Andy es el mediano de tres hermanos. Y es uno de esos casos que, desde el desconocimiento de lo que es el Síndrome de Down, puede sorprender. Este joven trabaja los lunes, martes y viernes como auxiliar administrativo en la biblioteca de un colegio internacional de La Moraleja. Los miércoles y jueves acude a una asociación para personas con discapacidad, donde lleva a cabo diferentes actividades, sobre todo manualidades, muchas de las que venden después en un mercadillo.
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Le encontramos en la parroquia de Santa María Madre de Dios de Tres Cantos, una comunidad que, con varias decenas de catequistas y distintos grupos de transmisión de la fe, es una muestra de que, cuando hay intención y ganas de llevar el mensaje del evangelio a todos, se puede lograr. Y que esto, además, transforma vidas. Aquí, Isabel Cano comenzó hace casi una década con el grupo de catequesis para personas con discapacidad intelectual, varias de ellas, como Andy, con Síndrome de Down.
No era el primer grupo de catequesis al que llegaba Andy, pero sí era el primero orientado únicamente a personas con discapacidad. “Hace muchos años que he entrado en grupos de catequesis”, afirma. “El primero, en el que las catequesis eran impartidas por unos ingleses, no era solo para personas con discapacidad. Estábamos mi hermano y yo, y fue con quienes hice la comunión”, explica. Ahora, se prepara para la confirmación en este grupo al que llegó porque conocía a varias personas que ya estaban en él. “Haré la confirmación en mayo”, dice ilusionado.
“Ha sido una experiencia muy bonita. Me gusta mucho tener un camino muy claro que seguir en la fe, y sabía que quería confirmarme desde mucho antes del COVID, así que hablé con Isa y empezamos con la preparación”, relata este joven, que ha vivido con entusiasmo todo este proceso. “Este fin de semana pasado estuve de convivencia, un poco preparando mi proyecto de vida espiritual, haciendo actividades en las que cada uno teníamos que encontrar nuestro propio significado”.
Un grupo de fe
Además, Andy ha encontrado en la escritura una forma muy positiva de hacer oración. “Pero no soy el único”, asegura, “tengo algún compañero poeta en el grupo”. Y es que, tal como aseguran las catequistas Isabel Cano, Isabel Heras y Gloria Vélez, se trata de un grupo con una espiritualidad muy profunda que han ido descubriendo poco a poco a lo largo de los últimos años, todo un ejemplo al que Vida Nueva se acerca con motivo del Día Internacional del Síndrome de Down, que se celebra y reivindica el 21 de marzo.
“Al principio éramos solo cinco personas y yo, que me apunté para impartir las catequesis”, recuerda Cano. “Todo comenzó por una persona de la parroquia que tenía discapacidad, quería confirmarse y no tenía ningún grupo donde formarse”, explica, señalando, además, que “ahora mismo somos quince, con un grupo súper variado. Uno de ellos viene desde Madrid a las catequesis, porque no hay otro grupo así”. Reconoce, también, que cuando comenzaron “no tenía ni idea de llevar un grupo de estas características”, por lo que lo primero que hizo fue buscar materiales adaptados. Pero no existían.
“Como no había nada, me lo empecé a inventar, pero junto a ellos”, dice. Fue así, precisamente, como fue dándose cuenta de la “profunda espiritualidad” que transmitía cada uno de ellos. “No es un grupo de catequesis al uso, es un grupo de fe, en el que intentamos compartir un poco las verdades de la fe”, explica. Pero, sobre todo, “lo que sale aquí es el humanismo de Jesús. Aquí no valen los dogmas. Aquí lo que se ve es la vida, la realidad, y cómo la vivimos, y cómo se interpreta desde el punto de vista de Dios”.
Materiales adaptados
Después de haber vivido esta experiencia, Cano señala que esto es “muy importante transmitírselo a la gente, porque normalmente no se sabe lo que implica que alguien tenga Síndrome de Down u otra discapacidad, hay mucho desconocimiento y no nos imaginamos que realmente son personas con una espiritualidad, al menos los del grupo, muy profunda, de la que todos nos podemos nutrir”.
Y es que, lo que ellos iban diciendo cada día en las reuniones, a Cano le hacía resonar “el eco de la Palabra de Dios”. Por todo ello, ya que no había materiales “y lo que se decía aquí era tan interesante”, comenzaron a escribir libros junto a la Editorial PPC, elaborados con el método de lectura fácil para que pudieran servir también a otros grupos de personas que quieren formarse en la fe, pero no tuvieran los materiales adecuados.