La ‘fumata blanca’ se produjo a las 19:05 h. Jorge Mario Bergoglio había sido elegido en la quinta votación, en el segundo día del cónclave. Y aunque en la Iglesia las tradiciones pesan, las novedades comenzaron desde el primer momento del pontificado del papa Francisco.
Sin número, sin casi necesidad de explicaciones. Es el primer pontífice que elige el nombre del santo de Asís que falleció en el siglo XIII y que defendió la pobreza evangélica de forma radical incluso ante la curia y los papas de su época.
Buenos Aires podría ser “el fin del mundo” vista desde la Roma ‘caput mundi’. De las periferias latinoamericanas, las mismas que no hacía tanto habían ratificado su encarnación en Aparecida.
En la historia ya ha habido papas religiosos –la sotana blanca evidencia antepasados dominicos–, pero jesuitas, nunca.
Si ya antes algunos pontífices habían sorprendido por improvisar unas primeras palabras además de la bendición solemne ‘Urbi et Orbi’, Francisco fue un paso más allá en la Teología sobre el episcopado pidiendo incluso la bendición del pueblo sobre el obispo antes de que esté pronunciase la fórmula secular. Ha pasado a la historia como el Papa que puso a todo el mundo rezar aquella tarde en San Pedro.
Si Benedicto XVI destacó por recuperar algunas prendas históricas de los armarios papales o de la Florería vaticana. Francisco apareció en el balcón con la sotana blanca y solo en el momento propiamente litúrgico, la bendición, se puso la estola papal.
El final del cónclave supuso seguramente una de las mudanzas más livianas de los últimos pontificados. Y es que desde entonces Francisco siguió residiendo donde lo había hecho en las noches anteriores, en la Casa de Santa Marta en lugar de en el Palacio Apostólico.