Compartió diálogos con Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco
Hoy, 14 de marzo, se cumplen cinco años del fallecimiento del astrofísico inglés Stephen Hawking, que falleció en 2018 a los 76 años, víctima del ELA. Pese a explicar muchas veces que era “ateo”, el investigador de los agujeros negros siempre fomentó un diálogo constructivo entre la ciencia y la fe.
Prueba de ello es que, desde 1986, fuera uno de los más reputados miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias. Precisamente por ello se encontró personalmente con hasta cuatro papas: Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Su último encuentro con un papa fue el que mantuvo el 28 de noviembre de 2016 con Francisco. Aquí, más allá del Big Bang, sobre el que el científico disertó en una ponencia durante 20 minutos, ambos confluyeron en la “voluntad concreta de buscar el bien común”, centrándose en la defensa de nuestro medioambiente.
Precisamente, esta era una de las cuestiones que más preocupaban últimamente a Hawking, que advertía que, de seguir con los actuales hábitos de consumo, la humanidad no llegará a sobrevivir mil años más. Recogiendo el guante, Bergoglio llamó a que cristianos y científicos se unieran con el “objetivo compartido de proteger nuestro hogar común, amenazado por el colapso ecológico”. Para ello, estos últimos debían comprometerse a “trabajar libremente de intereses políticos, económicos o ideológicos”.
El mismo espíritu constructivo presidió el encuentro entre Hawking y Benedicto XVI el 31 de octubre de 2008. En su discurso a la Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que versó sobre el tema ‘Visión científica de la evolución del universo y de la vida’, Ratzinger recalcó que, en relación al origen del Universo, “no hay oposición entre la visión de la creación por parte de la fe y la prueba de las ciencias empíricas”.
En su saludo personal a Hawking, bendijo al científico haciendo la señal de la cruz sobre su frente y, en su conversación, mostró su admiración por su sistema de comunicación informático.
Con Juan Pablo II se vio el 3 de octubre de 1981, con motivo de una reunión de la Pontificia Academia de las Ciencias a la que asistió el astrofísico. En el mensaje que les dirigió Wojtyla, les transmitió “la estima que siente la Iglesia por la ciencia pura”, que es “conocimiento y, por tanto, perfección del hombre en su inteligencia”. “Se la debe honrar por sí misma –enfatizó–, como parte integrante de la cultura”.
Wojtyla argumentó que ciencia y fe pueden coexistir al formar dos caras de un mismo camino explicativo del origen de la vida: “Toda hipótesis científica sobre el origen del mundo, como la de un átomo primitivo del que procedería el conjunto del universo físico, deja abierto el problema referente al comienzo del universo. La ciencia no puede por sí misma resolver dicha cuestión: hace falta ese saber del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y que recibe el nombre de metafísica; hace falta, sobre todo, el saber que viene de la revelación de Dios”.
A Montini le saludó en el Vaticano el 9 de abril de 1975 con motivo de serle concedida por la Santa Sede la Medalla Pío XI. El científico británico tenía entonces 33 años y llevaba una década padeciendo su enfermedad (pese a que le diagnosticaron uno o dos años de vida, alargó su existencia medio siglo más), estando ya en silla de ruedas. De ese encuentro entre ambos queda la significativa imagen del Papa arrodillado durante dos minutos ante Hawking.
En su discurso, Pablo VI le mostró su “alegría” por estar ante una figura “cuyos estudios le han merecido fama internacional”. El Pontífice se despidió del “querido profesor” expresándole sus “mejores deseos” por su incesante labor. Al producirse el encuentro en un acto de la Pontificia Academia de las Ciencias, Montini concluyó su saludo extendiéndolo a todos los presentes: “Añadimos, como prenda de nuestra solicitud por su vida espiritual y la de sus seres queridos, nuestra bendición apostólica”.