Representantes y referentes del Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina participaron de la Asamblea Continental del Cono Sur, en consonancia con las otras reuniones organizadas por el CELAM en todo el continente, como etapa preparatoria del próximo Sínodo de la Sinodalidad, convocado por el papa Francisco.
Vida Nueva dialogó con el obispo Ángel José Macín, titular de Reconquista y miembro del equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Argentina, quien nos compartió que las jornadas fueron intensas, entusiastas y con mucho compromiso de parte de todos los participantes.
Un modo de ser Iglesia
PREGUNTA.- Después de la primera fase de escucha que realizó la Iglesia de cada país ¿cuáles han sido las coincidencias debatidas en los plenarios?
RESPUESTA.- Hubo una gran coincidencia en los aspectos fundamentales. Podría enumerar algunos. Se ha profundizado el sentido de la sinodalidad. No se trata solo de un nuevo método para la vida y la evangelización. Es un modo de ser Iglesia. Esto nos compromete a cuidar la sinodalidad, es decir, a ahondar en su comprensión, descubrir su trasfondo trinitario, caminar sin prisas y sin pausas, testimoniar y difundir lo que significa el camino sinodal a aquellos que apenas oyeron hablar del tema o que lo desconocen. Esto implica una enorme responsabilidad.
Por otro lado, también se necesita una formación amplia sobre el significado de este recorrido que estamos haciendo, y en la definición de una espiritualidad que sustente la sinodalidad.
Otro punto analizado es el de la “inclusión”. La sinodalidad implica sobre todo inclusión; ensanchar la carpa es, realmente, darle un espacio a todos. Y no solo un lugar, sino permitir que sean protagonistas. Una inclusión que parta de la visión de una Iglesia en salida, que vaya al encuentro de quienes están alejados o se fueron alejando por diferentes motivos.
Además, se necesita audacia para reformar las estructuras caducas, siendo fieles a la genuina tradición de la Iglesia, pero decisivamente abiertos a la cultura y a la realidad del tiempo que nos toca…
P.- Hablemos de las novedades, de los planteos, de las necesidades que surgieron a partir de las reflexiones
R.- Personalmente, me encontré con muchas novedades. El método de la conversación espiritual, instrumento del trabajo de estos días, me enseñó a escuchar más, a estar más atento a lo que me dice el otro. Y esto no solo es prestar oído. Es captar sus gestos, su mirada, la acción del Espíritu que se asoma en una hermana o un hermano de camino. El utilizar lenguas diferentes (español, portugués, guaraní…) no fue un obstáculo en la experiencia de la escucha. Al contrario, fue una oportunidad para crecer.
Renovar la esperanza
En lo que se refiere a los contenidos, me pareció novedosa la palabra reforma. Y que también se propongan cosas como revisar el conjunto del Derecho Canónico y otros instrumentos jurídicos, para que se adapten a una Iglesia sinodal. Sin dudas, lo que más me impresionó fue la presencia y el mensaje que nos dieron los jóvenes presentes. Después de una reunión espontánea, decidieron contarnos “porque se fueron sus amigos y amigas de la Iglesia”, y nos dejaron sin palabras.
P.- ¿Qué puede esperar después de esta Asamblea, la Iglesia del Cono Sur?
R.- Entiendo que no será fácil la continuidad del camino sinodal, como toda obra valiosa, como toda obra de Dios. Pero, por la disponibilidad al Espíritu, el entusiasmo y el compromiso de quienes participaron, pienso que podemos renovar nuestra esperanza.
Hay un deseo sincero de vivir una nueva etapa, de conversión personal y pastoral, realista y audaz. Y creo que esto, poco a poco, se irá contagiando a nuestras iglesias locales, en nuestras parroquias, en nuestros movimientos y asociaciones.