El 13 de diciembre de 1969, Jorge Mario Bergoglio fue ordenado sacerdote. Una celebración presidida por el arzobispo de Córdoba, Ramón José Castellano, en Buenos Aires, pocos días antes de cumplir los 33 años. Unos años después, el 20 de mayo de 1992 sería consagrado obispo de Auca.
Este momento llegó tras haber entrado en 1957 en el noviciado de los jesuitas y haber pasado por algunas presencia de la Compañía en Chile y Buenos Aires. Aunque el inicio más determinante de su vocación se sitúa en una confesión el 21 de septiembre de 1953, no comenzaría hasta 1967 sus estudios teológicos en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José.
Con motivo de esta celebración, Vida Nueva repasa 10 de las insistencias que el pontífice hace sobre el perfil de los ministros ordenados.
1. Adiós al clericalismo
Es casi uno de los mantras de Bergoglio. En su apertura del sínodo de los jóvenes, el Papa se refirió a la cuestión como “el flagelo del clericalismo” y no solo como apoyo silente de los abusos por parte de los clérigos. Para Bergoglio, una visión “elitista y excluyente, que interpreta el ministerio recibido como un poder para ejercer en lugar de un servicio gratuito y generoso para ofrecer” es algo que “nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y ya no necesita escuchar y aprender nada”. Por ello, el Papa ha dicho que el clericalismo es “una perversión raíz de muchos males en la Iglesia” ante la cual hay que “pedir humildemente perdón y, sobre todo, crear las condiciones para que no se repita”.
2. Curas callejeros
Jesús, habiendo “podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un ‘evangelizador’, un predicador callejero, el ‘portador de alegres noticias’ para su pueblo”, señalaba Francisco en la Misa Crismal de 2018. El pontífice pidión a los sacerdotes que pongan en práctica la “pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes…”.
3. Un don no apto para funcionarios de lo sagrado
La llamada al sacerdocio es un don, “no es un pacto de trabajo ni algo que tengo que hacer”, recordaba Francisco en una de las misas de la mañana en Santa Marta no hace mucho. Para el pontífice los curas no son meros funcionarios. “El hacer está en segundo plano, yo debo recibir el don y custodiarlo como un don”, señalaba, a la vez que recordaba que “cuando olvidamos esto, nos apropiamos del don y lo transformamos en función, perdemos el corazón del ministerio”.
4. Ensuciarse las manos
Los sacerdotes se manchan las manos no solo al ungir el crisma a los enfermos o a los bautizados. Francisco, en la Misa Crismal de este 2019, señaló que “al ungir bien uno experimenta que allí se renueva la propia unción”. “No somos repartidores de aceite en botella. Ungimos repartiéndonos a nosotros mismos, repartiendo nuestra vocación y nuestro corazón”, añadió.
5. Expertos en misericordia
“Como sacerdotes, somos testigos y ministros de la Misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que ‘pasó haciendo el bien’ (Hch 10,38), de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar –creativamente– en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia”, pedía el Papa en el Año de la Misericordia.
6. Recuperar la ilusión
Francisco es consciente de que los sacerdotes también viven la desilusión o la soledad. Incluso dedicó al tema una de sus intenciones y vídeos mensuales, el de julio de 2018. “Que los sacerdotes que viven con fatiga y en la soledad el trabajo pastoral se sientan ayudados y confortados por la amistad con el Señor y con los hermanos”, imploraba.
7. Fuera los que buscan hacer carrera
En su primer encuentro con los nuncios, en junio de 2013, Francisco, en un discurso muy personal, les pidió: “Estad atentos a que los candidatos sean pastores cercanos a la gente; este es el primer criterio. Pastores cercanos a la gente. Si es un gran teólogo, una gran cabeza, que vaya a la universidad, donde hará tanto bien. ¡Pastores! ¡Los necesitamos!” para de no sucumbir a la “mundanidad espiritual”.
8. Lenguaje positivo en la homilía
La exhortación ‘Evangelii gaudium’ dedica varios puntos, de forma muy directa, a la homilía. Escribe el Papa que “la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración” (núm. 138).
9. El aliento de la oración
Por supuesto, la oración es indispensable en la vida de los presbíteros. En su carta a los sacerdotes con motivo de los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars, el pasado mes de agosto, el Papa recordaba que “en la oración experimentamos nuestra bendita precariedad que nos recuerda que somos discípulos necesitados del auxilio del Señor y nos libera de esa tendencia prometeica de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas”.
10. La teología del encuentro
En la carta a todos los presbíteros también señalaba que “nuestro tiempo, marcado por viejas y nuevas heridas”, y, por ello, “necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy”.