Las jóvenes han puesto dos denuncias independientes por presuntas agresiones sexuales contra ambas de manera continuada, por lo que se le ha impuesto al cura una orden de alejamiento
El Obispado de Ourense apartó ayer de forma cautelar a un sacerdote investigado por presuntas agresiones sexuales a sus dos sobrinas. En un comunicado, la Diócesis señaló que el obispo Leonardo Lemos, de acuerdo con los protocolos vigentes de la Santa Sede y la Confederación Episcopal Española, ha adoptado esta determinación, al estar el presbítero “incurso” en diligencias judiciales.
“Por respeto a las actuaciones judiciales en curso, a la intimidad de las víctimas y a la presunción de inocencia del investigado, la Diócesis de Ourense, que manifiesta su total disponibilidad a colaborar con la Administración de la Justicia, no realizará ninguna manifestación adicional a este comunicado hasta que finalice el procedimiento judicial”, añade la nota.
Sobre el sacerdote pesa una orden de alejamiento, por la que no puede aproximarse a más de 500 metros de donde se encuentren las hijas de su hermano, que han puesto dos denuncias independientes por presuntas agresiones sexuales contra ambas de manera continuada. La medida cautelar, según han informado a EFE fuentes judiciales, la dictó el sábado el juzgado de guardia de Ourense.
Una de las dos hermanas que ha denunciado a su tío por abusos y agresiones de carácter sexual, en su caso desde la niñez y hasta los 17 años, cuenta que “fue un camino largo” el que anduvo hasta dar nombre a vivencias por las que ha pasado.
La denuncia que formalizó la semana pasada en la comisaría de la Policía Nacional de su ciudad recoge las supuestas violaciones y demás vejaciones, los “horribles recuerdos” que provocaron en ella, según sus palabras, un inaguantable dolor psicológico y físico.
En 2019, cuando se atrevió a hablar, recurrió a la jurisdicción ordinaria, pero en aquel momento únicamente pudo verbalizar presuntos tocamientos. Y se encontró con que esos delitos contra la libertad sexual que ella exponía tienen un plazo de prescripción de diez años a contar desde su mayoría de edad. Ella, aunque por muy poco, había sobrepasado ese tiempo.
Con este paso en firme de ahora, el mismo que ha decidido dar la pequeña de las dos (según la versión que aporta fue abusada y agredida sexualmente hasta los 13 años), busca que se haga justicia y, a la vez, “visibilizar y concienciar”.
En el caso de su supuesto agresor, dice a EFE, lo peor fue que siguiese ejerciendo hasta esta tarde, “en contacto con menores” y en cargos de responsabilidad en el seno de la Iglesia católica, ante la que también han presentado denuncia.
Ha tenido que pasar mucho tiempo para que la mayor de las dos chicas, que ahora tiene 31 años, pudiese poner voz a su pasado, a una infancia y adolescencia sin “momentos felices”. “Cuando un depredador de este calibre entra en tu vida y pone la semilla del miedo, empieza a germinar durante tantos años que… le tienes pavor. Cuando empecé a rebelarme y a enfadarme, empezaron también las amenazas, la violencia psicológica, el maltrato psicológico brutal”, añade.