los adolecen”, afirmaron los organismos. En cambio, las organizaciones sociales, civiles y religiosas terminan dando respuesta y quedando sin respaldo jurídico para acompañar a esos “exiliados ocultos” que son tratados como cuerpos extraños en la sociedad, según las palabras del papa Francisco.
Salir del silencio
Dijeron, además que a diario se escucha hablar de la oferta del narcotráfico y las muertes que genera, pero se habla poco de la demanda que hay en nuestra sociedad de consumo. “Es necesario salir del silencio hipócrita y acrítico que no problematiza los consumos”, exhortaron.
Luego, detallaron los silencios que se dan cuando se vivencian estas situaciones:
- Silencia el Estado cuando lleva 25 años sin realizar campañas de prevención en los medios, las redes sociales, en el sistema de educación y de salud.
- Silencia el sistema financiero que se nutre y se enriquece sin tomar medidas que prevengan el lavado.
- Silencian los observatorios estatales y de nuestras universidades que no generan datos sobre los consumos problemáticos y adictivos y a las consecuencias en la salud y la sociedad
- Silencia la academia cuando no capacita en las carreras afines a la problemática y cuando no genera conciencia crítica al interior de su propia comunidad.
- Silencia la justicia cuando no fortalece sus estructuras federales y provinciales con cargos, infraestructuras y tecnología suficiente para investigar los entramados del poder corrupto público y privado. Y manifestaron: “Tal vez la detención de unos pocos poderosos, prevenga que miles de pobres terminen llenando las cárceles, los hospitales y los cementerios”.
- Silenciamos como sociedad cuando no hablamos en familia de lo que nos pasa, acerca de los consumos, sobre cómo prevenir el abuso de psicofármacos y el uso de alcohol en los menores.
Finalmente, los pastorales rosarinas sostuvieron que en los momentos críticos de la historia, Dios siempre llamó a la humanidad a un cambio. Para que impregne las estructuras, este cambio debe darse desde lo profundo del corazón. Por eso, pidieron a la Virgen del Rosario quien, como tantas madres vio morir a su Hijo injustamente, que interceda, proteja y bendiga con paz a esta ciudad.